Nuestro amigo Pedro Robledo me comenta que el blog está en la lista de nominados como mejor blog de negocios 2008.
Me encanta que haya tan buena acogida y repercusión cuando apenas tiene seis meses de existencia. Es gracias a vosotros que me leeis.
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Como recuerda Pablo, uno de los mandamientos, el noveno, de mi decálogo para tener éxito como jefe es: “selecciona y contrata para trabajar contigo a gente que valga más que tú”. También recuerda Pablo que frecuentemente cito un estudio realizado sobre una amplia muestra representativa de Directivos españoles, en el que se muestra una correlación entre nivel de inteligencia, medido como C.I.G., y el nivel de dirección en el que estaban, para ilustrar mi tesis de que una de las razones del éxito es la inteligencia.
Un jefe para tener éxito debe ser inteligente y una muestra de su inteligencia es contratar a gente que valga más que él. Pablo deduce que hay contradicción entre ambas ideas, contradicción que yo no encuentro. En un caso, el de la primera idea se trata de una recomendación mía – contrata a gente más valiosa que tú – y en el otro se trata de una cita un estudio estadístico que muestra una evidencia -a mayor nivel directivo, mayor inteligencia-. En un caso hablo de personas valiosas, en el otro se habla de C.I.G. y nivel de dirección alcanzado en un momento dado. El hecho de que yo recomiende a los jefes que se atrevan a contratar gente más valiosa que ellos no significa que todos los jefes sigan mi recomendación. Además la gente más valiosa suele ser más inteligente, pero hay más cosas que hacen a la gente valiosa que la pura inteligencia. Por otra parte la gente valiosa, que como digo suele ser inteligente, suele acabar llegando más arriba que los que son sus jefes en un momento dado. No hay contradicción.
Bueno, aclarada la forma, vamos con el fondo: creo sinceramente que para tener éxito hay que ser inteligente. Para tener inteligencia emocional, la que es condición necesaria para la competencia, la primera condición -no la única – es la inteligencia sin calificación, inteligencia sin más. Pero eso no basta. Una visión global, un buen control emocional, un modo de sentir dilatado, el interés por la psicología de los demás y la propia psicología, el conocimiento de las dinámicas de los grupos, un amplio abanico de intereses, impacto personal, conocimiento de las normas de comportamiento social y cultura general, son imprescindibles para triunfar.
De todas maneras para ser líder, además de todo lo anterior, hay que tener el rol de líder entre los roles del catálogo personal de roles a desempeñar en la vida que se fijan en el subconsciente en los primeros años de vida. El líder necesita esa condición, más que biológica psicológica, más que de nacimiento de personalidad; sin ella no hay líder posible. Claro que sobre esa base se puede construir una persona con liderazgo o no, pero sin ella no es posible.
George Walker Bush nació en New Haven, Connecticut, el 6 de Julio 1946.
Cuando contaba dos años de edad su familia se trasladó a Texas, por lo que él se siente tejano. Su padre era allí un próspero hombre de negocios del sector del petróleo. El hijo de papá que era George W. Bush en su niñez y primera juventud disfrutaba de la fortuna familiar y de las influencias de papá y mamá mientras crecía. Estudió sin brillantez alguna una licenciatura en Historia en Yale, que terminó en 1968, y un MBA en Harvard Business School, que terminó en 1975. En lugar de ir a la Guerra de Vietnam, como muchos de sus coetáneos, él se las apaña para servir como piloto en la Texas Air National Guard, un destino menos comprometido. A finales de la década de 1970 George Bush inició sus primeros pasos en el mundo de los negocios con escaso éxito. Su justificada fama de bebedor y juerguista de esa época ha llegado hasta hoy. En 1977 se casó con Laura Welch, con la que tuvo en 1981 a las gemelas Jenna y Bárbara quienes también les han dado algunos disgustillos, por su notoria afición a la diversión extrema y a la cerveza.
La historia de George Bush cambia cuando, en 1986, decide abandonar el alcohol y abrazar la fe evangélica con la pasión propia de los conversos. Algún malintencionado -¿o bienintencionado? – se pregunta si fue una buena decisión, a la vista de las consecuencias que el hecho ha tenido, no tanto para él como para todos los demás. En 1988 George colaboró en la campaña que llevó a su padre a la Casa Blanca. En 1989 compró con un grupo de socios el equipo béisbol de los Texas Rangers.
