El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

Autor: Gustavo Mata (página 30 de 88)

HOY, 19 DE ENERO, ESTARÉ EN RADIOINTERCONOMÍA

Como siempre, en el programa de Susana Criado, Cierre de Mercados, más o menos a partir de las 16:20, en la tertulia. El miércoles pasado también estuve, pero no estaba programado previamente y no llegué a tiempo de avisaros. Lo tenéis en el archivo digital, por si os interesara.

Hoy estoy celebrando en mi intimidad, conmigo mismo, el último día de la era Bush. Ufff, ¡qué alivio!

JUANA MARÍA ROMERO CAMPILLO. IN MEMORIAM

El viernes por la tarde y el sábado por la mañana estuve, como hago todos estos fines de semana de Enero y Febrero, dictando clases en Zaragoza, en la Universidad de San Jorge. Era el colofón de una semana dura, con muchas clases en IEDE, en CECO, en la Universidad Complutense, en el CSE… Cuando regresaba a Madrid en el AVE, relajado, leyendo a Cabrera Infante, medio dormido, pensando en el descanso, me llegó una de esas noticias que uno nunca desearía recibir; una de esas que cuando ocurren, aunque sean esperables y esperadas, uno se resiste a aceptar.

Amigos, hoy estoy muy tocado. Seguro que no estoy muy inspirado para escribir nada. Pero necesito sentirme cerca de vosotros y escribir un poco. Y sobre todo me apetece hablaros de una persona grande; alguien muy especial para todos la que la hemos conocido. Una persona que se acaba de ir. Que se ha ido de puntillas. Como ha hecho siempre. Sin llamar la atención. Tratando de no molestar a nadie. Obsesionada con eso. Una mujer con un personal estilo de estar y, sobre todo, de no estar.

Juana María Romero, Juani, acababa de dejarnos. Cuando su marido, mi amigo del alma Andrés Carrillo me lo estaba comunicando el sábado no pude dejar de pensar que Juani había tenido conmigo el detalle de irse en el único momento en el que mi agenda me permitía acercarme a Cartagena para despedirme de ella y para estar cerca de Andrés y sus hijos. Me obsesionaba eso: no poder estar allí. Ella era así. Discreta. Detallista. Pero eso no le impedía ser genuina, generosa, simpática, abierta, maravillosa… con quienes consideraba suyos.

Juani: ¿cómo puede ser tan grande hoy tu ausencia? Como era de esperar en alguien como tú, nos hemos terminado de enterar de lo grande que eras, y eso que creíamos tenerlo claro, midiendo el vacío que nos has dejado a todos cuando te has ido. Todos nos hemos sentido así: vacíos. Se podía palpar hoy mientras te despedíamos.

Pero nos has dejado un vacío lleno. Un vacío lleno de ti. No te vas de mi cabeza, ni la de mi esposa; estoy seguro de que todos los que hemos estado despidiéndote estamos igual. Añorándote. Llenos de tu ausencia.

Siempre fuiste así. No te gustaba hacerte presente, no querías mostrarte como eras de verdad. Eras discreta hasta el extremo. Sólo cuando te sentías totalmente rodeada de amigos te mostrabas como realmente eras. No era un tema de que te gustaran las distancias cortas. Aunque fuéramos muchos los que estuviéramos contigo, si te sentías rodeada de amigos eras tú. Genuina. Y eras una sorpresa: ¡qué maravilla de mujer! ¡todo espontaneidad! ¡todo gracia y simpatía! ¡cuántos ratos inolvidables hemos pasado juntos!

Se notaba hoy lo que eras -y lo que nos enseñaste a todos a ser con tu ejemplo: sin solemnidad innecesaria, con tu naturalidad, con tu sencillez y con tu gracia y alegría-, viendo la sobrecogedora entereza de tu marido y la dolorida serenidad de tus hijos. Y se podía notar tu huella viendo la perplejidad ante tu ausencia de todos los que estábamos allí contigo.

Tú tenías la capacidad de llenar, sencilla y discretamente, el espacio a tu alrededor. ¡Cómo se siente que no estés! ¡Cómo se te echa de menos! Pero, Juani, vas a durar mucho más de lo que nos has durado a los que te hemos tenido. Vas a estar con nosotros, muy presente, mientras los que te conocimos te recordemos. En Andrés, tu marido, vas a estar presente cada segundo; en tus hijos y en tus nietos estarás siempre; en toda la familia y en todos tus amigos estarás presente por la eternidad que seamos capaces de construir en el recuerdo que te mereces.

Un beso más amiga. El más especial de todos para ti. El que tú te mereces.

BUSH Y OBAMA

¿Se puede ser sincero e inteligente y pensar que Bush es buena persona?

