El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

Categoría: Reflexiones personales (página 6 de 8)

LOS DECÁLOGOS PARA TENER ÉXITO

EL DECÁLOGO PARA TENER ÉXITO COMO JEFES
1. “asegúrate de que cada miembro del equipo sepa exactamente qué tiene que hacer y cómo se va a medir su rendimiento”
2. “haz que cada persona del equipo conozca el impacto que su tarea tiene en la tarea colectiva”
3. “pon toda la información al alcance de todo el mundo”
4. “apóyate en el equipo para conocer los problemas, para buscar las soluciones y para evaluarlas, pero las decisiones tómalas tú”
5. “apóyate en el equipo para poner en marcha las soluciones, pero el control es un tema no delegable, controla tú, pero pon el énfasis del control sobre el resultado que deben conseguir, no sobre la forma en la que ejecutan el trabajo”
6. “cuando hagas tu organigrama piensa que repartes jerarquía y poder, pero no olvides diseñar con precisión los mecanismos de coordinación”
7. “asegura que cada miembro del equipo sepa que sus objetivos y metas personales se lograrán cuando se alcancen los objetivos comunes”
8. “promueve la crítica constructiva, la asunción de riesgos y la innovación”
9. “selecciona y contrata para trabajar contigo a gente que valga más que tú”
10. “trata a todos como te gustaría ser tratado a ti”

EL DECÁLOGO PARA TENER ÉXITO CUANDO NO SEAS EL JEFE
1. “si aceptas a los demás como son ellos te van a dejar a ti ser cómo eres”
2. “ocúpate de lo que depende de ti y deja de preocuparte de lo que no depende de ti”
3. “tu jefe siempre es el mejor jefe”
4. “trabaja siempre como si no tuvieras jefe”
5. “si quieres progresar es mejor llevar a hombros a tu jefe que subirte encima de tu gente”
6. “es más rentable para ti tratar de que todo marche bien que tratar de ser el más listo”
7. “ocúpate de hacer bien las cosas y no de que se note que las haces bien”
8. “si no te reconocen o te premian inmediatamente lo que haces bien, no te quejes; tampoco es mala opción que te lo deban”
9. “trata especialmente bien a la gente joven, muchos van a acabar siendo los jefes”
10. “enseña lo que sabes y ten preparado enseguida a alguien para que pueda asumir lo que tú haces, sino no te van a promocionar nunca”

DIRECTORES DE RECURSOS HUMANOS

Amigo Daven, sé que los odias como especie, pero debo confesarte algo: yo también he sido Director de Recursos Humanos. Lo fui en una gran compañía de grandes almacenes por departamentos, GALERÍAS PRECIADOS, absorbida años después por El Corte Inglés, o, mejor dicho: cuyos despojos, en forma de activos, adquirió El Corte Inglés con la contrapartida de quedarse con el personal.Tenía entonces, cuando yo fui fichado, en el año 80, 12.000 empleados y casi 60 tiendas. Había sido la pionera de los grandes almacenes en España.

El reto principal del puesto era lograr reducir la plantilla de 12.000 a 10.000 empleados en menos de un año y sin que hubiera ni un solo día de huelga, lo que se consideraba mortal para la supervivencia de la firma. La empresa estaba fuertemente sindicalizada: CCOO, UGT, USO, FETICO, FASGA y dos sindicatos minoritarios de ultra izquierda muy activos. Si no se conseguía reducir la plantilla la empresa no era viable. Estaba claro y bien analizado en los papeles que me enseñaron. Era imprescindible la reducción.

