Pese a la crisis – en la que, justificada o injustificadamente en la mayor parte de los casos se ampararán para no hacerlo o escatimaros algo de lo que os correspondería legítimamente – a algunos os van a subir el sueldo en estas fechas, u os van a liquidar la parte variable de vuestra retribución.
¡No deis las gracias! ¡Aunque sea mucho! Eso es vuestro, y además, con toda probabilidad será menos de lo que debería ser.
Yo, cuando me los hacían, nunca daba las gracias por los aumentos de sueldo. Ahora ya no me pasa, porque como no necesito tanto, si quiero ganar más me basta con trabajar más. Soy autónomo. Pero cuando era joven y trabajaba por cuenta ajena, para ganar más, dependía de la voluntad de mis jefes; aunque también, os lo confieso, al final dependía más de mi capacidad para buscarme otro trabajo mejor pagado.
Al principio sí daba las gracias por los aumentos, pero a partir de un cierto momento me prometí a mí mismo no volver a hacerlo. Os cuento lo que me pasó.
Yo comencé ganando 200.000 pesetas brutas anuales, en el año 71. Apenas me daba para pagar mi manutención, pero era feliz. A los seis meses estaba pactado que me subirían a 250.000. Y lo hicieron, pero a los cuatro meses. Os podéis imaginar que di las gracias profusamente a mi jefe cuando me lo comunicó. Era lo que él esperaba. Al año siguiente me subieron a 300.000, no era gran cosa con la inflación que había, y volví a dar las gracias. Al siguiente la subida fue muy grande, me subieron a 450.000 pesetas brutas anuales, un 50 %, y no sólo di las gracias, me faltó sólo hacer cabriolas de agradecimiento como un perillo cuando su amo le da una golosina de su gusto. Un mes más tarde me enteré que la política de la compañía, revisada ese año, era pagar de entrada 400.000 pesetas anuales a los ingenieros de primera contratación, durante el período de prueba, y a los seis meses, al firmar el contrato fijo, subirles a 450.000. ¡Me habían tomado el pelo! No me quejé, no dije nada, pero me juré a mí mismo que nuca más daría las gracias por un aumento de sueldo. Hasta hoy.
A veces, sobre todo cuando empecé a dirigir empresas grandes, mis patrones me pagaban incentivos realmente grandes y se me quedaban mirando para ver mi reacción. Se quedaban perplejos ante mi silencio. Pero yo me acordaba de aquello que me había ocurrido y no daba las gracias jamás. A veces me preguntaban ¿Te parece bien? Y yo decía sí o no y matizaba el porqué, pero de dar las gracias nada de nada. Me mordía la lengua si era preciso.
Aunque este año pinten bastos, deseo que os suban el sueldo a todos mucho y que nadie os escatime vuestros incentivos. Y ya sabéis mi recomendación: No deis las gracias. Aunque, finalmente, lo que os aconsejo en serio es que hagáis lo que os plazca.
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