Publicado en CINCO DÍAS el 29/08/2006

LA FINANCIACIÓN DE LOS PARTIDOS

Tenemos un gran reto colectivo: sostener y acrecentar el desarrollo económico y el bienestar de nuestra sociedad. Pero ética y bienestar social están correlacionados. La variable con la que más claramente se correlaciona el bienestar de las sociedades es la transparencia y el respeto al marco normativo establecido. En España hay algunos síntomas del deterioro ético frente a los que reaccionamos, en mi opinión con tibieza. Uno de ellos es éste, el de la financiación de los partidos. ¿Tendremos que lamentarnos de haber sido tan tolerantes con algunas prácticas inadmisibles?

La cancelación de deudas a los partidos

La reiterada cancelación de las deudas vencidas de casi todos los partidos por parte de los bancos y cajas -práctica que se viene repitiendo casi desde el comienzo de la democracia- pasa como una noticia más: ¿cómo no se alza un clamor en contra de una práctica que, sabemos todos -no hace falta ser mal pensado-, contamina la acción política de forma directa y obscena por parte del poder económico?

Desde la otra parte, ¿cómo nadie pregunta en las Juntas Generales de los Bancos al Consejo de Administración por esto? A mí me escandaliza; me parece imposible que el hecho de que un banco cancele una deuda a un partido sea algo neutro; si lo consentimos impávidos: ¿qué es lo que estamos dispuestos a ver sin inmutarnos?

La gestión del suelo urbanizable

Cuando estalla un escándalo como el de Marbella, son muchos los que señalan que hay muchas más Marbellas y que el fenómeno de la corrupción en los municipios está generalizada. Nadie reacciona; no hay alarma social alguna. ¿A nadie le preocupa?, ¿tenemos que seguir admitiendo la extendida práctica de que los ayuntamientos -y los partidos políticos y coaliciones que los sustentan- se financien también vía modificaciones de los planes de urbanismo y vía la subsiguiente especulación del suelo?

El famoso 3% -¿o es más?-

De vez en cuando, en algún parlamento periférico que otro, se llega a denunciar que los partidos en el poder se financian o financiaban con porcentajes sobre las obras públicas o sobre otras concesiones. Cada vez que ocurre esto pienso: ¿no hay que ir al Juez, si se sabe que se ha cometido un delito?; cuando no es así, ¿no debería la fiscalía anticorrupción actuar de oficio, cuando el político de turno, que había utilizado el argumento para atacar a sus oponentes, finamente se calla?

Todo parece indicar que no sólo ocurre en las Autonomías. Ha ocurrido en todos los ámbitos de la administración; ¿sigue ocurriendo? ¿Es que está tácitamente consentido que los partidos se financian con porcentajes de la contratas y concesiones a las que da lugar el gasto público? Ante la simple sospecha, ¿no deberíamos reaccionar mucho más enérgicamente?

Corruptos y corruptores

Cada vez que alguien se corrompe hay alguien que le corrompe. La sensibilidad social frente al corrupto es grande, aunque debería ser mayor, pero frente al que corrompe no es lo mismo. Cada vez que se trata de forma benevolente un delito empresarial: ¿qué mensaje se está mandando a toda la sociedad? ¿No es asombroso que sigan al frente de las empresas o integrados en los consejos, algunos personajes que si no han sido condenados es sólo porque los delitos económicos que se les han probado habían prescrito?; ¿es que ni ellos, ni el resto de los grupos de interés involucrados, tienen sensibilidad?; ¿ no deberían denunciarse vehementemente este tipo de conductas?

¿No podemos aspirar a que la financiación de los partidos sea limpia y transparente? Necesitamos que se acometa de verdad la revisión de la ley de financiación de los partidos políticos. La falta de voluntad política de los diferentes gobiernos y partidos para abordarla ha sido patente.

No hay beneficios del mercado sin reglas de juego claras y respeto por ellas. La ética es rentable. Si los partidos políticos no abanderan esa regeneración ética que, en mi opinión, necesitamos, la sociedad debe imponerla. Necesitamos gentes comprometidas en la economía, en los medios de comunicación, en las instituciones educativas, en fin, en toda la sociedad.

Leemos que a los jóvenes les interesa cada vez menos la política; eso es muy preocupante. No es algo que se pueda despachar diciendo que son unos irresponsables, que les encanta hacer botellón y que no se van de casa por lo bien que se vive así. Hoy la gente joven tiene mayor nivel educativo, mejor formación en valores y mejor sensibilidad social que nunca. Otra cosa es que el mundo que les hemos hecho no les guste y, lo que es peor, les hayamos quitado una parte sustancial de la ilusión de que ellos pueden cambiarlo.

Gustavo Mata