Tras el fracaso de su padre en las presidenciales de 1992, tomó el relevo familiar en la política y se presentó a las elecciones de Gobernador de Texas que ganó en 1994. Es reelegido en 1998, y desde esa plataforma se lanzó a la conquista de la Casa Blanca. En Texas pasó bastante desapercibido si se exceptúa el hecho de que aplicó de forma inflexible la pena de muerte ejecutando a ciento veinte reos durante su mandato.
En marzo de 1999 anunció su candidatura a la Presidencia de los EEUU, y le ganó las primarias a John McCain. Aunque en la campaña se hizo público su pasado de alcohólico, no precisamente anónimo, y su desconocimiento de la política internacional, pese a su licenciatura en Historia, ganó la nominación. El candidato demócrata Al Gore obtuvo más votos pero Bush tuvo más compromisarios – o al menos los jueces se los dieron, después de un polémico recuento manual parcial en Florida, en donde gobernaba su hermano Jebb -. Pese a las reclamaciones de los demócratas, finalmente, el Tribunal Supremo le dio la Presidencia.
Bush toma inmediatamente un camino opuesto en casi todo al que había seguido Clinton: pone en marcha un recorte fiscal que favorece a los ricos y pone en peligro muchas de las políticas sociales; se niega a ratificar los acuerdos de Kioto para controlar las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio climático tan trabajosamente conseguido; pone en marcha un nuevo programa de escudo antimisiles que resucita el clima de confrontación de la Guerra Fría, etc.
Pero lo peor llega a partir del 11 de Septiembre de 2001 cuando Al Qaeda atacó las torres gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington. Después de la perplejidad inicial del Presidente – en el momento del ataque estaba de visita en un colegio y su incapacidad para reaccionar que duró varios minutos fue retransmitida por las cámaras de televisión en directo -, éste debe afrontar un ataque terrorista brutal en el corazón de su territorio. El hecho inaugura una política fuertemente militarista bajo el principio del ataque preventivo. Inicialmente con el acuerdo de la ONU y respetando formalmente la legalidad internacional interviene en Afganistán; con el apoyo de muchos países, de la OTAN y otros, derrota al régimen de los talibán. Bajo el principio de lo importante es el fin y no los medios organiza una gran estafa a los principios morales autorizando la tortura y la detención irregular de cualquier sospechoso creando centros de retención al margen de cualquier control legal. La más famosa cárcel de la nueva era es Guantánamo: una vergüenza para el género humano que aún sigue en pleno funcionamiento en un limbo legal.
Más adelante se obsesiona con Saddam Hussein. Tras la invasión de Kuwait, éste había sido ya derrotado por EEUU y una coalición internacional en la Guerra del Golfo, bajo la Presidencia de su padre. Para invadir de nuevo Irak organiza la gran mentira de las armas de destrucción masiva; pese a que los organismos de control de la ONU no las encuentra en ninguna parte, él insiste, y con la connivencia militante de Blair y Aznar, en la representación bufa de las Azores, se saltan la legalidad internacional, tan trabajosamente construida durante más de un siglo, e invaden Irak a pesar de las resoluciones en contra del Consejo de Seguridad y del clamor internacional contra la Guerra. La invasión es en principio un éxito, pero sólo en principio. Pronto se ponen en evidencia los grandes errores de la postguerra. Las armas de destrucción masiva no aparecen. Se ha desmantelado el aparato gubernamental iraquí: funcionariado civil, ejército y policía con lo que el desorden es total.
Al fin, lo que se decía pretender evitar – la influencia inexistente de Al Qaeda en Irak – paradójicamente se logra: Al Qaeda se pone al frente de la insurgencia y se instala en el país. Los abusos de las tropas invasoras proliferan. El mundo se queda consternado cuando se comprueba el horror de las torturas y vejaciones permanentes en la cárcel de Abu Ghraib. Cuando el año 2003 se está acabando, por fin detienen al sátrapa y asesino Saddam. Para entonces han sido ya muertos sus dos hijos cuyos cadáveres se exhiben sin el menor pudor. Después de juzgarlo se le ahorca y sin prescindir de los detalles obscenos se filtra el video de la ejecución. Todo muy civilizado. En ese contexto Bush afronta su segunda elección como Presidente. En la campaña sólo se habla de la Guerra y de la lucha contra el terrorismo.
