El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

Autor: Gustavo Mata (página 66 de 88)

PROPIEDAD PÚBLICA Y PROPIEDAD PRIVADA

LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

Os decía el otro día que el debate político en Costa Rica ha sido, históricamente, intenso, entre el PLN -socialdemócrata- y PUSC -neoliberal-. Ahora preside el país Oscar Arias, del PAC –una escisión del PLN-, más de centro reformista, que está en su segundo mandato; todos los ticos con los que he hablado reconocen que lo está haciendo bien, aunque la inflación que ya ronda el 12 % esté estropeando su gestión; ellos la atribuyen casi sólo al alza de los precios del petróleo, aunque la política monetaria y el déficit tanto de las cuentas del estado, como el de la balanza por cuenta corriente tenga bastante que ver en ella, también. El país no tiene petróleo y las primeras materias que exporta son -fundamentalmente- agrícolas; la industria aún no es muy fuerte y los servicios crecen fuertemente aumentando su peso relativo en la economía que tiene una fuerte inversión directa procedente, sobre todo, de EEUU. Todo eso junto, pese a que el consumo interno está tocado por la fuerte inflación, genera déficit en la balanza por cuenta corriente. Como señalaba en mi post anterior, Costa Rica tiene un avanzado sistema público de salud y de educación -avanzadísimo para el área geográfica en la que está-  y un gran peso del sector público puesto que muchos de los servicios básicos -banca, seguros, telecomunicaciones, energía, alcohol, puertos, etc.- se gestionan desde empresas o entes autónomos de capital público, con una dirección manifiestamente mejorable, como suele ocurrir con muchos de los entes públicos, en todas partes. Toda esta carga genera déficit en las cuentas del estado y el Banco Central, pese a su autonomía, se ve arrastrado por la situación y se debate entre subir o mantener los tipos de interés, bajar o no el cambio entre el colón -la moneda local- y el dólar -que dada la situación del dólar en el pasado reciente está relativamente alta-, poner o no más colones en circulación, comprar o vender dólares, etc.

El Presidente Arias querría reformar esa situación privatizando algunas de las empresas públicas -que, además, lo son por mandato constitucional- pero, para ello, no tiene mayoría suficiente y necesitaría el apoyo de los socialdemócratas del PAC, que se oponen.

El vendaval neoliberal que afectó a toda Latinoamérica las pasadas décadas también llegó a Costa Rica, pero no arregó -ni en Costa Rica ni en el resto del subcontinente- casi nada. Ese vendaval ha tenido como respuesta reactiva la aparición en el área de algunos regímenes claramente socialistas -Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador. ¿Paraguay?- que son un fracaso, y de otros de izquierda socialdemócrata  -Chile, Brasil, Perú, Uruguay-, más eclécticos, que están teniendo un relativo éxito.  La situación actual de los mercados de primeras materias al alza –impulsada por la creciente demanda mundial, sobre todo la de China e India- beneficia a los países latinoamericanos -más a los que tiene petróleo, gas o minerales clave- y su crecimiento no se ha visto tan afectado, hasta ahora, por la crisis de EEUU, su gran cliente tradicional. Para  terminar de entender mejor el contexto hay que tener presente la tremenda pobreza en la que viven muchos latinoamericanos y el tremendo peso que tiene la economía informal; en Costa Rica también.

¿QUÉ PAPEL DEBE TENER EL ESTADO HOY?

La respuesta es una decisión soberana de cada país. Pero el debate abierto en Costa Rica me lleva a exponer, brevemente, algunos de sus fundamentos teóricos.

El denominado por Stigler teorema de Coase, formulado por Ronald Howard Coase, Premio Nobel de Economía de 1991, sirve, a menudo, de coartada ideológica a los que niegan que la propiedad pública sea necesaria. El teorema demuestra que cuando, como consecuencia de una actividad económica de alguien que tiene un derecho de uso de un bien público, se generan externalidades negativas para un tercero -consecuencias negativas de la actividad sobre el uso de ese bien público-, la solución óptima -la más eficiente económicamente- se alcanza dejándoles negociar, siempre que los costes de esa transacción sean mínimos o nulos, y prueba que eso ocurriría independientemente de quién fuera el propietario de los derechos de uso sobre el bien público, porque, al final, uno debería compensar adecuadamente al otro, dependiendo  el acuerdo de sus beneficios y de la afectación a los beneficios del otro, a causa de la actividad.

