Dicen, no sin poca razón, aunque no con toda la razón, como pretenden los dogmáticos, que en los mercados la mano invisible de Adam Smith todo lo arregla: “cada uno buscando su beneficio particular, consiguen todos el mayor bienestar colectivo posible”. ¡Voilá! (golpe de chistera y mutis por el foro -que diría mi admirado David Navarro, Lord Daven, con quien mantengo una relación biunívoca: discípulo-maestro; a ratos yo soy el maestro y a ratos lo es él-).
El primero que no sacralizó ese principio, relativizándolo, fue el propio Adam Smith –gran humanista. Muchos economistas eran grandes humanistas –como Marshall, un ejemplo paradigmático de lo que decimos-. Pero ya se sabe que lo peor de las sanas teorías de los maestros son los epígonos que sin entender de verdad de lo que plantean les siguen como autómatas -por si acaso aclaro; según el diccionario de la RAE: epígono:(Del gr. ἐπίγονος, nacido después); 1. m. Hombre que sigue las huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior.)
Pues bien, no siempre es verdad lo de la mano invisible. Hotelling planteó que si dos vendedores de perritos calientes se situaran en un playa de, pongamos por ejemplo, un kilómetro de longitud, lo más eficiente sería que cada uno atendiera a una mitad de la playa, situándose, cada uno de ellos, en el medio de su mitad. De esta manera se minimizarían los desplazamientos de los clientes: cada uno atendería a media playa. El desplazamiento máximo sería de un cuarto de kilómetro.
Pero puesto que cada uno de ellos sabe que si se desplazara hacia el centro de la playa conservaría los clientes de su lado, seguros, y resultaría más atractivo para algunos de los otros, atendidos en principio de forma preferente por su competidor, se iría hacia el centro. Como el otro sabe lo mismo, al final ambos vendedores se situarían en el medio de la playa, juntos, lo que, pese a su lógica competitiva, no es eficiente desde el punto de vista económico.
La economía no necesita dogmáticos que una vez que reciben una explicación simple la toman como verdad revelada. Necesita escépticos, caviladores, dubitativos,…, o sea: científicos, para hacerla avanzar en beneficio del hombre, no del mercado.
septiembre 9, 2008 at 1:42 pm
Los economistas sólo podéis predecir cosas a corto plazo pero a largo plazo todo entra en lo que se llama la teoría del caos.
Por otra parte las grandes tradiciones culturales comerciantes son la india, la china y la británica, y ellas se distinguen no sólo por la práctica liberal sino por el respeto al «rito» y al procedimiento.
Muchas veces la lógica es ésta, la lógica de seguir el ritual, porque la historia demuestra que al hombre todo le gusta hacerlo con un séquito y siguiendo unos órdenes estéticos más o menos anclados en la tradición cultural. La innovación en todo ello, como ocurre en la era de la cibernética no ha venido sino a que este mundo de los símbolos y de la representación virtual se multiplique, de ahí que parezca que el orden se ha desvirtuado. Pero yo no lo creo.
Y tampoco creo que mediante el mercado se pueda revolucionar todo. Se ha hablado de la democracia radical entre nosotros los filósofos de la comunicación. Pero aún así siempre habrá algo que nos mantenga sujetos a ciertos privilegios institucionales, que vienen del Derecho y de la privación de ley, de la propiedad.
Admito que aprendo con todo esto que escribes, y que Adam Smith me parece un economista más sensato y que todo ese humanismo también se extrae de tus escritos de profesor.
Excelente artículo, por tanto. Saludos afectuosos!!
septiembre 9, 2008 at 2:19 pm
Hotteling -como todos los teóricos de la Economía- se limitó a modelizar una realidad que es mucho más compleja: posiblemente hoy esos puestos de perritos calientes serían absorbidos por una cadena de comida rápida, y esta debe enfrentarse a una campaña mediática en contra de la alimentación basura. Ninguna ideología puede sobrevivir sólo con modelos teóricos aunque, de hecho, suelen ser muy pedagógicos y pueden valer como mapa conceptual.
Te felicito por tu serie de artículos, que por supuesto he recomendado en mi blog. Siempre es interesante ofrecer visiones alternativas de la realidad.
septiembre 9, 2008 at 2:53 pm
Gracias Ishtar, yo no soy economista, yo soy ingeniero de letras que es como me gusta llamarme, y llamar a mis colegas los ingenieros industriales.
El mercado no arregla todo, pero ¡hay que ver lo bien que asigna recursos! Claro que hay que corregir los efectos perversoso que genera, pero no ir en contra de él. Sería absurdo.
Un saludo muy cordial.