El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

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MICROECONOMÍA DE CONTRASTE PARA NEOLIBERALES CONVERSOS. LECCIÓN 3.

Dice la microeconomía neo liberal que subir el salario mínimo perjudica el empleo de los trabajadores menos calificados –precisamente a los que trata de favorecer- . ¡El estado siempre estropeando el libre juego de fuerzas el mercado que ¿todo? lo arregla!

El argumento es sencillo, “caeteris paribus”, al subir el salario mínimo aumenta la demanda de su sustitutivo –el trabajo de mayor cualificación- y disminuye la demanda del trabajo sin cualificar -el que cobraría ese salario mínimo-.

Digo yo, aplicando el mismo argumento anterior, en un análisis comparado, “caeteris paribus”, que las constantes –y para mí escandalosas- subidas de la retribución de los altos directivos debería aumentar la demanda de directivos medios -el sustitutivo de la alta dirección de precio más bajo- y, en consecuencia, aumentar el desempleo de los altos directivos. Claro que en este caso no hay que preocuparse, porque tienen asignadas unas indemnizaciones por cese tan altas que no tiene problema para el resto de su vida.

¿Qué elasticidad cruzada hay entre el trabajo de la mano de obra sin cualificar y el de la mano de obra cualificada? Al menos en nuestras economías desarrolladas, yo no la veo. Tal vez haya mayor elasticidad cruzada entre la altísima dirección y la alta dirección, o entre esta y la media.

En fin a mucha demagogia por parte de unos bien valdría aplicar un poco de demagogia por parte de otros (yo soy de los otros, claro).

El salario mínimo es una referencia para muchas otras cosas en muchos convenios y para la administración. Un poco de mesura al hablar de las cosas. Los modelos simplifican la realidad y si los maneja un cínico para que un dogmático las incorpore a su acervo como verdad revelada todos salimos perjudicados.

MICROECONOMÍA DE CONTRASTE PARA NEOLIBERALES CONVERSOS. LECCIÓN 2.

Dicen, no sin poca razón, aunque no con toda la razón, como pretenden los dogmáticos, que en los mercados la mano invisible de Adam Smith todo lo arregla: “cada uno buscando su beneficio particular, consiguen todos el mayor bienestar colectivo posible”. ¡Voilá! (golpe de chistera y mutis por el foro -que diría mi admirado David Navarro, Lord Daven, con quien mantengo una relación biunívoca: discípulo-maestro; a ratos yo soy el maestro y a ratos lo es él-).

El primero que no sacralizó ese principio, relativizándolo, fue el propio Adam Smith –gran humanista. Muchos economistas eran grandes humanistas –como Marshall, un ejemplo paradigmático de lo que decimos-. Pero ya se sabe que lo peor de las sanas teorías de los maestros son los epígonos que sin entender de verdad de lo que plantean les siguen como autómatas -por si acaso aclaro; según el diccionario de la RAE: epígono:(Del gr. πγονος, nacido después); 1. m. Hombre que sigue las huellas de otro, especialmente el que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior.)

Pues bien, no siempre es verdad lo de la mano invisible. Hotelling planteó que si dos vendedores de perritos calientes se situaran en un playa de, pongamos por ejemplo, un kilómetro de longitud, lo más eficiente sería que cada uno atendiera a una mitad de la playa, situándose, cada uno de ellos, en el medio de su mitad. De esta manera se minimizarían los desplazamientos de los clientes: cada uno atendería a media playa. El desplazamiento máximo sería de un cuarto de kilómetro.

Pero puesto que cada uno de ellos sabe que si se desplazara hacia el centro de la playa conservaría los clientes de su lado, seguros, y resultaría más atractivo para algunos de los otros, atendidos en principio de forma preferente por su competidor, se iría hacia el centro. Como el otro sabe lo mismo, al final ambos vendedores se situarían en el medio de la playa, juntos, lo que, pese a su lógica competitiva, no es eficiente desde el punto de vista económico.

La economía no necesita dogmáticos que una vez que reciben una explicación simple la toman como verdad revelada. Necesita escépticos, caviladores, dubitativos,…, o sea: científicos, para hacerla avanzar en beneficio del hombre, no del mercado.

MICROECONOMÍA DE CONTRASTE PARA NEO LIBERALES CONVERSOS. LECCIÓN 1.