A mi juicio, probablemente equivocado y siempre respetuoso con la opinión de los demás, creo que no. Si te parece mal Bush, en una valoración global, aunque algo haya hecho bien -me cuesta trabajo pensar qué-, probablemente seas sincero e inteligente. Si eres sincero, probablemente sólo si fueras poco inteligente te podría parecer bien semejante individuo. Pero si no eres sincero puede que digas que te parece bien, aunque seas inteligente.

¿Por qué digo esto? Porque Obama, en su última entrevista concedida a la cadena CNN, poco antes de su toma de posesión, dijo que siempre creyó que el actual inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush, era «una buena persona». Dijo: «Creo, a título personal, que es un buen hombre que adora a su familia y a su país». Dijo también que Bush tomó las mejores decisiones que pudo bajo las circunstancias difíciles que le tocó gestionar.

¿Qué ha pasado? ¿El inteligente Obama es poco sincero? ¿Es sincero pero se ha vuelto poco inteligente? No; lo es; está claro pues no para de dar muestras de ello. ¿Es, entonces que no está siendo sincero? Hasta ahora creo que lo había sido, pero, puede que ante la proximidad de asumir el puesto de líder de Occidente, ya empiece a mentirnos aunque sea, para empezar, con mentiras piadosas. Va a ser eso. El nuevo Presidente -sólo faltan tres días, y se me van a hacer largos, de “disfrutar” de Bush- asegura en la misma entrevista que eso no cambia su opinión de que durante los últimos años se han tomado una serie de decisiones erróneas y que ahora él deberá heredar las consecuencias de muchas de ellas. Ya estamos siendo poco sinceros. O lo uno o lo otro.

Pero tranquilos: Obama prometió una «ruptura total» con la gestión de Bush. ¿Será así seguro? Mira que si fuera mentira.

¡Qué Dios, o quien sea, le ilumine! ¡Y que no le falte el valor!

Aunque nos suene a música conocida y no nos traiga a todos buenos recuerdos la frase, digamos otra vez: ¡No nos falles Obama!

AUMENTOS DE SUELDO

Pese a la crisis – en la que, justificada o injustificadamente en la mayor parte de los casos se ampararán para no hacerlo o escatimaros algo de lo que os correspondería legítimamente – a algunos os van a subir el sueldo en estas fechas, u os van a liquidar la parte variable de vuestra retribución.

¡No deis las gracias! ¡Aunque sea mucho! Eso es vuestro, y además, con toda probabilidad será menos de lo que debería ser.

Yo, cuando me los hacían, nunca daba las gracias por los aumentos de sueldo. Ahora ya no me pasa, porque como no necesito tanto, si quiero ganar más me basta con trabajar más. Soy autónomo. Pero cuando era joven y trabajaba por cuenta ajena, para ganar más, dependía de la voluntad de mis jefes; aunque también, os lo confieso, al final dependía más de mi capacidad para buscarme otro trabajo mejor pagado.

Al principio sí daba las gracias por los aumentos, pero a partir de un cierto momento me prometí a mí mismo no volver a hacerlo. Os cuento lo que me pasó.

Yo comencé ganando 200.000 pesetas brutas anuales, en el año 71. Apenas me daba para pagar mi manutención, pero era feliz. A los seis meses estaba pactado que me subirían a 250.000. Y lo hicieron, pero a los cuatro meses. Os podéis imaginar que di las gracias profusamente a mi jefe cuando me lo comunicó. Era lo que él esperaba. Al año siguiente me subieron a 300.000, no era gran cosa con la inflación que había, y volví a dar las gracias. Al siguiente la subida fue muy grande, me subieron a 450.000 pesetas brutas anuales, un 50 %, y no sólo di las gracias, me faltó sólo hacer cabriolas de agradecimiento como un perillo cuando su amo le da una golosina de su gusto. Un mes más tarde me enteré que la política de la compañía, revisada ese año, era pagar de entrada 400.000 pesetas anuales a los ingenieros de primera contratación, durante el período de prueba, y a los seis meses, al firmar el contrato fijo, subirles a 450.000. ¡Me habían tomado el pelo! No me quejé, no dije nada, pero me juré a mí mismo que nuca más daría las gracias por un aumento de sueldo. Hasta hoy.

A veces, sobre todo cuando empecé a dirigir empresas grandes, mis patrones me pagaban incentivos realmente grandes y se me quedaban mirando para ver mi reacción. Se quedaban perplejos ante mi silencio. Pero yo me acordaba de aquello que me había ocurrido y no daba las gracias jamás. A veces me preguntaban ¿Te parece bien? Y yo decía sí o no y matizaba el porqué, pero de dar las gracias nada de nada. Me mordía la lengua si era preciso.

