La COAG ha presentado su primer Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) elaborado sobre 25 productos agrarios, y la conclusión es que el precio que percibieron los agricultores por las frutas y verduras que vendieron el pasado mes se ha multiplicado de media por 4,27 al llegar a los consumidores. Más de cuatro veces más caro que en origen. O sea un margen de intermediación del 400%. Para los productos ganaderos: el cerdo se multiplicó por 4,97 veces; la ternera por 4,58; la leche por 2,64; el cordero por 2,62; el pollo por 2,3; los huevos por 2,16; y el conejo por 2,05.
Este milagro de multiplicación del precio es comparable al de la multiplicación de panes y peces evangélico, aunque en esta ocasión no son los pobres hambrientos los beneficiados sino los intermediarios a los que cuesta trabajo imaginar con hambre con semejantes márgenes.
La distribución detallista alimentaria está tan concentrada, y tan integrada verticalmente hacia atrás, que actúa en la práctica como un cártel oligopolístico. Los agricultores y ganaderos actúan en un entorno perfectamente competitivo y se ven forzados a vender sus productos al coste de producción sin apenas más margen que el que permite la retribución de los factores de producción a su coste, cuando lo tienen; a veces venden a pérdida o no recogen las cosechas. Ciertamente el poder de negociación de los mayoristas en origen a la hora de fijar los precios es infinitamente mayor que el de los agricultores, que es nulo, y eso deviene en lo que comentábamos. Si esos mayoristas son ya las centrales de compra de las grandes cadenas de hipermercados y supermercados, o actúan en su nombre, casi como empleados de las mismas, nos encontramos con que se juntan todos los eslabones de la cadena de valor entre el productor ganadero o agrícola y el consumidor final. Está claro que el consumidor final tampoco tiene poder de negociación de los precios. Y que las cadenas sí como prueba el escandaloso margen con el que actúan.
En España tenemos un grave problema de inflación. ¿Alguna idea para atajarlo? ¿Tendrían que actuar las autoridades? La Ley de Defensa de la Competencia 15/2007, de 3 de Julio, creó, una institución independiente del Gobierno, la Comisión Nacional de la Competencia (CNC), que integró a los antiguos Servicio y Tribunal de Defensa de la Competencia para preservar, garantizar y promover la existencia de una competencia efectiva en los mercados en el ámbito nacional. Tiene atribuidas funciones de arbitraje, competencias consultivas y labores de promoción de la competencia en los mercados. ¿Dónde se han metido? ¿Hay alguien ahí…? O sea que ¡tenemos una Comisión Nacional de la Competencia! ¡Y tenemos una distribución que multiplica por cuatro el precio en origen de estos productos y no pasa nada! ¡Atenme esa mosca por el rabo, amigos! Una propuesta: que le den a los responsables de la CNC un plazo de un mes para que arreglen eso y si no ¡a la calle esa pandilla de ineptos! ¡Son nuestros empleados! ¡Lo que cobran sale de nuestros bolsillos! Por cierto, ¿cuánto cobrará el Jefe de la cosa…?
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