Ronald Howard Coase nació en el Reino Unido y estudió en la London School of Economics donde se graduó en 1932. Emigró a Estados Unidos, y dictó clases en la Universidad de Buffalo, en el Center for Advanced Studys in the Behavioral Sciences, en la Universidad de Virginia y en la de Chicago. Es Premio Nobel de Economía de 1991. Su famoso teorema, en el que muchos neoliberales fundamentan que el estado es el único causante de todos los males o casi, formula que en una situación en la que existan externalidades negativas derivadas de la actividad económica, si las partes que están implicadas en la generación y las consecuencias de las externalidades, pueden negociar sin ningún costo de transacción, pueden resolver por sí solas el litigio que tuvieran de la forma más eficiente económicamente.

Las externalidades son efectos no buscados directamente de la actividad económica, como por ejemplo molestias por ruido al vecindario de una fábrica, pastos o cultivos perjudicados por las emisiones de una chimenea, perjuicios por el ruido de un bar, etc.

Es brillante el teorema, y muy clarificador acerca del papel de la administración, pero los epígonos neoliberales de nuevo exceden en sus conclusiones la voluntad del maestro al propugnar que entonces para qué hace falta el Estado. ¿Quién estaría encargado de minimizar los costes de transacción? la administración del Estado. Y ¿quién habría de arbitrar las soluciones cuando los costes de transacción fueran altos?: también el estado. Y si las externalidades fueran a largo plazo ¿quién habría de imponer las soluciones?: vaya, otra vez el estado. ¿Y si fueran planetarias como la contaminación, el cambio climático, el deterioro irreversible del medioambiente: como la desertificación a la muerte biológica de grandes áreas marinas?: eso no lo arreglaría más que un poder planetario, ¡qué horror! ¿No?

También hay externalidades positivas, como las que se producen por la aparición de internet o por la construcción de infraestructuras, etc. ¿De promover esas actividades debe ocuparse tal vez el estado?

RETOS DEL SIGLO XXI. ¿CUÁNTOS CABEMOS AQUÍ?

La capacidad de explotar el medio es lo que ha condicionado el crecimiento de la humanidad. Llevamos 100.000 años, más o menos, aquí. Los primeros 90.000 fueron de escaso éxito para la invasión de la tierra por parte de los hombres. La caza, la pesca y la recolección limitaban los recursos disponibles y, por ende, la población.

La agricultura supuso un gran salto; cuando aparece ésta, hace 10.000 años, se estima que había en el mundo algo más de 200 millones de habitantes; a partir de entonces el crecimiento de las poblaciones de humanos se disparó. Comienza la deforestación para liberar áreas para el cultivo. Aparecen las ciudades. La tierra empieza ya a cambiar mucho por efecto de la actividad humana. Ya hemos hablado de ello en otro post. Domesticamos animales para el trabajo de la tierra, aparece la ganadería extensiva e intensiva, aterrazamos las laderas de las montañas, construimos canales para el riego, plantamos especies de más rendimiento -arroz, trigo, maíz- que las originales de los ecosistemas naturales. Sobre todo en Asia eso propicia una gran explosión demográfica. En 1830 había ya 1.800 millones de personas sobre la tierra.

La segunda gran explosión se produce con la revolución industrial. Desde entonces, en menos de 200 años, hemos llegado, desde esos 1.800 millones, hasta los 6.500 millones actuales. La causa es la utilización de las energías almacenadas por la tierra en forma de combustibles fósiles. El carbón, el petróleo y el gas han posibilitado ese incremento espectacular. Aunque hizo falta incrementar la producción de alimentos y eso se consiguió, sobre todo, por la utilización de los fertilizantes químicos nitrogenados -que en definitiva se producen desde esos combustibles fósiles, con su energía-, lo que ha permitido que la producción de alimentos esté a la altura de las demandas de una humanidad hambrienta y en crecimiento imparable.