Recuerdo que cuando recibí la propuesta para incorporarme me quedé perplejo. Yo no tenía ni idea de las especificidades técnicas del puesto. Ni siquiera conocía a fondo el Estatuto de los Trabajadores. No era un experto en personal. Era un ingeniero de producción que, después de cinco años en planta como tal, había dirigido un par de fábricas -si bien una de ellas con una problemática sindical y laboral complejísima, que se había resuelto con éxito-. Me dijeron que sabían que si contrataban un experto –un abogado inspector de trabajo en excedencia era lo típico- les iba a listar las 25 razones por las que el objetivo a alcanzar era imposible, y que yo -me conocían bien- les iba a preparar un plan con 25 medidas para hacerlo posible. Después de pensármelo un par de días, a fondo, dije que sí. La clave de mi argumentación interna fue que la compañía en la que trabajaba entonces -ERT- tenía también 12.000 empleados, y como el Director de RRHH que teníamos era muy malo, a mi juicio -malísimo de verdad- y tan bueno a juicio de todo el mundo, y yo estaba seguro de que lo podría hacer mejor que él, sin ninguna duda, pensé que yo iba a triunfar y tener éxito; si aquel señor tenía éxito en ese puesto, yo seguro que lo tendría. Ya sabéis que San Agustín se acongojaba cuando veía sus muchas carencias pero se llenaba de osadía cuando se compraba con los demás. Pues algo así. Yo tenía 33 años. Pensé que una tarea así había que hacerla muy honestamente y que yo era capaz de hacerlo, y de hacerlo así, honestamente. Agarrar el toro por los cuernos no era lo usual en temas de RRHH y ese era mi estilo.

Lo hice, se bajó la plantilla en 2.000 personas, nos descolgamos del Convenio congelando los salarios, se deshizo un Plan de Jubilaciones que consistía en dar 100 pagas a cada jubilado en el momento de su jubilación. Ese plan suponía, si se hacía el cálculo actuarial de la carga financiera para asegurarlo, y había que hacerlo, quebrar 5 veces la empresa. Gracias a que se les pudo explicar el problema a los sindicatos, que lo entendieron, y que juntos estudiamos la mejor forma posible de bajar esos empleos con las medidas menos lesivas para trabajadores y empresa, se hizo. Parece un cuento de hadas, pero fue exactamente así. El día que me fui de la empresa, los Sindicatos CCOO y UGT me invitaron a comer con mi esposa y ella se llevó a casa el mayor ramo de rosas -rojas claro- que le han regalado nunca.

Bueno a lo que íbamos. ¿Cómo un señor sin tener ni idea de RRHH puede tener éxito como Director de RRHH? La clave es que para eso hay que ser mucho más Director que de RRHH. Los Directores de RRHH, en general, suelen ser mucho más de RRHH que Directores y así les va. Las especificidades técnicas de RRHH son muy simples, se aprenden rápido, se pueden tener asesores buenos; lo difícil es tener la actitud y el enfoque Directivo en ese puesto.

La finalidad última de un Director de RRHH es hacer que en su empresa su puesto no sea necesario. Así siempre hará falta un Director de RRHH trabajando para ser prescindible, impregnando a toda la estructura de la empresa de su función constantemente. Con ese enfoque cualquiera bien dotado para dirigir tendrá éxito como Director de RRHH. Lo que pasa es que como no suelen abundar los “DIRECTORES de rrhh” y si los “directores de RRHH”, éstos se empeñan en llenar la Dirección de técnicos y de staffs de todo tipo en un afán de llenar de contenido algo que no tiene tanta ciencia, para justificar su existencia. No es complicado ser Director de RRHH, es difícil pero simple. Basta ser Director, tener actitud directiva, y ser una buena persona.

No me extraña que no te gusten, Daven. Hay muchas excepciones, pero el típico Director de RRHH, también a mí me pasa, resulta poco simpático.

HENRY MINTZBERG: ¡Enhorabuena profesor!

El profesor Minzberg es entrevistado en EL PAÍS con motivo de su visita a Barcelona donde a iniciativa de ESADE va a ser investido como Doctor honoris causa por la Universidad Ramon Llull.