Bush derrota al candidato demócrata John Kerry y logra un segundo mandato. Pero la situación en Irak no para de empeorar y eso va minando poco a poco al Presidente. Y llega la catástrofe del ciclón Katrina que pone de manifiesto la absoluta ineficacia de la administración y la falta de liderazgo político del Presidente. Toda la Luisiana, Alabama y Misisipi bajo el agua y la administración central mano sobre mano mirando. Además empiezan los escándalos. Lo más notable es que Dick Cheney, se ve obligado a dimitir después de que un gran jurado de Washington decida procesarle por perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia.
Y el fin de fiesta de este desastre de Presidencia es la crisis de las hipotecas subprime. Tras años de tipos de interés muy bajos para animar la economía – con las consecuencias que todos conocemos – y desregulación militante de la actividad de los bancos que campaban a sus anchas estructurando la deuda hipotecaria tóxica, dispersándola por el mundo -, la burbuja inmobiliaria estalla y se lleva por delante a la banca de inversión, y, de no mediar la mayor intervención de la historia, el sistema bancario estadounidense y europeo. El fin de fiesta que nos deja Bush es la amenaza cierta de una depresión mundial.
Los ocho años de Bush han supuesto para su nación: la pérdida del liderazgo mundial, un déficit descomunal, una recesión que amenaza con ser depresión global, un sistema financiero que ha perdido la confianza de todos y que necesita refundarse, la legalidad internacional maltrecha, la tortura institucionalizada, la lucha contra el deterioro del medioambiente desarbolada… ¿Cómo pasará a la historia George W. Bush? una encuesta entre más de un centenar de historiadores norteamericanos, le considera el peor presidente de la historia de Estados Unido. Yo también. Tengo una extraña sensación de alivio pensando en que le queda poco más de un mes.
Hasta nunca W.
Dice la Ley Electoral sobre la incompatibilidad de otros trabajos para los diputados:
– Artículo 157. «El mandato de los diputados y senadores será incompatible con el desempeño, por sí o mediante sustitución, de cualquier otro puesto, profesión o actividad, públicos o privados, por cuenta propia o ajena, retribuidos mediante sueldo, salario, arancel, honorarios o cualquier otra forma».
Está claro: el diputado a trabajar en eso y a olvidarse del resto. Pero sólo 45 de los 350 diputados no desempeñan ninguna actividad adicional.
Actividades adicionales declaradas por los diputados:
– 112 son conferenciantes o con actividad artística o literaria
– 90 colaboran con medios de comunicación
– 41 son patronos o miembros de fundaciones o asociaciones de utilidad pública sin ánimo de lucro
– 40 ejercen alguna profesión privada
– 35 son abogados ejercientes
– 30 son concejales o similares
– 22 tienen cargo orgánico en su partido
– 17 administran sus empresas, sin relación con el sector público
– 13 son miembros el Gobierno
– 12 son docentes en universidades públicas
– 6 son docentes en universidades privadas
– 4 están en consejos de cajas de ahorros
– 4 cobran pensiones de viudedad y gran invalidez
– 1 ejerce como economista
– 1 ejerce como arquitecto técnico
– 1 ejerce como veterinario
– 1 ejerce como médico
– 1 ejerce como farmacéutico
¿Y eso? ¿Cómo es posible? Bueno, hay que seguir leyendo la ley. El artículo siguiente dice:
– Artículo 158. «En cualquier caso, los diputados y senadores no podrán percibir más de una remuneración con cargo a los presupuestos de órganos constitucionales o de las Administraciones Públicas, sus organismos autónomos, entes públicos y empresas con participación pública directa o indirecta, mayoritaria».
Me lío en mi estrechez mental. Cómo que en cualquier caso…. si no hay más que una actividad ¿cómo se va a cobrar por dos?
Pero hay más, para añadir más confusión dice la Ley a continuación:
– Artículo 159. «Es incompatible la realización de las conductas siguientes:
a. La prestación de servicios de asesoramiento o de cualquier otra índole, con titularidad individual o compartida, en favor de organismos o empresas del sector público estatal, autonómico o local. (…)
f. Presidente del Consejo de Administración, consejero, administrador, director general, gerente o cargos equivalentes, así como la prestación de servicios en entidades de crédito o aseguradoras o en cualesquiera sociedades o entidades que tengan un objeto fundamentalmente financiero y hagan apelación al ahorro y al crédito».
– Excepciones.- La mera administración del patrimonio personal o familiar [si la empresa no tiene relación con el sector público]
– La creación literaria, científica, artística o técnica, así como las publicaciones derivadas de ellas.
– Las actividades privadas distintas de las recogidas en el apartado 2 que serán autorizadas por la respectiva comisión de cada Cámara.