No sólo somos cada vez más, cada vez empleamos mecanismos más sofisticados para dominar la naturaleza y cada vez somos más ricos, lo que implica que cada vez tenemos mayores necesidades. El impacto sobre el medioambiente es una combinación de todos esos factores que tienen efecto multiplicador sobre la utilización de los recursos, hasta el extremo de que empezamos a ver, de forma clara, que la dinámica actual no es sostenible. Ya hemos hablado del agua y del petróleo. Otros recursos también se agotan. Por ejemplo las pesquerías están ya agotadas. Hace unos años tuve un encargo del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación para estudiar estrategias de apoyo a la internacionalización de la flota pesquera española, y me quedé aterrado. Estábamos acabando con los recursos pesqueros en todo el mundo. Muchos de forma irreversible. Desde entonces la situación no ha parado de empeorar. Literalmente hemos colocado a la mayor parte de las especies marinas en situación de colapso por sobrepesca. Se necesitarían muchos años de moratoria para intentar la recuperación y se duda que sea posible en muchos casos, aún con la utopía de que no pesquemos para lograrlo. Ya sé que la acuicultura nos ha ayudado mucho, pero el impacto ecológico de ésta es tremendo. Baste señalar que el cultivo de camarones casi ha acabado con el ecosistema del manglar entre los trópicos y el ecuador.

¿Debemos pensar que hay también un límite a la población? ¿Hay una población sostenible? Hay dos corrientes principales de opinión, la de los optimistas que sostienen que no hay un límite porque la tecnología cada vez proveerá de más y mejores soluciones, y eso hará que cada vez quepamos más humanos en la tierra, y la de los pesimistas que creen que el impacto de la actividad humana sobre el medio está llevando ya al planeta al colapso. ¿Hay una tercera opinión? Claro, la intermedia –«in medio est virtute»-; hace falta una transición razonable desde las actuales tendencias de crecimiento, para nosotros, insostenibles, hasta alcanzar una población compatible con la conservación del planeta.

Creo que es imperativo controlar la población total sobre la tierra y que la actual trayectoria de crecimiento no es sostenible. En el año 2050, dependiendo de cómo se desarrolle el control de la natalidad, seremos entre 7.800 millones si actuamos rápidamente, o 10.600 millones si no lo hacemos. Pensad que si la tasa de fertilidad TFT (número de hijos por mujer) no bajara, es decir se mantuviera en los valores actuales, llegaríamos a ser 11.700 millones en ese año. En cualquiera de los escenarios el incremento, como ya señalábamos en otro artículo de la serie, se dará en los países más pobres. Las altas TFT se asocian a la pobreza y esta se asocia a las TFT altas. Es un círculo infernal. La solución para disminuir las TFT es la educación de las mujeres, la emancipación de las mismas y una salud reproductiva y sexual al alcance de todas ellas en todo el mundo.

Entre los olvidados compromisos del milenio de la ONU están: lograr la educación primaria universal, y eso incluye a las niñas, promover la igualdad entre los géneros y la liberación femenina, reducir la mortalidad de niños menores de 5 años y mejorar la salud materna. Un aumento de la supervivencia de los niños nacidos va a determinar, casi inmediatamente, unas menores tasas de fertilidad, como también señalábamos en otro de los artículos. Si se cumplieran esos objetivos, las tasas de fertilidad en los países más pobres descenderían a niveles razonables. Eso haría que la tasa de crecimiento global se hiciera compatible con la conservación de los ecosistemas y con la conservación de las especies animales y vegetales. Habría que apoyar medidas para paliar el efecto del envejecimiento de la población. Aunque cada vez que se ha producido un ajuste de población, los viejos envejecemos más despacio y nos podemos mantener activos durante más tiempo. ¡Ved la muestra! Yo estoy como una moto nueva, para algunas cosas.

Mientras esta evidencia se instala en las mentes de todo el mundo razonable no faltan los dogmáticos fundamentalistas que claman porque sigamos llenando la tierra de humanos frente a toda razón. Uno de los representantes más genuinos de esa tendencia se llama George W. Bush, que aunque sólo tiene dos hijas, y parece que no las ha educado demasiado bien, ha cancelado la ayuda a todos los programas relacionados con el control de la natalidad de su Gobierno. La “guerra” a esas ayudas y a esos programas ya empezó durante el mandato de Ronald Reagan y de Bush padre, pero el niño les ha dejado en ridículo con su cruzada particular.

Los Estados Unidos son la mezcla de lo mejor y de lo peor del mundo. Espero que esta vez toque la de cal -ya está bien de arena con los ocho años de George W. Bush-. A ver si con los cambios que se avecinan mejora el compromiso del país, hoy por hoy líder del mundo, con los objetivos del milenio. ¡Ojalá! Tengo ganas de hablar bien de los EEUU.

