Desde el otro lado del Atlántico he estado observando detenidamente las ruedas de prensa de nuestro presidente en Oslo.
Me ha llamado la atención que sonriera a destiempo mientras los demás están serios como patatas; también me ha sorprendido su tono presuntamente solemne, impostado, sobreactuado; y su ritmo exasperantemente lento, cargado de pausas extemporáneas que rellena con sonrisas absurdas, mientras junta lentamente los dedos de ambas manos, uno a uno, con afectación.
Se le ve incómodo, fuera de ambiente, como un pulpo en un garage, me atrevo a decir. Me dá vergüenza ajena verle. Me acordé de aquello que dijo Rajoy de lo del tonto solemne. No creo que el presidente sea tonto, pero trata de ser solemne y no le sale, y muy capaz para desempeñar el cargo no parece. Pero no quiero ni imaginarme a Rajoy en una cumbre. Se me ponen los pelos de punta. ¡Vaya dirigentes!
Vamos con el fondo. Bueno, lo de que el sistema de pensiones es insostenible ya lo sabíamos, ya era hora de que él lo reconociera; y lo de que el paro es un drama en nuestro país también es una evidencia. Pero lo de que la reforma del mercado es suficiente para resolver las imperfecciones de ese mercado todos sabemos que no es verdad. Creo que él también lo sabe. Pero al menos es bueno que se atreva a llamar a las cosas por su nombre. Algo es algo.
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