El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

Categoría: Reflexiones personales (página 3 de 8)

LA RETRIBUCIÓN DE ALTOS DIRECTIVOS Y CONSEJEROS

En estos días hay -¡por fin!- un debate mundial acerca de las escandalosas retribuciones de los Presidentes Ejecutivos, Consejeros y Directivos de las empresas.

El debate se está centrando en que los responsables de haber llevado a la quiebra a algunas instituciones financieras y de seguros en los EEUU, después de haberse beneficiado de ayudas descomunales públicas para evitar su hundimiento, siguen teniendo el desparpajo, la poca vergüenza y la indecencia de cobrar bonus millonarios por su gestión. ¿Por qué gestión?, me pregunto.

Esto escandaliza a cualquiera, pero el tema de las retribuciones de los directivos es de más calado. No sólo es escandaloso que cobren esos bonus en el caso de que las compañías se hayan beneficiado de ayudas públicas, sino que es escandaloso en muchos otros casos.

Nada se puede oponer a que un empresario, dueño de una empresa, pague lo que le parezca oportuno a un directivo, si le parece que esa es la vía de mejorar la eficacia de su empresa. Pero en la mayor parte de los casos, por no decir en todos los casos de retribuciones excesivas no es ese el supuesto. Son compañías de capital privado pero en el que son millones los accionistas. Cierto que estos están representados por el Consejo de Administración y que éste rinde cuentas ante la Junta General de Accionistas una vez al año, pero aunque ambas instituciones –Consejo y Junta- sean representativas, no son, de hecho, participativas ni democráticas, ni hay un consenso real que soporte sus decisiones. Al final, el Consejo representa sólo a una exigua parte de los accionistas y decide sobre sus propias retribuciones. Aunque haya una Comisión de retribuciones del Consejo, es finalmente el Consejo el que fija las retribuciones del propio Consejo y el principio por el que se rigen es “do ut des”: te doy para que me des. Eso sin que pensemos en la endogamia que hay en las empresas del Ibex 35 en donde muchos consejeros están en varias empresas.

En realidad muchas grandes compañías que cotizan en bolsa están siendo sometidas a un expolio a los accionistas por parte de sus Consejos, que es consentido por el órgano que debería representarles .Esto lo sabemos todos.

Pensemos que en el juego de intereses que es una empresa se cruzan los de los accionistas con los de los clientes, los de los proveedores, los de los financiadores, los de los trabajadores, … y los de los directivos. Estos son juez y parte y deciden qué intereses son prioritarios en cada caso. Muchas veces los intereses de algunas de las partes son coincidentes, pero muchas otras son incompatibles y hay que mediar. El que media es el equipo que dirige, que nunca se olvida de sus propios intereses, que antepone a los de todos los demás. Mientras los trabajadores se van a la calle y se les recortan los dividendos a los accionistas o sus acciones pierden más de la mitad de su valor, los bonus de los directivos ni se enteran; siguen siendo enormes. Lo peor del tema es que en el caso raro de que se prescinda de algún directivo por su incapacidad o, más frecuentemente, por su incomodidad para el resto de directivos, la indemnización que se lleva es otro escándalo. Es la forma de taparle la boca.

Pero además de que es un expolio lo que se auto asignan, ligar las retribuciones de los directivos a los resultados a corto plazo de las empresas puede devenir en una catástrofe para la empresa a medio plazo, como estamos viendo.

Sostengo que no se debería ligar la retribución de los Consejos a los resultados para los accionistas. Aunque son éstos, los accionistas los que deberían decidir a través de sus órganos de gobierno lo que ganen éstos, la mejor forma de que defiendan los intereses de todos los grupos de interés es que ellos tengan una retribución fija, al margen de lo que la empresa tenga de beneficios.

Y desde luego que haya Presidentes ejecutivos de empresas con el capital repartido en bolsa cuya retribución pase de los 10 millones de euros es de juzgado de guardia. ¿Cómo lo consentimos? ¿Es que nos hemos vuelto todos locos?

¿IBERDROLA O HIPERTROLA?