Aunque en la entrevista dice cosas muy interesantes, critica todo y no aporta soluciones para casi nada, como, por otra parte, acostumbra a hacer, casi siempre. No estoy de acuerdo con todo lo que dice pero con algunas de sus observaciones no puedo estar más de acuerdo: Bush es un estúpido; los directivos de las empresas están corrompidos -y no tanto, o no sólo, por deshonestos sino porque sólo piensan en el corto plazo: en el valor de las acciones y no en los beneficios-; los directivos de las empresas en las épocas de crisis se centran en despedir a casi todo el mundo o en realizar activos improductivos y excesos de inventarios para hacer caja -es decir en hacer lo que se llama por ahí reestructuraciones- y nada más; los sueldos de los directivos son escandalosamente altos y eso es insano –¡y tanto!-; la desigualdad entre los diferentes escalones de la dirección en cuanto a retribuciones origina muchos problemas, etc. -¡si yo os contara!; otro día hablaré de eso-. Pero con otras de las cosas que dice no estoy tan de acuerdo como, singularmente, cuando critica, gratuitamente y sin fundamento, generalizando además, a los titulados MBA de las escuelas de negocios.

Henry Mintzberg, es Profesor de la cátedra Cleghorn de Estudios de Gestión en la Universidad de McGill en Canadá, y es un prolífico autor, de innegable influencia, con más de cien artículos y más de quince libros publicados sobre management, organización empresarial y estrategia, aunque, a mi entender, como os decía, es más caracterizado por su capacidad para atacar las opiniones ajenas, en donde resulta brillante, que por construir un esquema propio digno de ser tomado en cuenta.

Mintzberg es un gran iconoclasta. En 1973 publicó, The nature of managerial work, encabezando una corriente de pensamiento en la que se propugnaba que la intuición, y no la planificación, era la clave del éxito: “los empresarios de éxito son hombres intuitivos y no analíticos, que usan más el hemisferio cerebral derecho que el izquierdo para gestionar sus negocios”. Con esas tesis atacaba inmisericordemente a todos los propugnadores de la planificación estratégica: autores como Igor Ansoff, Kenneth Andrews, Bruce Henderson, etc.; grandes consultoras como Bain, McKinsey o The Boston Consulting Group y todos los departamentos de planificación de las grandes corporaciones fueron afectadas gravemente por el ataque, pero le adoran -¿?-.

En 1988 escribió, en colaboración con varios autores, una interesante obra enciclopédica, “Strategy Safari”, en donde identificaba y criticaba las -según su criterio- diez escuelas de pensamiento estratégico de forma clarividente y brillante. Muy bueno, de lo mejor para entender la historia de la, llamada por algunos, ciencia de la estrategia.

En 1994 escribió “The Rise and Fall of Strategic Planning”, en donde contribuyó, otra vez, al descrédito de la planificación estratégica. El libro identifica las tres falacias, según él, de la planificación estratégica: la falacia de la predicción, la falacia de la independencia y la falacia de la formalización. La falacia de la predicción: el entorno no puede predecirse con exactitud; puesto que el futuro del entorno depende del comportamiento de los competidores, éste es intrínsecamente impredecible. La falacia de la independencia: la formulación de la estrategia no puede separarse del proceso de dirección; un departamento de planificación no puede captar toda la información necesaria para la formulación estratégica; sólo los directores manejan algunos de los datos críticos que captan mientras dirigen. La formulación de la estrategia no es un proceso formal periódico cuyo resultado es un documento estratégico. La estrategia debe combinar la formulación formal de la estrategia y los elementos que surgen en la práctica de la dirección y, por ello, está continuamente evolucionando. Por último, la falacia de la formalización: aunque los procedimientos formales para la formulación estratégica tienen la ventaja de la sistematización, son insuficientes para hacer frente a los cambios permanentes en el entorno; para ello, las organizaciones precisan de los sistemas informales y deben promover el aprendizaje juntando el pensamiento y la acción.

Más recientemente decidió atacar algo que todos reconocen: el papel de las escuelas de negocios en la formación de directivos excelentes. En su nuevo libro: Managers Not MBAs, pone a caldo a todas las escuelas de negocios empezando por las más prestigiosas como Harvard o Wharton y siguiendo por todas las demás. En la entrevista llega a decir que los estudiantes de MBA deberían llevar, al acceder al mercado laboral, un letrero en la frente que dijera: Sorry, not prepared to manage. – acompañado por el símbolo de una calavera y dos tibias cruzadas.

