S.O.S. ¡SOCORRO! NOS HUNDIMOS
En el ya poco usado código Morse, vital al comienzo del desarrollo de las telecomunicaciones, S.O.S. era la señal de socorro internacional. Durante casi todo el siglo XX, S.O.S. era eso: ¡Socorro! Se escogió esa señal por lo fácil que es producirla: simplemente hay que hacer tres señales cortas (puntos) para la S, seguidas de tres señales largas (rayas) para la O, y de nuevo tres señales cortas, para otra S: … – – – …
Cuando me examiné de mi Título de Capitán de Yate tuve que aprenderme el Código Morse, además del Código de Banderas para las letras, de memoria. No se me ha olvidado. Pero ahora, cada vez que leo noticias sobre SOS Corporación Alimentaria se me viene a la mente el código Morse. Vaya con el nombrecito, ¡ni que pintado para describir la situación!
Sumidos en una gran crisis, porque no son capaces de refinanciar la deuda a la que su política de crecimiento vía adquisiciones les ha llevado, anuncian desinversiones, que es la mejor manera de tirar los precios de venta de lo que quieran vender. Claro que no les queda otro remedio al ser una sociedad cotizada en bolsa. SOS Cuétara plantea “vender en un plazo razonable todos los negocios que no sean los aceites vegetales con marcas globales que operen en mercados con potencial contrastado de crecimiento”. O sea, además del proyecto de plantar masivamente olivos, abandonan el negocio del arroz y quieren vender los activos inmobiliarios. Cuando anuncias que vas a vender, sólo con el anuncio de que pretendes hacerlo, los precios de lo que quieres vender bajan. Y el mercado toma nota y anticipa la pérdida que vas a tener que apuntar. Las acciones hoy caen más del 20 %, y eso que ya habían acumulado en el año un 76,2 % de caída.
Hace unos días criticábamos la absurda política de integración vertical hacia atrás que habían seguido en su negocio de aceites metiéndose a agricultores. Pero hay más que criticar. Por ejemplo, el comportamiento de su anterior Presidente, Jesús Salazar, que el consejo de administración cesó en Abril a raíz de ser éste imputado por un presunto desvío de 212 millones de euros a una sociedad de la familia.
¡Veis lo importante que es la labor de los directivos! Por eso, dicen, se auto asignan esos sueldos tan altos. Pero cuando lo hacen tan mal no hay manera de pedirles daños y perjuicios. Y cuando, presuntamente, delinquen, tampoco es fácil que las empresas se vean resarcidas de sus acciones. Esto es, cuando menos, digamos, asimétrico, o, para que todos me entiendan, la ley del embudo.
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