Como decía, este teorema lleva a los dogmáticos a sacralizar la propiedad privada de todos los bienes y a condenar cualquier propiedad pública. Si una fábrica contamina un lago en el que pesca un pescador, independientemente de quién tenga el derecho de uso del lago -la industria o el pescador-, lo mejor sería dejarles negociar y que pactaran la solución. Claro que el teorema de Coase no funciona si la actividad de uno afecta por externalidades negativas, en lugar de a uno, a varios. Entonces, al ser  más de uno los afectados, y no ser afectados individualmente, sino el conjunto, no es posible una solución óptima económica  obtenible negociando individualmente para resolver el conflicto de intereses. La naturaleza común de la propiedad sobre el lago lo hace imposible. La contaminación no está repartida, es común, no hay forma de separar la parte contaminada del lago de cada uno. No hay derechos de contaminación sobre una parte. La propiedad del lago como sujeto de contaminación es necesariamente común. Por mucho que uno negocie una compensación individual, eso no afecta a la resolución del conflicto para  todos los demás. El que acordara primero tendría compensaciones menores y el que esperara a ser el último en negociar las tendría mayores con lo que todos querrían ser el último; es decir, razonablemente, no negociarían.

Por tanto el famoso teorema no sirve si las externalidades afectan a más de un agente. ¡Lo que ocurre siempre o casi! Además si los costes de transacción fueran altos tampoco funciona el teorema. Tampoco se  contempla que las externalidades sean duraderas –con efectos a largo plazo- o irreversibles -lo que, desafortunadamente, en muchos casos ocurre-. Pese a todo, como digo, los dogmáticos epígonos de Coase van mucho más allá que su maestro inspirador y proclaman que este teorema demuestra el origen natural y sacrosanto del derecho de propiedad privada y niegan el derecho de la propiedad pública que sería antinatural e ineficiente “per se”. Lo previo sería que lo que discute el teorema no es la propiedad de un bien público sino el derecho de uso de ese bien, pero ese detalle -fundamental- lo olvidan; ¡por supuesto!

Está claro que el estado, en general, es un mal gestor de empresas, pero no es cierto, a mi entender, que el mejor estado sea el menor estado posible. Pese a todo, los neoliberales conceden -a su pesar- que parte de la seguridad debe ser pública. También la defensa. Para garantizar los bajos costes de transacción, también admiten que debe garantizar la administración de justicia.

Pero no sólo hay externalidades negativas. Las infraestructuras públicas, o la educación crean enormes externalidades positivas. Independientemente de que puedan ser en parte apoyadas por la iniciativa privada son esencialmente públicas.

No todos los bienes son privatizables, algunos son públicos y escasos. Cuando un bien es escaso y público debe ser gestionado en común. Y, entonces, el estado es el único propietario posible. Puede que al estado le convenga encargar a un ente autónomo la gestión, o encargar a varias empresas la gestión y tutelarlas, pero la gestión debe ser común.

¿para qué hace falta el Estado?

Cómo escribí hace unos días en BADARKABLAR el blog de CEPADE: “¿Quién estaría encargado de minimizar los costes de transacción? la administración del Estado. Y ¿quién habría de arbitrar las soluciones cuando los costes de transacción fueran altos?: también el estado. Y si las externalidades fueran a largo plazo ¿quién habría de imponer las soluciones?: ¡vaya!, otra vez el estado. ¿Y si fueran planetarias como la contaminación, el cambio climático, el deterioro irreversible del medioambiente: como la desertificación a la muerte biológica de grandes áreas marinas?: eso no lo arreglaría más que un poder planetario, ¡qué horror! -dirían- ¿No?

También hay externalidades positivas, como las que se producen por la aparición de internet o por la construcción de infraestructuras, etc. ¿De promover esas actividades debe ocuparse tal vez el estado?

¡Vaya con el estado! Resulta que nos hace más falta de lo que pensábamos. Otra cosa es que éste, el estado, se dedique a cosas que no debe hacer o que es manifiesto que cuando las hace es ineficiente, pero ¡qué no nos haga falta!…

No olviden los neoliberales conversos que el estado moderno, con sus tres poderes independientes, etc., es un invento de los liberales, de los de verdad, no de estos epígonos neo conversos que tanto abundan hoy.”

Gustavo Mata

BERLUSCONI

Me gusta dar caña a los partidos políticos, cuando se lo merecen, ya lo sabéis. La crítica quiero que sea positiva. A ver si no lo hacen demasiado mal y les podemos seguir animando a que mejoren. No quiero que por su mala cabeza se desprestigien tanto que den lugar, como en Italia, a que aparezca, como alternativa viable a los partidos, un Berlusconi.¡Dios nos libre!¡Qué espanto!

Aquí:El gobierno a gobernar.Y la oposición: Mariano, suerte en el Congreso, ¡Qué no te pase nada!

COSTA RICA

Los ticos consideran, no sin razón, que son lo mejor de Centroamérica. El país es maravilloso. Tiene una diversidad biológica espectacular y hay una gran sensibilidad medioambiental entre la población. Son muy acogedores y hospitalarios. En los servicios son extraordinariamente amables y educados. En fin: ¡da gusto estar aquí!