Pese a todo, los papanatas de ESADE -papanatas en esta ocasión, tal vez no en todas, no lo sé, pero desde luego en ésta sí lo son- le proponen como Doctor honoris causa. Tal vez les llamo papanatas a ver si así se fijan en mí y dada su demostrada naturaleza masoquista me nombran Doctor honoris causa también a mí. Por cierto, para que todo el mundo sepa exactamente lo que quiero decir cuando digo papanatas, según la RAE: papanatas es una persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar.

Claro que también, después de poner a parir a las grandes consultoras, Mintzberg ha ganado dos veces el Premio McKinsey; y después de vituperar a las escuelas de negocios han considerado uno de sus artículos como el mejor en Harvard Business Review.

En fin que es mejor tener estrella que nacer estrellado. A partir de ahora me voy a meter con todo el mundo, pero además a tope y sin respetar nada.

Con todo, debo, en justicia, señalar que las aportaciones de MIntzberg en el análisis de las estructuras organizativas –las cinco partes de la estructura, las cinco fuerzas en la estructura, los cinco mecanismos de coordinación, los cinco tipos de estructuras- son absolutamente magníficas. En este tema es uno de los imprescindibles.

Se me ocurría, para terminar, poner en la frente del Mintzberg un pañuelo pirata con la calavera y las tibias, como propone él hacer con los MBA´s, para prevenir a todos respecto de sus opiniones tan radicales y poco fundadas, pero le perdonaré la vida y no lo propondré, aunque con este gesto magnánimo no contribuya a que nadie se fije en mí para darme un honoris causa… ¡qué le vamos a hacer!

RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE LAS 65 HORAS

Me voy a poner irónico como recomendaba Sócrates. Me pregunto, siguiendo tu argumento, por qué fijar un tope tan bajo como 65 horas a la semana, ¿por qué no subirlo aún más?, yo hay semanas en las que trabajo más que eso; ¿y si lo fijaran en 7×24=168, para los workoolics?; o al fin, siguiendo tu argumento de nuevo, ¿por qué regularlo?; o, incluso aún mejor que no regularlo, se me ocurre fijarlo en 200 horas a la semana para los que trabajamos deprisa o nos levantamos antes, como diría mi recordado D. Tomás Pascual -«Ud. me dirá que no se puede trabajar más de 24 horas al día, pero yo le digo que trabajo 25, porque yo me levanto una hora antes-.

Una cosa es que tú puedas trabajar más, para eso están las horas extras, y que trabajes, y otra que te puedan fijar una jornada ordinaria en convenio superior a esas 45 horas que es lo que ahora se autoriza a hacer en algunos supuestos. A mí, me parece un retroceso lamentable sobre un derecho muy antiguo que costó mucho alcanzar. Y tampoco me vale que porque se hagan muchas horas al margen de la ley haya que cambiar la ley. Últimamente oigo mucho ese argumento: cambiemos la ley porque no se cumple. Bajemos los impuestos que si no la gente no los paga, etc. Y no me gusta nada.

Si además quitamos el salario mínimo, aún me parecería peor. Ya sé que argumentan que al subir el salario mínimo aumenta el uso del sustitutivo -el trabajador cualificado, que es más caro pero más eficiente-, y por tanto al hacerlo disminuiría la demanda de mano de obra sin cualificar -precisamente la que cobra ese salario mínimo- con lo que saldrían perjudicandos los presuntos beficiarios de esa subida . Ese argumento es muy discutible por lo que presupone, que no es cierto. ¿Qué relación real de sustitución hay entre el trabajo cualificado y el no cualificado en las economías europeas? No me parece que sea relevante.

¿Qué pasaría aplicando el mismo cuento a los altos directivos? Fíjate, si se subieran aún más el sueldo -que ya sería el colmo-, aplicando el mismo razonamiento microeconómico que desaconseja subir el salario mínimo, ocurriría que aumentaría el empleo de cuadros medios -el sustitutivo de la alta dirección, pero más barato-, al tiempo que habría algo más de paro entre los Presidentes, Consejeros Delegados y Directores Generales -claro que, como cuando les despiden les pagan una pasta de indemnización, no pasaría nada-.