Aunque este año pinten bastos, deseo que os suban el sueldo a todos mucho y que nadie os escatime vuestros incentivos. Y ya sabéis mi recomendación: No deis las gracias. Aunque, finalmente, lo que os aconsejo en serio es que hagáis lo que os plazca.

GANAR DINERO

Tengo una casa de verano en la costa de Murcia, en Cabo de Palos, y muchos amigos allí. No voy mucho pese a que me viene de miedo ir para descansar, pero estoy siempre liado. Mis amigos de allí piensan que me retiene aquí el afán de ganar dinero. Me dicen: “¡Vente para acá Gustavo!, ¿Qué haces en Madrid siempre liado? ¿Para qué trabajas tanto? No ves que no hay ningún ataúd que tenga bolsillos. El día menos pensado tenemos que llevarte para Poniente. Sí, es lo que pensábais: hacia Poniente es hacia donde queda el Cementerio.

Mis amigos de Cabo de Palos tal vez no saben que yo disfruto con todo, con mi trabajo y con mis aficiones, y concretamente que soy muy feliz trabajando en lo que me gusta. No pienso en jubilarme en ningún momento. Eso sí, nunca hago nada que no me divierta hacer. Ese es el lujo que siempre me he consentido y me han consentido. Yo no trabajo más pensando en ganar más. Me gusta ganar dinero. Pero soy de los que piensan que el dinero sólo sirve para no tener que preocuparse por él. Para cada persona el nivel de dinero necesario para no tener que preocuparse por el dinero es diferente. Unos necesitan más y otros menos para llegar a ese umbral. Es cierto que no alcanzar ese nivel genera mucha frustración y una gran incomodidad vital. El dinero no da la felicidad, pero la carencia del mínimo necesario para ese confort vital tampoco. Y la pobreza es la mayor de las obscenidades. Los seres humanos no deberían ser jamás pobres. Pero si se tiene mucho más dinero del necesario para no preocuparse por él resulta que uno vuelve a tener que preocuparse. Hay mucha gente muy rica obsesionada todo el día por el dinero. Temerosa de perderlo. Sufriendo por culpa de ser tan ricos. Es lamentable. ¿Merece la pena tratar de tener más y más? ¿Para qué? ¿No será mejor centrarse en saber más, en disfrutar de la vida sencilla más y más, etc.?

Muchas veces me he reprochado no tener más interés por el dinero del que tengo. Esa característica mía no me parecía la mayor parte de las veces una virtud, pensaba que más bien era una carencia. Pero ahora, a la vejez, tengo dudas. Puede que mi desinterés por el dinero me haya ayudado a ser más feliz, y desde luego más libre. He trabajado mucho, he sido ordenado en el gasto sin privarme de nada razonable y tengo lo suficiente. No me preocupa excesivamente administrar mis ahorros. Tampoco hay tanto que perder como para sufrir por la duda.

El dinero que uno ha ganado en su vida es, en esta sociedad nuestra, una medida del éxito conseguido en el periplo vital. Pero no es la única medida. Creo que para muchos -profesionales y empresarios- es una sensación fantástica la que tienen cuando ganan dinero. Es el reconocimiento a su éxito. Estoy seguro que es mucho más grato para casi todos ganar dinero que tenerlo.

En una ocasión, Manuel Calvo, el gran empresario fallecido no hace mucho tiempo que fue líder de Conservas Calvo durante muchos años, me dijo hablando de estos temas: “Gustavo, nadie me lo cree, pero a mí el dinero no es lo que me gusta, lo que me gusta de verdad es esa sensación que tengo cuando lo gano”. D. Manuel dejó en manos de la generación siguiente la dirección de empresa en vida. La prensa se hizo eco del hecho. Y a mí me extrañó mucho. No me encajaba con el personaje. A los pocos meses falleció. Ya estaba gravemente enfermo cuando se retiró del timón. Entonces lo entendí. Son muchos los empresarios que son así. Tratan de ganar y ganar, más que de tener y tener dinero. Por eso triunfan. Porque apuestan una y otra vez su fortuna emprendiendo.

Pero los ricos deberían ser filántropos. La mayor felicidad es compartir lo que se tiene. Mayor felicidad que la que se puede lograr acumulando una fortuna inmensa. En nuestro país no abunda tanto la filantropía, pero en Estados Unidos es muy común que quien se ha enriquecido mucho ceda luego la mayor parte de su fortuna a diferentes actividades filantrópicas. La mayor parte de los filántropos son muy dichosos compartiendo su fortuna.

Los que no tenemos fortuna que compartir, nos queda compartir con los demás lo que somos. Eso también da mucha paz.

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