PRIMERA PARTE

Era el año 1980. Yo había sido contratado para Galerías Preciados como Director de Recursos Humanos por un equipo de Dirección de confianza del Banco Urquijo, banco que controlaba y estaba gestionando la compañía entonces ya sumida en una importante crisis – aunque lo peor para la compañía estaba por venir-. El Banco Urquijo -era un banco de inversión- también tenía un papel protagonista en ERT (Unión Explosivos Río Tinto, S.A.) la compañía en la que yo había empezado mi carrera profesional y en la que había tenido oportunidad de dirigir dos factorías, una de las cuales tenía una gran conflictividad laboral y sindical que yo había sabido encauzar negociando con los Sindicatos de entonces – ¡eso sí que eran Sindicatos y no lo que hay ahora! -. Por eso fui contactado por Galerías y se me ofreció la oportunidad de hacerme cargo de la Dirección de Recursos Humanos. Fue una experiencia apasionante de la que ya os he hablado en alguna ocasión. La tarea era disminuir la plantilla de 12.000 a 10.000 empleados pero de forma pactada, sin que hubiera ni un solo día de huelga y a un coste económico razonable, asumible para las maltrechas cuentas de la compañía. Además había que cancelar un plan de jubilaciones de inspiración paternalista, instaurado por D. Pepín Fernández –el fundador de la empresa-, que otorgaba a cada empleado una indemnización de 100 pagas brutas en el momento de la jubilación; un simple cálculo actuarial demostraba que si la compañía, como debía, provisionaba esa eventualidad estaba quebrada: sencillamente no podía hacer frente a esa obligación. Por extraño que parezca se consiguió rebajar la plantilla y cancelar el plan de jubilaciones y se hizo negociando con los Sindicatos a los que explicamos de forma clara la situación y pactando con ellos una salida asumible para todos. Y sin un solo día de huelga.

Pese a todos estos esfuerzos y a otros muchos más, la situación de Galerías se hacía insostenible; y entonces aparece en escena, la entonces imparable, RUMASA. La empresa fue vendida al grupo RUMASA. La verdad es que dinero no había, así que la venta fue un trueque: el Banco Urquijo se quedó con un disperso y heterogéneo patrimonio inmobiliario que RUMASA había ido acumulando como consecuencia de la ejecución de garantías de impagados a sus bancos y RUMASA se quedó con Galerías y con sus deudas.

A mí me habían hablado muy mal de la gente de RUMASA. Pero como nunca me creo lo que me dicen preferí esperar y ver para hacerme mi propio juicio. Y llegaron los ejecutivos de D. José María Ruiz Mateos. ¡Qué imagen!; yo acostumbrado a tratar con los caballeros del Banco Urquijo, impecables, de excelentes maneras, perfectamente vestidos en toda circunstancia, vi inmediatamente que aquellos señores eran unos perfectos patanes: ¡qué trato! No he visto en mi vida a nadie tan grosero como al máximo responsable que pusieron en la empresa; sus discursos a los Jefes de tienda eran una ristra de insultos. Recuerdo su gesto  contraído en un rictus antipático, la piel de su cara de tono macilento marcada por un sinfín de pequeñas cicatrices de un acné juvenil mal resuelto. En vez de un alto directivo su imagen era la de un listero por más que se intentara vestir con elegantes trajes. ¿Y sus segundos?: eran deplorables; una especie de cruce de incompetente con pelota rastrero. Eso sí, todos llevaban en la solapa una insignia en plata y azul con la famosa abejita. ¿Eso era el milagro RUMASA? Pronto me di cuenta de que la gestión les importaba un pepino y que lo único que hacían era contribuir a engordar la bola; bola de activos y pasivos creciente financiada con los depósitos de los bancos del propio grupo, más allá de lo que cualquier política razonable recomienda. Como, además, me daban instrucciones inasumibles por un directivo responsable y que, por supuesto, yo no estaba dispuesto a ejecutar, empecé a incumplirlas y en poco tiempo fui despedido.