Si seguimos así: ¿por qué no dejar que los niños de 7 años trabajen? ¿Si quieren y sus padres les dejan? O incluso: ¿sería razonable que tuvieran que pedir permiso, o bastaría que ellos quisieran trabajar para contratarlos?

Ya sé que hago demagogia -no me lo digáis: ante la confesión de la parte no son necesarias pruebas-, pero no soy el único que la hace en estos tiempos tan neoliberales. Me siento tan legitimado como los demás para hacerla.

El salario mínimo garantiza que -al menos- se paga algo medio decente por trabajar; además, hay muchas más cosas de tipo social enlazadas al salario mínimo, como las pensiones mínimas no contributivas y otras.

Los mercados, y la libertad de los agentes en ellos para pactar libremente, son muy buenos para asignar eficientemente los recursos -no hay nada comparable-, pero no arreglan todo, porque dejan indefensos a los más débiles y menos dotados y porque generan externalidades como la contaminación u otras que alguien ha de corregir. Por eso hay que ser solidario, y además porque al final una sociedad cohesionada es siempre más eficiente que una desestructurada y en donde lo único que funcione sea el mérito. Los países más desarrollados económica y socialmente son un ejemplo bien ilustrativo de lo que sostengo, no son sus recursos lo que les hace superiores, es su libertad, su respeto a las normas y su cohesión social la causa de su desarrollo. Por eso me gusta más la igualdad. A los poderosos no les interesa que haya tanta desigualdad, hay que convencerles de ello. La desigualdad no les hace más felices, sino menos. Como todos no son tan filántropos naturalmente como Bill Gates o Carlos Slim, hay que ayudarles, por eso no se pueden bajar tanto los impuestos en la franja alta: hay que subirlos. En eso estoy con Obama.

En fin, esto, como todo, es discutible. ¡Así que a discutirlo!

Gracias por la pregunta Pablo.

CONSIDERACIONES ACERCA DE LA ELEGANCIA

Dice el diccionario de la Real Academia: Elegante, (Del lat. elĕgans, -antis). 1. adj. Dotado de gracia, nobleza y sencillez. 2. adj. Airoso, bien proporcionado. 3. adj. Dicho de una persona: Que tiene buen gusto y distinción para vestir.

¿La elegancia es una forma de estar -algo más circunstancial: qué elegante estás-, o mejor una forma de ser -algo más esencial: qué elegante eres-? ¿La elegancia atañe más a la forma o más al fondo? Yo no veo una dualidad excluyente -como Heráclito de Éfeso- entre fondo y forma, creo que si algo resulta formalmente elegante es porque su fondo es bueno. La elegancia de la forma sublima estéticamente el fondo. Se me hace difícil que un buen fondo no logre manifestarse finalmente como algo formalmente bello. Tal vez no lo sea de acuerdo a unas pautas formales circunstanciales, pero sí será intrínsecamente estético. Tampoco se me alcanza que algo malo logre resultar estéticamente bello. Puede parecerlo de acuerdo a una pauta circunstancial, pero realmente no lo será.

La elegancia está muy relacionada con la educación. La educación está basada en el respeto a los demás. Se es educado cuando ante estímulos iguales se reacciona siempre de la misma manera -la manera que la educación pautada establece-. Eso ayuda mucho a vivir cómodamente pues uno sabe constantemente a qué atenerse, si conoce las reglas; y también ayuda mucho a los demás, que, si las conocen, pueden interpretarnos adecuadamente. Pero ser elegante es algo más que ser educado. A mi juicio no se puede ser elegante si no se es educado, pero se puede ser educado y no ser elegante. O sea, sólo se puede ser elegante, es decir, estético, si se es ético, es decir respetuoso con los demás. La ética es el respeto a los demás, pero la estética es algo más que eso, es el respeto a uno mismo.

CÓMO SE DEBE VESTIR UN DIRECTIVO

Hay van unos cuántos consejos sobre cómo vestirse si eres un directivo o “un aspirante a”. Es para los chicos, las chicas soléis saber de sobra cómo hay que vestirse en cada circunstancia. Además yo no sabría deciros nada.