Costa Rica no tiene ejército desde que la Constitución de 1949 lo abolió. Es una democracia bien consolidada, estable políticamente, que tiene el mejor índice de desarrollo humano de Centroamérica. Costa Rica consiguió consolidar un relativo estado de bienestar en los años 60 y 70 del siglo pasado, cuando tuvo un fuerte crecimiento económico que permitió subir el gasto social, consiguiendo mejorar el nivel de vida de la población, con la sanidad y la educación gratuita a cargo del estado. El analfabetismo, la esperanza de vida y la tasa de mortalidad infantil, son mucho mejores que las del resto de América Latina.

Costa Rica ha tenido desde hace siempre un sistema con dos partidos alternándose en el poder -PLN, socialdemócrata, y PUSC, neo liberal-. Pero el prestigio de los partidos tradicionales se ha visto muy desgastado porque, hasta tres ex presidentes del gobierno han sido procesados por corrupción, lo que ha generado la aparición de un nuevo partido el PAC –una escisión del PLN- que en las elecciones de Febrero de 2006, ha pasado a ser la segunda fuerza política. El Presidente Arias, que está en su segundo mandato, es del PLN, pero para poder sacar adelante las necesarias reformas que precisa el país necesita el apoyo del PAC, opuesto a la mayoría de ellas.

La electricidad, el carbón, el gas, el petróleo, la fabricación de alcohol, los servicios de telecomunicaciones, el agua, los ferrocarriles, puertos, aeropuertos, y los seguros son del Estado por mandato constitucional. Hay muchos entes autónomos -Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), el Instituto Nacional de Seguros (INS), y la Junta de Administración Portuaria y Desarrollo de la Vertiente Atlántica, etc. -, que son agencias estatales. En estos sectores sólo pueden actuar empresas privadas en régimen de concesión temporal. Esto resulta ineficiente, y la desaparición o conservación de este sistema está en el centro del debate nacional. Lo probable –seguro- es que haya privatizaciones. Otro de los debates nacionales es el Tratado de Libre Comercio con EEUU, Centroamérica y la República Dominicana (CAFTA-RD), que desde 2004 sigue pendiente de ratificación.

Desde los 80 Costa Rica –que perseguía una cierta autarquía- apoyó la apertura y la internacionalización de su economía apoyando la inversión extranjera directa (IED). Costa Rica mantiene acuerdos con México, República Dominicana, Chile, Canadá o Trinidad y Tobago. El paro está en un nivel no muy alto, pese a la inmigración legal e ilegal procedente de Nicaragua -un millón- y de Colombia -más cualificada, pero entre la que se cuela la delincuencia organizada-. Pero sigue habiendo muchísima pobreza.

La economía está en una relativa fase de crecimiento, apoyado en las exportaciones y la inversión, pero el consumo interno continúa estancado, debido fundamentalmente a la alta tasa de inflación, que no sólo se debe al petróleo sino que es estructural y tiene que ver con el alto gasto público, que provoca el déficit en las cuentas del estado y al déficit en la balanza de pagos. La producción agraria tiene mucho peso: café, plátanos, azúcar de caña, cacao, etc., aunque el sector industrial -agroalimentario y el manufacturero orientada a la exportación instalado en las zonas francas: textil, productos farmacéuticos y componentes electrónicos- crece fuertemente. El sector servicios el de mayor importancia, sobre todo turismo, pese a que banca y seguros, hasta mediados de los años noventa, han estado dominados por los monopolios estatales.

En los 90 la inversión directa extranjera hacia las zonas francas aumentó. EE.UU. es el principal inversor directo. El mejor ejemplo de estas inversiones es la enorme inversión de Intel en San José. España no invierte aún en Costa Rica como lo ha hecho en otros países latinoamericanos. Turismo y Telecomunicaciones, además de la Banca, pueden ser un campo abonado para la inversión española. La oportunidad de la progresiva eliminación de los monopolios y la necesidad de mejorar las infraestructuras, junto al imperativo de fomentar la entrada de capitales que tiene Costa Rica lo aconseja. A ver si se animan.

Gustavo Mata

RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE LAS 65 HORAS

Me voy a poner irónico como recomendaba Sócrates. Me pregunto, siguiendo tu argumento, por qué fijar un tope tan bajo como 65 horas a la semana, ¿por qué no subirlo aún más?, yo hay semanas en las que trabajo más que eso; ¿y si lo fijaran en 7×24=168, para los workoolics?; o al fin, siguiendo tu argumento de nuevo, ¿por qué regularlo?; o, incluso aún mejor que no regularlo, se me ocurre fijarlo en 200 horas a la semana para los que trabajamos deprisa o nos levantamos antes, como diría mi recordado D. Tomás Pascual -«Ud. me dirá que no se puede trabajar más de 24 horas al día, pero yo le digo que trabajo 25, porque yo me levanto una hora antes-.