Bueno, ya sé que me estoy alargando pero es que el tema lo requiere. Sigamos. Retorné a mi antigua compañía ERT, que seguía en el ámbito del Banco Urquijo, pero al año de dejar Galerías, la situación de RUMASA era tan grave que el Gobierno Socialista la intervino expropiándola para tratar de salvar un montón de compañías y de puestos de trabajo. Inmediatamente fui reclamado para volver a la empresa, esta vez como Subdirector General. Había que darse prisa para tomar el control de la empresa antes de que a nadie se le ocurriera alguna mala idea.

Así que allí me encontré de nuevo. La tarea era inmensa y el equipo de Dirección nombrado por la Dirección del Patrimonio Nacional nos pusimos a ello con la energía que el asunto requería.

¿Qué habían sido de los anteriores responsables de RUMASA? La mayoría estaban en las oficinas centrales mano sobre mano.

Unos pocos meses después, cuando se empezó a organizar la oficina de privatización de las empresas, vino la sorpresa: ¿Quién estaba al frente de la comisión técnica, no ejecutiva, pero de innegable influencia sobre el proceso?: aquel personaje odioso que os he referenciado antes. ¡En ese momento perdí la inocencia! A lo mejor no tenía razones  objetivas para inquietarme, pero  me inquieté. Y aunque seguí actuando de acuerdo a mis principios y convicciones empecé a sospechar que no todo el mundo actuaba igual. Perdí la inocencia pero no del todo, seguía pensando que en la cúspide última todo el mundo era honesto aunque con dudas; aún sigo dudando… ¡Vaya fiasco histórico tanta corrupción como se vio después a cargo de quien presumía de tener detrás cien años de honradez y firmeza! ¿Será verdad que el poder corrompe? A la vista de lo que uno ve cada día en todas partes, por parte de unos y de los otros, parece que algo de eso hay. ¡Qué asco! Estoy seguro de que si todos tomamos conciencia de esto, se acabaría.

SEGUNDA PARTE

Bueno, sigamos, a mi juicio, la expropiación y posterior privatización de las empresas de RUMASA supuso un gasto económico y social mucho mayor que si se hubieran dejado caer  ¿Ocurrirá lo mismo ahora con la intervención que acaba de ser aprobada: el plan Paulson?

Parece que con los 700.000 millones de dólares -por cierto con sólo 200.000 se alcanzarían los retos del milenio para 2015 de los que hemos hablado en este blog profusamente- se van a comprar los activos tóxicos para facilitar que los bancos se desprendan de ellos y recuperen su liquidez. Pero ¿a qué precio? Cuando un bien no es líquido, no hay quien lo venda, ¿cuál es su precio? A lo mejor Paulson que ha estado tanto tiempo en Goldman Sachs y ha sacado tanto provecho de su estancia allí sabe más que yo sobre cómo fijar los precios de algo que no hay quien coloque. Si piensan en el valor “objetivo” de los activos tóxicos, como no van a saber hasta qué punto van a ser fallidos los créditos hipotecarios, ni hasta qué punto van a bajar los precios de los inmuebles sobre los que hay hipotecas finales: ¡no van a poder calcular nada! Ese es el problema de esta crisis que empezó siendo un agujero de 100.000 millones y luego pasó a ser de 200.000, de 300.000, de 500.000 -ahí estaba en Junio- y que ahora es de 700.000. ¡Ojalá! Ya veréis como sigue engordando.

Lo que le toca a quien esté al frente de la cosa es gestionar un montón de dinero del contribuyente americano – el doble del que llevan gastado en Irán y Afganistán hasta ahora – para comprar una cosa que no se sabe bien cuánto vale. No sé pero me suena parecido a lo que os he contado de la privatización de RUMASA. ¿Sería un antiguo ejecutivo de  la confianza de D. José María el más adecuado para esa Comisión Técnica de Privatización?:  no. ¿Será ahora un reputado tiburón de Wall Street – Paulson – la mejor opción para gestionar esto?: tampoco. ¡Qué Dios nos coja confesados!

¡No me gusta nada! Nada, nada, nada.

EPÍLOGO

Dicen -lo dice Warren Buffet- que va a ser un buen negocio y que la agencia que se cree, a largo plazo, va a ganar dinero. La verdad es que si la coyuntura económica desfavorable de aquellos años no hubiera durado tanto, RUMASA podría haber realizado los activos que tenía con importantes plusvalías, pero como eso no ocurrió, al final se colapsó.