Hasta 1965, se entendía que la inflación la generaba el crecimiento excesivo, el incremento de dinero en circulación y los tipos bajos y que se corregía subiendo los tipos para enfriar la economía, es decir tratando de moderar el crecimiento. Pero en ese año, hubo decrecimiento e inflación y no se entendía bien qué pasaba; para definir qué estaba pasando alguien inventó una nueva palabra: estanflación, es decir decrecimiento –recesión o estancamiento – con inflación. Cuando eso se produce los economistas no saben bien qué hacer y se entra en una dinámica negativa descontrolada.
Se dice que una economía entra en recesión cuando crece negativamente más de dos trimestres consecutivos. Ahora, en España – en donde durante años crecíamos más que la media europea y muy firmemente, impulsados por la pujanza de la construcción y el tirón de la demanda interna, pese a que el déficit exterior de nuestra economía era creciente y nuestra productividad no mejoraba- estamos creciendo cada vez menos -mucho menos- y corremos el riesgo de crecer muy poco o incluso de decrecer durante lo que queda de año y en el próximo año al menos. Esa es la crisis; no se trata todavía de una recesión en España. Pero el riesgo de recesión en USA es grave. Para nosotros cada vez hay más gente que diagnostica una mayor probabilidad de que nos ocurra finalmente: que entremos en recesión.
La economía tiene ciclos. Hasta ahora ha sido así. Pero las políticas de los gobiernos pueden ser anti cíclicas y minorar las partes negativas del ciclo y sostener las positivas más tiempo. El aumento de masa monetaria en circulación y los tipos de interés bajos activan la economía: el crédito barato anima el consumo y la inversión; pero puede que las actividades que se aborden amparadas en esos tipos bajos no sean tan pertinentes y los agentes que las aborden no sean tan eficientes. Puede que esos tipos bajos estén dando oportunidades a quien no las merece realmente. Si los tipos fueran más altos, sólo serían capaces de emprender los que proponen muy buenos negocios y fueran capaces de ejecutar los requerimientos que el sector exige de la forma idónea. Poner las cosas demasiado fáciles puede generar ineficiencia. Si el crecimiento es ordenado y modulado por una adecuada política de tipos de interés se puede sostener la economía creciendo más tiempo. Pero el crecimiento desordenado puede generar inflación. Para corregir esto la fórmula clásica era incrementar el tipo de interés para provocar un enfriamiento de la economía que, aunque afectaba al crecimiento, de eso se trataba, conseguía moderar la inflación. El secreto estaba en crecer lo más que la economía permitiera, sin inflación o con la inflación controlada. La inflación puede acabar con el crecimiento y desembocar en crisis.
Durante mucho tiempo hemos tenido una fase de crecimiento muy larga, muy apoyada por los tipos bajos, en todo el mundo, con inflación relativamente controlada. La situación de crisis que tenemos ahora en el mundo es nueva. La chispa no es que las economías emergentes de Oriente o de América Latina se derrumben, es que en USA se han dado muchos créditos indebidos y que los bancos han vendido –titulizado- esa deuda y la han revendido varias veces los diferentes agentes; además las agencias de calificación decían que la deuda que se vendía era buena. De repente todo el mundo se ha dado cuenta de que la morosidad era imparable y que todo el mundo estaba contaminado. Un año después nadie sabe hasta qué punto está afectado el sistema bancario por esto. Pero la causa última, a mi entender, es el crédito excesivamente barato que ha habido durante muchos años. La gente se ha alertado y pese a que los bancos centrales no paran de meter dinero en el sistema los agentes financieros no prestan hay una crisis sería de liquidez que afecta a toda la economía. En USA tratan de arreglarlo bajando tipos para calentar la economía. En Europa han intentado hacer lo contario -lo que en principio a mí me parece una terapia más correcta-. Eso todavía derrumba más al dólar frente al euro. Pero lo que más ha hundido al dólar es el tremendo déficit americano. Piensa que el 70 % o más del ahorro del mundo –sobre todo procedente de China y de los países, pero no sólo de ahí –lo consume este déficit. Encima los yankees están gastando un platal en Irak, para nada – salvo para destrozar un país, matar cientos de miles de personas y tirar por la borda el liderazgo mundial que les correspondía ejercer- .
Por si fuera poco el petróleo escasea a corto plazo –hay inestabilidad en las zonas productoras de África, en América el que tiene más se llama Hugo, el Oriente medio está como está y en Rusia manda Putin – y la demanda está muy creciente por el tremendo incremento del consumo en Asia: India y China, que están creciendo muchísimo –¡falta les hace!-. A largo plazo también parece que va a escasear, pues se vislumbra el agotamiento del recurso. Se diagnosticaba el desastre que supondría que llegara a 100 dólares hace poco y ya nadie pronostica que baje de 150 y hay quien piensa que llegará a 200 pronto. Esto empuja salvajemente la inflación en todo el mundo. La demanda de alimentos es creciente; encima, parte de los cereales se están destinando a producir biocombustibles y, al detectarse nerviosismo en ese mercado, los especuladores se han lanzado a acaparar.
Ahora, en este contexto, cualquier cosa que pase se va a interpretar negativamente, está todo el mundo nervioso. Yo pronostico una caída grave de las cotizaciones de las bolsas, especialmente de la nuestra.
¿Lo que tenemos es algo derivado de un crecimiento excesivo provocado por años de tipos excesivamente bajos y crecimiento también excesivo de la economía, pero controlable mediante la fórmula clásica de subir tipos, o es otra cosa? ¿Tal vez es estanflación?
Espero haberte aclarado algo las cosas.
Gustavo Mata
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