El bisonte americano es un animal espléndido que alcanza más de tres metros de longitud y casi dos de altura. Hasta hace un par de siglos, al llegar el invierno, se reunía en rebaños de hasta cien mil ejemplares que emprendían largas migraciones hacia el sur, en busca de pastos abundantes y clima más suave.
Las grullas, son aves de gran tamaño. Durante sus grandes viajes en busca de las mejores áreas para anidar o pasar el invierno, son capaces de volar infatigablemente, a alturas hasta de tres mil metros, formando magníficas agrupaciones en forma de uve.
Los atunes alcanzan más de tres metros de longitud y pesos de más de media tonelada. Su espectacular dinamismo requiere una dieta pantagruélica. Nadadores infatigables, pueden alcanzar con facilidad velocidades de más de treinta nudos en apenas un segundo de esfuerzo. Reunidos en grandes cardúmenes, viajan cada primavera desde el Océano Atlántico, siguiendo una línea paralela a la costa, hasta sus áreas de cría en el Mediterráneo.
Una manada de bisontes, una bandada de grullas y un banco de atunes son tres agrupaciones de seres vivos que se mueven coordinadamente de acuerdo con un patrón de comportamiento compartido. Este patrón común confiere una extraordinaria cohesión interna al grupo y otorga ventajas a estas especies para adaptarse al medio con éxito. Aun tratándose de animales, podemos casi decir que bisontes, grullas y atunes, tienen una cultura similar. Sin embargo hay importantes diferencias entre ellos: La manada de bisontes se mueve al unísono siguiendo a un líder; si se le caza, toda la manada se queda perpleja al ver que el líder no reacciona ante el peligro, y, entonces, es posible desencadenar una gran matanza. Esta es la razón de que la especie se pusiera al borde de la extinción en unos pocos años, cuando el hombre blanco, no tan respetuoso con su entorno como los salvajes indios, llegó a las praderas del medio oeste americano. También las bandadas de grullas son conducidas por un líder que ocupa el vértice de su característica formación en uve, cuando vuelan a grandes alturas. Pero si éste fuera abatido, la grulla siguiente en la formación ocuparía inmediatamente su plaza y asumiría el papel de líder de todo el grupo, sin que apenas se advirtiera falta alguna de sincronía en el aleteo coordinado de la bandada. Eso es lo que hacen usualmente en sus largos jornadas de vuelo: relevos en el papel de líder entre unos pocos individuos dominantes que ocupan siempre los lugares próximos al vértice de la formación. Los atunes se mueven en grandes bancos a enorme velocidad y con una sincronización absoluta. Identificar al líder que guía este movimiento es imposible. Falte quien falte, el movimiento del cardumen sigue estando coordinado como si del mejor equipo imaginable de ballet acuático se tratara. Todos se mueven al unísono porque reaccionan de la misma forma ante los mismos estímulos. Podemos decir que cada uno de ellos es el líder o que el liderazgo es compartido por todos.
Un hombre solo no hace cultura de empresa; para generarla hace falta un grupo que le siga. El papel del líder fundador es fundamental en el proceso de fijación de la cultura empresarial; todos acabarán asumiendo parte de su forma de ser y sus creencias, pero es el aprendizaje del grupo, la experiencia compartida por todos lo que permite el desarrollo de la cultura. Las organizaciones jóvenes, suelen estar hechas a imagen y semejanza de sus fundadores, basadas en las creencias y en los principios de sus líderes. No es extraño que sufran una gran crisis cuando han de plantearse la sucesión o el cambio. A veces las empresas no sobreviven a estas crisis. Les resultan insuperables. La dependencia del líder es aquí como en la manada de bisontes.
Otras organizaciones tienen un liderazgo compartido. Como en la bandada de grullas el papel del líder puede ser asumido naturalmente por alguno de entre los directivos de primer nivel sin que se resienta nada en la organización. Están mejor preparadas para afrontar los cambios y las sucesiones.
Pero el modelo ideal, casi utópico, es el del cardumen de peces capaces de reaccionar como un solo organismo ante los estímulos externos. La reacción idónea ante cada estímulo por parte de todos y cada uno de los miembros es equivalente a que cada miembro sea el líder. Todos son dueños de su destino: un destino que comparten. Ese es el modelo realmente apropiado para agrupar seres humanos verdaderamente libres, en un destino empresarial compartido.
Gustavo Mata Fernández-Balbuena
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