Pero se puede o no se puede. O sea no entiendo nada. ¿O lo entendemos todo?
Por si fuera poco la ley prevé un procedimiento opaco de revisión de las actividades de los diputados. El Pleno del Congreso aprueba a puerta cerrada un dictamen reservado sobre el tema que, en cada caso, ha sido elaborado por la Comisión del Estatuto del Diputado. Los demás votan a ciegas el dictamen por imposición legal. Los datos son reservados y el Congreso no puede investigar la veracidad de los datos declarados por el diputado.
¡Vaya ejemplo para los demás!
En fin: ¡políticos!
Lo que empezó siendo una grave crisis financiera y continuó siendo una más que grave crisis de confianza, ya está afectando gravísimamente a la economía real. La recesión es un hecho en los países desarrollados y los países emergentes y los productores de primeras materias, a los que hasta ahora les había ido relativamente bien, también empiezan a estar afectados. Nadie está a salvo.
Hace año y medio, todavía la economía mundial continuaba creciendo. Hasta el verano de 2007 seguíamos instalados en el optimismo. Tras tres lustros de crecimiento sostenido de la economía casi nos habíamos olvidado de que en la economía hay ciclos. La crisis de las hipotecas basura se inicia al empezar a desinflarse la burbuja inmobiliaria en los EEUU que había sido alimentada por los bajos tipos de interés, tan bajos que eran negativos si se descontaba la inflación, que durante demasiados años promovió el otrora gurú indiscutido Alan Greenspan. Al devaluarse bruscamente los activos inmobiliarios comenzaron los impagados y la caída del valor real de los productos estructurados que la Banca de Inversión montó con la colaboración dolosa de las agencias de rating en los que se disimuló la baja calidad crediticia de éstas hipotecas subprime mezclándolas con otras. La contaminación subsiguiente de una buena parte de la banca internacional, que había comprado los activos estructurados contaminados, y su ocultación también dolosa, pues en lugar de aclarar cuanto antes hasta que punto estaban afectados lo ocultaron mientras pudieron, generó una tremenda desconfianza entre los bancos. Eso devino en una crisis de liquidez que se trasladó a las empresas y que generó la desconfianza de los depositantes que retiraron sus depósitos hacia activos más sólidos como la deuda pública. Las bolsas se han derrumbado. Los mercados de futuros también. Muchos bancos hubieran suspendido pagos o quebrado de no ser por la masiva intervención pública. Falta el crédito y las empresas empiezan a colapsarse. El paro se dispara. La lista de víctimas aumenta.
Pero también hay víctimas ideológicas: la contrarrevolución neoliberal y neoconservadora que se inició hace veinticinco años, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, que se había instalado como un nuevo paradigma de obligada aceptación en todo el mundo, se derrumba. La verdad es que Reagan y Bush dejaron gigantescos déficits y la economía creció tanto con ellos como con Clinton, y con él con superávit público, pero nada de eso importaba. El liberalismo sin límites estaba basado en la revelación divina o casi.
Pero ahora la desregulación y la autorregulación que eran los nuevos paradigmas son abandonadas y el nuevo paradigma es la intervención. Los mercados que eran los que mejor asignaban los recursos son intervenidos sin reparo ni pudor alguno. Antes cualquier intervención era perversa; ahora la carrera para ver quién interviene más imparable. El Estado es el problema y no la solución, decían los que ahora dicen la intervención del estado es la única vía de salvación. Los epígonos seguidores fanáticos del neoliberalismo más radical son hoy los protagonistas de la mayor intervención estatal en la economía que los siglos han contemplado.
Una forma de entender el mundo se ha derrumbado. Los libros de Hayek, Fridmann, etc. que había cuestionado radicalmente el papel del estado en la economía son retirados a la parte menos visible de las bibliotecas. Las antes despreciadas tesis de John Maynard Keynes, están siendo de nuevo aplicadas; sus libros desempolvados y colocados en el sitio de honor, el más visible.
Como bien dice Krugman “La línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton habría evitado el caos y las quiebras de hoy….el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación…es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.”
Cuando todo se aclare, que se aclarará aunque tarde en hacerlo, ¿alguien volverá a levantar la bandera del liberalismo sin controles? Seguro que sí.
El mercado asigna muy bien los recursos pero no lo arregla todo. Sin controles ni regulaciones los mercados tienen muchos efectos perversos. Lo decía ya Adam Smith. Ninguna teoría explica todo ni se debe aplicar sin restricciones.
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