Cuando un grupo comienza la aventura de crear una empresa, va acumulando experiencias compartidas, que van conformando una determinada forma de actuar, un estilo característico, que es lo que llamamos su cultura de empresa. Los éxitos y los fracasos que van cosechando a medida que el tiempo va pasando, su aprendizaje como grupo, es el mecanismo que permite crear y adaptar esa cultura que todos los integrantes de la empresa comparten.
Un grupo necesita un líder, pero un hombre solo no hace empresa, no crea cultura; para generar cultura de empresa hace falta un equipo que le siga. El papel del líder fundador de la empresa es fundamental en el proceso de fijación de la cultura empresarial; la empresa acabará asumiendo parte de su forma de ser y sus creencias, pero es el aprendizaje del grupo, la experiencia compartida por todos lo que permite el desarrollo de esa cultura.
La mejor definición de cultura empresarial, en nuestra opinión, es la del profesor Edgar H. Schein: “cultura de empresa es un conjunto de presunciones básicas, desarrolladas por un grupo dado, al ir aprendiendo a enfrentarse con sus problemas de adaptación al medio y de cohesión interna, que son consideradas válidas por todos y, en consecuencia, trasmitidas a los nuevos miembros del grupo”.
Cuando un nuevo miembro se incorpora al grupo, no es admitido sin más; antes se le transmiten esas reglas fruto de la experiencia colectiva y se le enseña a respetarlas; hasta que no completa su fase de aprendizaje y pasa por los ritos de iniciación establecidos, el candidato no es, realmente, incorporado al grupo.
La cultura de un grupo – no sólo para un grupo que crea una empresa, sino para cualquier grupo – es la respuesta del grupo a los dos desafíos básicos a los que se enfrenta para su propia supervivencia: cómo mantenerse unidos y cómo solucionar las necesidades del grupo. La cultura sirve a esas dos necesidades básicas del grupo: la cohesión interna y la relación del grupo con su entorno. Pues bien, esa relación con el entorno, en la empresa, se concreta en la estrategia a seguir; en último término es la cultura de la empresa la que hace posible que se encuentren las estrategias para alcanzar el éxito; las claves del éxito están en la cultura; es la forma de ser de la empresa la que la hace o no eficaz en la resolución de sus problemas en el día a día. Las estrategias dimanan de la cultura; una cultura de empresa adecuada permite encontrar soluciones a los retos a que esta se enfrenta cada día.
Para Schein, las presunciones básicas en las que está basada la cultura – que tienen que ver con la visión que el grupo tiene del entorno y el papel que al grupo le corresponde desempeñar dentro de él – no son elementos independientes, están fundamentadas en los mismos principios, están relacionadas, están encadenadas entre sí. Para la permanencia de las culturas, es básico el encadenamiento de estas presunciones básicas: puede que fuera fácil cambiar una presunción por otra diferente, si perdiera eficacia, pero cambiar un paradigma – toda una serie de presunciones, coherente, relacionada y basada en los mismos principios – es muy difícil. A estas series de presunciones básicas encadenadas las llama, el profesor Schein, paradigmas culturales.
Una empresa desarrolla una cultura fuerte cuando su forma de ser y de actuar se ve validada por el éxito alcanzado. Así se van consolidando las presunciones básicas de su cultura y se van encadenando los paradigmas. Pero cuando las circunstancias del entorno cambian – y el cambio es cada vez más rápido, más generalizado y más profundo – una cultura fuerte tiene más dificultades para poner en cuestión las presunciones básicas que la sustentan, para adaptarse al cambio en el entorno, para poder seguir interactuando con él con la misma eficacia anterior. Cambiar la cultura de una empresa, adaptarla a los nuevos desafíos que un entorno cambiante supone, no es fácil. Cuanto más éxito haya tenido previamente el grupo, más firmes serán sus convicciones, más fuerte será su cultura de empresa, y, por tanto, más difícil resultará que se modifiquen los viejos paradigmas, que ya han perdido eficacia, para encontrar soluciones diferentes a los nuevos retos. No es fácil salir de las crisis; sólo las organizaciones muy participativas, las capaces de aprender por sí mismas son las que pueden adaptarse y superarlas. Si la participación del grupo es la base de la creación de la cultura, también la participación será la base de su adaptación a un entorno cambiante.
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