Una cosa es que tú puedas trabajar más, para eso están las horas extras, y que trabajes, y otra que te puedan fijar una jornada ordinaria en convenio superior a esas 45 horas que es lo que ahora se autoriza a hacer en algunos supuestos. A mí, me parece un retroceso lamentable sobre un derecho muy antiguo que costó mucho alcanzar. Y tampoco me vale que porque se hagan muchas horas al margen de la ley haya que cambiar la ley. Últimamente oigo mucho ese argumento: cambiemos la ley porque no se cumple. Bajemos los impuestos que si no la gente no los paga, etc. Y no me gusta nada.

Si además quitamos el salario mínimo, aún me parecería peor. Ya sé que argumentan que al subir el salario mínimo aumenta el uso del sustitutivo -el trabajador cualificado, que es más caro pero más eficiente-, y por tanto al hacerlo disminuiría la demanda de mano de obra sin cualificar -precisamente la que cobra ese salario mínimo- con lo que saldrían perjudicandos los presuntos beficiarios de esa subida . Ese argumento es muy discutible por lo que presupone, que no es cierto. ¿Qué relación real de sustitución hay entre el trabajo cualificado y el no cualificado en las economías europeas? No me parece que sea relevante.

¿Qué pasaría aplicando el mismo cuento a los altos directivos? Fíjate, si se subieran aún más el sueldo -que ya sería el colmo-, aplicando el mismo razonamiento microeconómico que desaconseja subir el salario mínimo, ocurriría que aumentaría el empleo de cuadros medios -el sustitutivo de la alta dirección, pero más barato-, al tiempo que habría algo más de paro entre los Presidentes, Consejeros Delegados y Directores Generales -claro que, como cuando les despiden les pagan una pasta de indemnización, no pasaría nada-.

Si seguimos así: ¿por qué no dejar que los niños de 7 años trabajen? ¿Si quieren y sus padres les dejan? O incluso: ¿sería razonable que tuvieran que pedir permiso, o bastaría que ellos quisieran trabajar para contratarlos?

Ya sé que hago demagogia -no me lo digáis: ante la confesión de la parte no son necesarias pruebas-, pero no soy el único que la hace en estos tiempos tan neoliberales. Me siento tan legitimado como los demás para hacerla.

El salario mínimo garantiza que -al menos- se paga algo medio decente por trabajar; además, hay muchas más cosas de tipo social enlazadas al salario mínimo, como las pensiones mínimas no contributivas y otras.

Los mercados, y la libertad de los agentes en ellos para pactar libremente, son muy buenos para asignar eficientemente los recursos -no hay nada comparable-, pero no arreglan todo, porque dejan indefensos a los más débiles y menos dotados y porque generan externalidades como la contaminación u otras que alguien ha de corregir. Por eso hay que ser solidario, y además porque al final una sociedad cohesionada es siempre más eficiente que una desestructurada y en donde lo único que funcione sea el mérito. Los países más desarrollados económica y socialmente son un ejemplo bien ilustrativo de lo que sostengo, no son sus recursos lo que les hace superiores, es su libertad, su respeto a las normas y su cohesión social la causa de su desarrollo. Por eso me gusta más la igualdad. A los poderosos no les interesa que haya tanta desigualdad, hay que convencerles de ello. La desigualdad no les hace más felices, sino menos. Como todos no son tan filántropos naturalmente como Bill Gates o Carlos Slim, hay que ayudarles, por eso no se pueden bajar tanto los impuestos en la franja alta: hay que subirlos. En eso estoy con Obama.

En fin, esto, como todo, es discutible. ¡Así que a discutirlo!

Gracias por la pregunta Pablo.

NOTICIAS DEL DÍA QUE MERECE LA PENA VER

Esto sí que es serio. Estoy de acuerdo en el dilema que plantea. ¡Vaya viñeta la de Romeu!

Para los escépticos del cambio climático. El calentamiento es un hecho y que se debe a la combustión del carbón, petróleo y gas fósiles, que generan CO2, sobre todo, también. Ahora lo que es indiscutible también es que eso está cambiando la faz de la tierra. Y nosotros de coña. Es cierto que no sabemos a ciencia cierta si lo que dice Al Gore va a ocurrir excatamenrte así, como él lo dice, pero de que somos unos bestias que no respetamos nada y de que nuestro modo de vida occidental no es sostenible,  yo no tengo dudas.

Si yo fuera alemán sería democrata cristiano.

La huelga provoca que suban los alimentos. ¡A que luego no bajan! Es lo que hay: se llama oligopolio y acuerdo colusorio tácito entre los competidores.  Y el Gobierno a otra cosa y eso que hay un ente para vigilar que hay competencia. ¡Qué inútiles!

Bueno, me voy a cenar.

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