Ahora, las organizaciones empiezan a demandar un nuevo perfil de directivo. Se requiere que sean altamente competitivos. ¿Cuál es vuestra base para formar a estos directivos?
– Partir de que son ellos los protagonistas de su proceso de aprendizaje. No enseñamos tanto como ayudamos a aprender. Ese es el secreto. Cualquier directivo al que se forma necesita tener enfrente no sólo a un formador sino a un directivo que le acompaña en su proceso de aprendizaje.
¿Cómo ha evolucionado el perfil de estos candidatos desde los años ochenta?
– Cada vez están mejor preparados: mejor formados y más informados. El nivel de exigencia sobre las instituciones de formación es creciente.
¿Qué cualidades debe poseer estas personas que quieren conseguir llegar a la cúspide de una compañía?
– Vale el que está dispuesto a servir. Dirigir es un ejercicio de renuncia. El que llega a la cúspide debe tener sentir dual, dilatado: introtensivo y extroversivo al tiempo; una gran inteligencia y una forma preferencial de orientarla hacia la percepción global de los asuntos; mente abierta y habilidades sociales; y sobre todo compromiso y ética.
¿Cuál sería la formación ideal para un directivo?
– La que parta de que el directivo tiene un gran acervo que sólo necesita completarse e integrarse. La ventaja de formar dirigentes es que aprenden mucho más de lo que se les enseña. La clave está en integrar en nuevos modelos cognitivos, nuevas herramientas y nuevos modelos todo lo que ya saben y algo más.
¿Se puede aprender todo, o hay cualidades que deben ser innatas de las personas para llevar una buena gestión de una compañía?
– Para formar a un directivo hace falta que haya madera de directivo; pero al menos la mitad es aprendizaje, aunque la otra mitad sea la consecuencia de la genética o de las primeras experiencias vitales de las personas.
¿Cómo se enseña a ser capaz de tomar decisiones o a hacer uso de la creatividad propia?
– Más que enseñar, eso se entrena. Si eres creativo se puede acrecentar la capacidad creativa. Si eres líder se te puede enseñar a tomar decisiones.
¿El éxito o el fracaso de una compañía depende del directivo que la gestiona?
– Sí, sin duda. La parte más importante de que se triunfe o se fracase depende de la persona que lidera. Claro que para eso hay que dejarle que lidere y no coartarle.
¿Cómo debe estructurarse organizacionalmente la compañía para alcanzar las metas de la compañía?
– En cada caso de una forma diferente. La estructura está al servicio de la estrategia. Lo importante es que la estructura permita y propicie que el talento de las personas de la organización aflore. Lo malo es cuando las estructuras se convierten en las trampas al talento. Hay muchas compañías que después de gastarse fortunas en contratar talento, no lo dejan aflorar por dificultades de la estructura.
¿Cómo se deben paliar las manifestaciones de desmotivación e insatisfacción laboral?
– Motivar es clave. Para eso el líder debe estar auto motivado. Él está sólo y no tiene quien le motive. Se motiva a los demás con el ejemplo, con la coherencia, con el nivel de autoexigencia. Se motiva desde el respeto a la discrepancia, desde la aceptación de las opiniones diferentes. Motivar no es ser simpático, es ser coherente y es exhibir compromiso a cada minuto.
¿Cómo se enseña a no fracasar?
– El que pretenda no fracasar que se dedique a otra cosa. Ese es el manual de Maquiavelo: haz todo lo que permita que sigas en el poder garantizando que no te equivocas. Para mí dirigir es tomar riesgo, atreverse, no tener miedo a equivocarse. Yo no pretendo enseñar a nadie a no fracasar: ¡a eso que se dediquen otros! Nosotros enseñamos a la gente a intentarlo, desde la coherencia, desde el rigor, desde el conocimiento, desde el compromiso, pero no les enseñamos a tener miedo a equivocarse. Preferimos que acierten y les enseñamos para ello, pero sobre todo, lo que no les perdonaríamos, es que si tuvieran la oportunidad no lo intentaran.
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