RETOS DEL SIGLO XXI. ENERGÍA PARA TODOS

Toda la energía de la tierra procede, al fin, del sol. Los combustibles fósiles -gas, petróleo, carbón, pizarras bituminosas, arenas alquitranadas- se generaron a lo largo de centenares de millones de años y tienen su origen en transformaciones de la biomasa; una biomasa que acumuló en su día la energía solar a través de la fotosíntesis y que fue quedando atrapada entre los diferentes estratos de la tierra originando el carbón, el petróleo, el gas,… Hay una más que abundante reserva de combustibles fósiles en el planeta: 5.000  Gtoe (miles de millones de toneladas equivalentes de petróleo). El consumo actual es de 10 Gtoe  al año. Parece suficiente reserva. ¿No?

Ahora dependemos excesivamente del petróleo, aunque esa dependencia se puede disminuir mejorando la forma de utilización de otros combustibles fósiles -singularmente carbón-. El consumo creciente de petróleo está llevándonos a que en un horizonte contemplable éste se agote. Se estima que pronto alcanzaremos el pico de producción. Los precios seguirán siendo altos y cada vez más altos y eso estimulará la utilización de otros combustibles. Pero el problema finalmente no sería tan grave, hay alternativas de combustibles fósiles como hemos visto. Además el sol sigue regalándonos cada día enormes cantidades de energía. El total de energía que manda el sol a la tierra es 10.000 veces mayor que nuestra demanda actual de energía. Con toda probabilidad, la humanidad resolvería el reto energético. Y está la energía nuclear, que, pese a sus conocidas externalidades negativas aún no bien resueltas y los riesgos derivados de la proliferación de la tecnología nuclear, por sus usos militares, es una fuente más. El problema no es que falten recursos energéticos, sino su aprovechamiento eficiente y, sobre todo, el control del impacto que el uso de combustibles fósiles tiene en el medioambiente.

EL CICLO DEL CARBONO

El carbono del CO2 atmosférico lo fijan las plantas como Carbono orgánico a través de la fotosíntesis, almacenando de esa forma la energía que recibimos del sol. Cuando quemamos un combustible el Carbono retorna a su forma de CO2 y liberamos esa energía acumulada. El problema se deriva de que estamos quemando en poco tiempo un carbono de origen orgánico, fijado como tal durante miles de millones de años, alterando el equilibrio natural. En la atmósfera ha habido, durante centenares de miles de años, una proporción casi fija -con pocas y poco significativas variaciones de ciclo anual- de 280 moléculas de CO2 por cada millón de moléculas de todos los componentes del aire. Ciertamente en la historia geológica de la tierra ha habido épocas con mayores concentraciones de CO2, pero hablamos de hace bastantes miles de millones de años. La tierra entonces era un sitio muy caliente y muy húmedo, sin casi condiciones para la vida de organismos superiores, habitada por una sopa de algas y bacterias, en el que empezaban a aparecer los primeros vegetales evolucionados, los helechos. La concentración de CO2 ha sido fija como decíamos desde mucho antes de la aparición del hombre sobre este maravilloso, complejo y delicado planeta, hasta que en la era industrial, con la combustión acelerada de los fósiles, la hemos incrementado hasta las 380 partes por millón actuales. Si aumentamos el CO2 en la atmósfera mediante la quema de combustibles fósiles y nos dedicamos a desforestar el planeta estamos generando un doble efecto que deviene en ese espectacular aumento de la concentración del CO2. Y seguirá aumentando dramáticamente si no hacemos nada. Pero ¿qué importancia tiene? ¿A quién le molesta un poco más de CO2, un gas incoloro, inodoro, insípido y aparentemente inocuo sino beneficioso para las plantas?

