El otro día en una tertulia en radio interconomía, un contertulio ilustraba lo mal que está la situación comentando que muchos empresarios estaban amagando con pasarse a la economía sumergida para capear el temporal. Me escandalizó con la naturalidad con la que se manejaba ese argumento, como dándole cierta legitimidad a quien se sumerge como reacción a la crisis, que es culpa del gobierno, ¡claro!, y por tanto si no hacen nada pues yo me sumerjo. ¡Intolerable! Sí, pero ¿hay mucho de esto?
También me escandaliza la encuesta en la que un tercio de los directivos españoles reconoce que no perdería un negocio por tener que pagar un soborno. ¡Qué vergüenza! ¿Así estamos?
El dinero negro es una de las asignaturas pendientes de nuestra economía. ¿Se combate con firmeza la economía sumergida en España? Los delitos y faltas relacionados con el fraude a la Hacienda Pública se persiguen con muy poco entusiasmo. ¿Por qué? Ayer el suplemento de Negocios de EL PAIS se dedicaba en gran parte al tema del dinero negro y abría con una información inquietante: uno de cada cinco euros en España, se escapa a los controles.
El tráfico del dinero negro se basa en los billetes de 500 euros. ¿Es difícil investigar esto? ¿Qué resultados se han obtenido con las investigaciones que se han hecho?
Una parte importante del fraude se concentraba en la actividad inmobiliaria. ¿De verdad hay alguien que piense que es difícil hacer una investigación a fondo sobre este tema? A mí me parece sencillísimo. Es un delito bien fácil de investigar. ¿Por qué no se hace? ¿Será porque al final de la cadena puede que esté la financiación de los propios partidos?
En España no hay una clara conciencia de que lo público es nuestro, pero puede que tengan parte de la culpa los partidos políticos que parecen pensar muchas veces que lo público es suyo. Debemos considerar a todos los políticos y funcionarios, quienes viven del erario público, nuestros empleados y exigirles un comportamiento consecuente. Con educación pero con firmeza. Somos ciudadanos, no súbditos. Ellos se deben a nosotros, están a nuestro servicio. Por cierto, para rebajar el gasto público habría que plantearse que todos los asesores desaparecieran. Cada vez que un partido gana unas elecciones locales, autonómicas o generales coloca a una gruesa nómina de asesores a vivir del erario público. No paran de aumentar, a cada cambio de gobierno se incrementa la cantidad de asesores. Es una vergüenza y nadie se queja. ¡Los pagamos cada uno de nosotros!
El otro gran mal, que incide gravemente en la economía sumergida es el tráfico de estupefacientes y ahí hemos hecho un dramático ejercicio colectivo de dejación de responsabilidad en los últimos lustros. Despenalizar el consumo de drogas fue un error histórico. Ser complaciente con el tráfico ha sido y es un crimen horrible. ¿Se hace todo lo que se puede? Todo parece indicar que no. Apenas se habla del tema. ¿Quién está detrás de ese asqueroso entramado? ¿Ya estamos corrompidos por las mafias? ¿Es reversible?
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