Para vestirse de día, en un día normal de trabajo, cuanto más alto sea el directivo más formal debe vestir, cuanto más joven sea más opciones tiene de permitirse algunas licencias, dentro de un orden, a la hora de vestirse; los profesores tenemos la enorme suerte de podernos vestir de forma más informal para ir a clase: americana y pantalón -no para ir a un examen, en donde hay que ir vestido formalmente-.

Lo he ordenado todo de más a menos formal. Mejor usar traje, que americana y pantalón, mejor traje oscuro que claro, mejor que sea liso, de ojo de perdiz, o con una discreta rayita -también puede ser un Príncipe de Gales, pero mejor con cuadro normal o pequeño que muy grande-. Los colores más elegantes son los más oscuros: negro -aunque puede que sea demasiado formal, salvo en ocasiones especiales- azul oscuro, gris oscuro, mejor-. Si vas con americana y pantalón, mejor blazer azul, cruzada o no, con botones dorados o plateados si es cruzada, y pantalón gris -mejor el gris oscuro que claro, aunque si el pantalón es de franela puede ser más claro-; o beige, aunque el beige no puede ser oscuro porque va fatal con el azul-. Si es por la mañana puedes llevar un traje algo más claro que por la tarde. Y por supuesto para la tarde noche, lo que llaman los ingleses “evening”, el asunto se pone muy, muy, formal. En verano se permiten colores más claros -pero salvo el beige, es facilísimo que los trajes de verano claros resulten poco elegantes-. Los bajos del pantalón son más elegantes si tienen vuelta que si no, pero a mí no me gustan porque suelen tener peor caída con muchos zapatos -con todos, salvo con los Oxford-. La chaqueta, si es cruzada debe ir siempre totalmente abrochada, si no, si tiene dos botones sólo se abrocha el de arriba, si tiene tres sólo el del medio, y si te sientas en todos los casos se desabrochan todos. Lo de que los ojales de los botones de la bocamanga sean practicables y llevar uno en cada lado desabrochado es una cosa que algunos consideran elegante y a mí me parece simplemente un detalle pijo, en el fondo poco elegante -es como ir diciendo: mi traje me lo ha hecho un sastre y por eso los ojales de estos botones son de verdad aunque sean inútiles-. Las aberturas de las chaquetas de los trajes mejor sin ellas, o con sólo una, que con dos, pero todo vale. Las de sport también son muy elegantes con una sola abertura pero que no sean así todas porque parecerás atildado en exceso.

La camisa mejor lisa y blanca, que lisa y azul, o lisa y rosa, u otros colores, siempre suaves. También pueden ser de rayas combinando con el traje, pero de un solo color. Se han puesto de moda las camisas de cuadros no muy grandes con los trajes y a mí me parecen un horror. Ni que decir tiene que tampoco me gustan las de cuellos de diferente color que el cuerpo, aunque a algunos les parecen elegantes a mí me resultan de lo menos elegante. El colmo es esas camisas de cuadros a 45 º. Lo de la camisa fuera y las mangas desabrochas, sin corbata, con el cuello desabrochado y con traje formal es de juzgado de guardia, aunque se haya puesto de moda entre los presentadores de televisión. Los puños de las camisas más elegantes son los dobles para abrochar con gemelos, luego los sencillos que se puedan abrochar con gemelos y luego los sencillos con botones –pero por favor, no dejar nunca en la camisas ese segundo botón que traen por si tienes la muñeca muy pequeña, que hacen un efecto horrible; se quitan con facilidad. Por supuesto las camisas de manga corta están rigurosamente prohibidas en cualquier circunstancia, incluido el verano tropical. Las camisas más elegantes sin bolsillo, pero las menos formales están muy bien con bolsillo. Si quieres, te puedes poner las iniciales en las camisas, en el pecho, nunca en los puños, pero para mi gusto eso resulta más atildado que elegante. Los gemelos son críticos: mejor pequeños que grandes, mejor de plata que de oro; los ingleses de “bolitas” de colores, en los que cada pelotita es una pequeña cabeza de turco -un nudo marinero clásico-, son una opción muy adecuada, si los combinas con el color de la corbata. Los gemelos deben ser discretos, pero permiten una cierta originalidad que debe ser acorde con tu manera de ser.