La tierra recibe la energía del sol en forma de radiaciones, sobre todo ultravioletas, que pasan a través de la atmósfera -que se encarga de filtrar las frecuencias perjudiciales y dejar pasar las que menos daño nos pueden hacer-. Esa radiación es en parte rebotada, sobre todo, por los casquetes polares, blancos como espejos, y en otra parte absorbida por la tierra que se calienta. La tierra al calentarse emite también radiación, pero en una banda menos alta, sobre todo infrarroja, que la atmósfera también filtra, no dejando que toda se vaya. Es como si la atmósfera fuera una sábana con la que nos abrigamos para no perder mucha energía infrarroja y que filtra el sol dejando pasar el calorcito de la ultravioleta sin que nos quememos. Una maravilla. Pues bien los gases responsables de que el calor de los infrarrojos no se escape totalmente son el CO2, el vapor de agua, el metano y los gases nitrosos. Son los llamados gases de efecto invernadero. Al incrementar el CO2, el metano y los gases nitrosos en la atmósfera la radiación infrarroja de la tierra no escapa de igual modo y se produce un calentamiento global cuyo origen se debe exclusivamente al impacto de la actividad humana. Es el efecto invernadero.

En otras épocas ha habido también variaciones de la temperatura media del planeta. No tan bruscas desde luego. Como consecuencia de los sutiles y lentos movimientos de precesión y nutación, la inclinación del eje de giro de la tierra respecto al plano de la eclíptica -la trayectoria elíptica de la tierra en torno al sol- no es siempre igual y eso influye en la cantidad de radiación que las grandes masas de hielo de los polos rebotan hacia la atmósfera, lo que ha provocado las épocas de mayor o menor avance de las glaciaciones a lo largo de miles de años. Pero esta vez la causa del cambio es otra: es nuestra desaforada manera de consumir combustibles fósiles; y el efecto es el calentamiento global a corto plazo; y el impacto puede ser tremendo. Todo parece indicar que va a ser así a menos que tomemos seriamente medidas para corregirlo.

Arrojamos cada año 36.000 millones de toneladas de CO2. De esas unos 17.000 millones de toneladas van a parar a la atmósfera y el resto es absorbido por los océanos combinándose con el agua para formar ácido carbónico CO3H2. La acidificación de los océanos es un hecho y está matando las colonias de corales en todo el mundo. Además el fenómeno del calentamiento se retroalimenta. El efecto invernadero del CO2, los vapores nitrosos y el metano provoca calentamiento y el calentamiento aumenta el vapor de agua en la atmósfera que aumenta el efecto invernadero. El calentamiento origina el deshielo de las masas polares por el calentamiento global lo que hace que se refleje menos energía por los espejos polares hacia el espacio con lo que aumenta el calentamiento. El calentamiento del mar hace que se reduzca la capacidad de fijar CO2 del mismo. A medida que el mar se calienta va desprendiendo CO2. A más calentamiento menos capacidad de absorción de CO2 en el mar, más efecto invernadero y más calentamiento global.

El cambio climático es un hecho y se debe al efecto de la actividad humana sobre el medio natural. Las consecuencias son ya graves. Aumento de la temperatura, aumento de las catástrofes naturales ligadas al clima, aumento del nivel del mar, desertificación, etc. Las previsiones sobre lo que pueden ser las consecuencias a corto plazo son tremendas. No es seguro, no hay precedentes, pero algunas predicciones resultan apocalípticas. Hasta los más optimistas saben que el tema es muy grave. Como siempre los más afectados son los más pobres entre los pobres. ¿Seguimos dejando que los profetas de que aquí no pasa nada –siempre al servicio de intereses turbios a corto plazo- nos embauquen o empezamos a concienciarnos de que nos estamos jugando la vida sobre el planeta tal y como la concebimos? ¿Va a arreglar esto la mano invisible de Adam Smith, tan sempiternamente evocada por los llamados neoliberales?

No os creáis nada de lo que os cuenten. Esto tampoco. Sometedlo a vuestro buen juicio. Pero informaos de todo cuanto os afecta y sacad vuestras conclusiones. Leed qué dicen y quién lo dice, así no podrán engañaros.

Atajar el cambio climático es posible aún. Sólo hace falta que se tomen las medidas necesarias a nivel global. Las hay. Se trata de detener la deforestación e imponer sistemas de consumo de energía más eficientes. Además se puede capturar parte del exceso de CO2 en la atmósfera. Hay prometedoras técnicas para ello. Pero de momento los líderes del mundo no acaban de tomar el toro por los cuernos y se dedican, cuando se reúnen, a cenar con 19 platos en el menú. Esto último parece demagogia pero no lo es, amigos. Los líderes del G-8 son unos indecentes horteras indignos de ocupar las poltronas en las que se arrellanan. ¡Qué se apliquen a trabajar de una santa vez!

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