Cuando la ocasión te lo permita porque se trate de algo menos formal que trabajar en la oficina -como nos ocurre a los profesores al ir a dar clase cada día- por ejemplo trabajar en una fábrica, salvo que seas el Director- puedes usar americana y pantalón combinados, lo que se llama vestir de sport. La frontera entre el sport y lo más formal, la marca la blazer azul, de una fila de botones o cruzada con botones dorados, y pantalón gris oscuro-. Las mejores chaquetas son las de tweed inglés en todas sus variantes: grises de espiga, de cuadros Harris, etc. Lo que solo me parece adecuado para estar en casa o en el despacho mientras no entre nadie más, son las Tebas. Las he visto hasta en el Congreso vestidas por Diputados, ¡qué horror! Esa prenda es, a mi juicio, para estar en casa. Las Chaquetas de tweed –las hay en todas partes aunque la lana y el tejido no sea inglés- combinadas con camisas de algodón de franela o de viyela lisas o de de cuatros Tattersall -de tamaño normal, no muy grandes ni muy pequeños-, -las hay también en todas partes-, con colores escogidos de forma adecuada y con la corbata oportuna pueden ser muy elegantes. Las camisas de cuadros Tattersall pueden variar bastante en cuanto al dibujo, ya que puede cambiar desde el tamaño del cuadro a sus colores, y el cuello puede ser con o sin botones. Si vas de sport puedes llevar camisas con botones en el cuello, sino ni se te ocurra. Se pueden combinar con pantalones más formales o incluso con chinos aunque- a mi entender- planchados con raya, o los de pana. Hay quien los combina con vaqueros pero a mí me parece sacrílego. El color del pantalón es otra elección clave, aunque no haya muchas variantes es fácil equivocarse; también en el color de ese tipo de pantalón se puede ser un poco atrevido pero no mucho. La corbata debe armonizar tanto con la camisa como con la chaqueta. Lo que no me parece aceptable es mezclar cuadros con rayas en ningún caso. Sí cuadros con cuadros si se eligen con sumo cuidado. Lo de que armonice con el pantalón está implícito si el pantalón es el adecuado.

Llevar un pañuelo en el bolsillo de la chaqueta es elegante. En cualquier situación en la que se lleve corbata, sino resulta atildado. A mí me gusta llevarlo no doblado y asomando un poco, si no terminando en pico y sin estar perfectamente doblado. Es una opción adecuada.

Los zapatos son un elemento crítico. Primero deben estar relucientes –con aspecto de recién lustrados- en cualquier circunstancia. Un caballero que pretenda ser elegante debe dedicar un tiempo a sus zapatos o tener un mayordomo que lo haga. Tal y como está la crisis es mejor que aprendas a mantener tus zapatos y a limpiarlos a fondo.

El color de los zapatos debe ser negro, marrón -más o menos claro- o burdeos –algún par-. El color del cinturón siempre debe ser el mismo que el de los zapatos, salvo para el caso de los zapatos color burdeos en que debe ser negro. Los calcetines deben armonizar con los zapatos antes que con el pantalón y es preferible que sean más oscuros que claros. Una de las cosas menos elegantes es usar calcetines cortos que dejen ver la pantorrilla al sentarse o cruzar la pierna, si además son claros y del color inadecuado el efecto es demoledor. Los calcetines deben ser lisos, de lana en invierno y de hilo de algodón en verano, aunque se pueden usar de rombos, si vas vestido de sport, -siempre largos y siempre armonizando antes con los zapatos que con el pantalón- aunque con sumo cuidado al escoger los colores pues ahí te la juegas: puedes ser original pero corres riesgo de pasarte enseguida. Los zapatos más elegantes son los de cordones, de más formal a menos formal: mejor los oxford que los derby, lisos o brogue -demibogue o full brogue– con media puntera o puntera vega; la piel de los zapatos mejor lisa que graneteada. Todas las variantes de estos zapatos con cordones son elegantes pero conviene elegirlos de acuerdo al atuendo más o menos formal -sobre todo reservar los Oxford para las ocasiones más formales-. También son elegantes los monkstrap, con una hebilla, o incluso con dos –aunque hay que saber llevarlos, porque te puedes pasar enseguida si llevas más detalles de cierto riesgo en el atuendo-. Los mocasines tipo penny loafer, de Sebago” –tan populares entre los consultores y asimilados de este país, que no se los quitan ni para dormir- no son nada formales, se pueden llevar con americana y pantalón, así quedan muy bien, pero no se deben llevar con traje. El color del zapato debe ir con el traje o pantalón. Negro para trajes grises, azules o negros, marrón claro para pantalones beiges y grises no muy oscuros, color burdeos para pantalones grises o beiges. Son muy bonitos también los zapatos de ante marrón, pero en los formatos antes descritos, y para combinar sólo cuando vayas vestido de sport. Recuerda el color del calcetín de acuerdo al zapato antes que de acuerdo al pantalón. El color del cinturón igual que el del zapato, salvo en el caso de los zapatos de color burdeos.

Para abrigarse si vas vestido formalmente un abrigo gris oscuro o casi negro, cruzado o no, en este caso con los botones ocultos. Los abrigos loden austriacos –verdes, grises o azules- están muy bien para ir de caza -sobre todo los verdes- o para abrigarse si vas informalmente vestido, pero si vas a trabajar a la oficina con traje, abrigo loden verde y mocasines vas hecho una pena. Las trenkas o Montgomery son muy adecuadas, si vas muy de sport. Pero no vayas siempre de trenka. Las gabardinas lisas y más bien largas, claras, tipo Burberrys sin botones a la vista. Las trincheras están muy bien pero son más sport y menos formales. Los Barbour son muy adecuados si vas de sport y absolutamente inadecuados si vas de traje. Y, por favor, las etiquetas o prendedores con la marca a la vista eliminadlas -eso es una horterada de primera- . Pensad en que para que se vea un etiqueta en una prenda deberíais cobrar una pasta, por el prestigio que le daríais a la firma, y si no ¡qué no se vea!

Las bufandas son para llevar mientras tienes el abrigo puesto, lo de dejarse la bufanda puesta sin abrigo lo dejamos para Aznar. También aquí si vas formalmente vestido sólo caben las lisas, si vas de sport ya caben las de cuadros pero ojo con los cuadros, mucho cuadro con cuadro marea. Los guantes son muy elegantes y realmente cómodos en invierno. Negros o color cuero natural. Los de piel de carpincho argentino son muy elegantes.

Las corbatas; uf…, qué complicado hablar de corbatas. Una corbata ha de armonizar con la chaqueta, pero antes debe hacerlo con la camisa. Los catálogos de corbatas Hermès incluyen superponibles que permiten, a tenor de la camisa, elegir la corbata: Quelle cravate aujourd´hui? -¿Qué corbata hoy?- La camisa blanca, admite cualquier corbata y las corbatas más elegantes -de lunares o de rayas- van mejor con camisa blanca. En las camisas de color, la dificultad para escoger corbata se acrecienta a medida que se intensifica el color de la camisa, aunque ya hemos dicho que es mejor usar tonos claros y suaves. Para las camisas de rayas, van mejor las corbatas lisas o de motivos repetidos, y no van las de rayas. Con todo, como decía al comienzo de este párrafo lo de las corbatas es lo más personal y delicado de todo. Las camisas de cuadros sólo se usan si vas de sport y el arte de escoger la corbata en esos casos se complica aunque tienes una opción con las corbatas de punto de seda de colores, que no a todo el mundo le gustan.

Bueno otro día os cuento más cosas de protocolo.

Espero que esto os sirva.

Como decía Ortega en sus clases, me gusta enseñaros lo que sé, pero me gustaría al tiempo que os enseño eso, enseñaros también a dudar de lo que os estoy enseñando. Todo es opinable y esto más.

Page 6 of 8
1 4 5 6 7 8
« Siguientes entradas Recientes entradas »
' : ''; ?>