Dice la RAE de trola. (Del ant. hadrolla o fadrolla, adrolla; cf. aladroque). 1. f. coloq. Engaño, falsedad, mentira.

Digo yo de Hipertrola. f. coloq. Neologismo que significa grandísima mentira, grandísimo engaño, tremenda mentira.

Supongo que todos habréis visto el anuncio de Iberdrola en el que una multitud de figuras humanas se va apilando hasta formar una enorme presa hidráulica o un tremendo aerogenerador. Es una alegoría preciosa. Como dirían los añorados e inolvidables “Martes y Trece”, con voz nasal y engolada, como si fueran un cura cursi en un púlpito: “es un anuncio muy “botito”, es “realmenente brecioso”. El mensaje principal dice: Iberdrola, una manera de hacer las cosas. ¡Y tanto!

¿Para qué se hace publicidad? Normalmente para incrementar la demanda de lo anunciado. No debe ser así en este caso. No veo a nadie encendiendo compulsivamente un electrodoméstico influido por el mentado anuncio. No es eso. ¿Qué pretende entonces el anuncio? ¿Tal vez maquillar el escándalo que a muchos nos genera ver las retribuciones de su Consejo de Administración? Insisto no lo sé. Pero debo especular, porque normal no me parece.

Me hubiera gustado ver también a esos hombrecillos apilarse en forma de central nuclear, con el conspicuo perfil de la cúpula del reactor incluido, o en forma de central termo eléctrica de carbón o de fuel oil con los hombrecillos formando la central… y también con hombrecillos formando el penacho de la chimenea que caería luego mansamente, en forma de lluvia ácida aniquilando un bosque cercano.

Pero aún me hubiera gustado más un anuncio con los hombrecillos en otro papel. Imaginaos la mesa del Consejo de Administración, y a cada uno de sus miembros representado en el tamaño correspondiente al número de veces que su retribución multiplica a la retribución correspondiente a un profesional de su categoría y de su antigüedad, de acuerdo con el Convenio Colectivo; vaya impacto: ver a cada uno representado por la agregación de tantos hombrecillos como veces su sueldo multiplica al del hombrecillo. ¿No sería precioso? ¿A qué no se atreven a copiarme la idea?

El Consejo cobró 11, 1 millones de euros. Más de la mitad, el 57,2 % se lo llevó el Presidente. Pero además se llevó otros 10,2 millones de incentivos por el plan estratégico anterior, salida a bolsa de renovables, vencimientos de planes de acciones, plan de pensiones etc. con cargo a ejercicios anteriores.

La alta dirección se llevó 5,4 millones y 8 millones más de incentivos.

Y aún dicen que “la política prudente de Iberdrola en materia retributiva le llevó a destinar a salarios del Consejo sólo el 1,3% de sus beneficios, pese a que, según sus estatutos, puede llegar al 2%”. Menos mal que “Para 2009, el Consejo de administración de Iberdrola ha acordado congelar las retribuciones del máximo órgano de gobierno y también los salarios de la alta dirección.” ¡Vaya gesto!

No me parece nada complicado gestionar una compañía con la demanda cautiva y los precios intervenidos por tarifas. Lo único que deben hacer es gestionar en función de la previsión de la demanda qué centrales se arrancan o se paran en cada momento. Lo hacen jóvenes ingenieros con la ayuda de un programa no muy complejo. Y cobran poco más de 2.000 euros al mes. Es mucho más complicado gestionar una granja de cerdos, por ejemplo. Lo que sí es de verdad complicado es montárselo como se lo montan para llevárselo crudo y que nadie las pie. Eso sí que tiene mérito. Hace falta morro… y talento. ¿Será por eso por lo que hacen esa publicidad tan bonita?

¡Atentos! en la próxima Junta de Accionistas nadie dirá ni pío. Será que les parece bien. A mí, que no soy accionista, me escandaliza. ¡Soy un estrecho!

AUMENTOS DE SUELDO

Pese a la crisis – en la que, justificada o injustificadamente en la mayor parte de los casos se ampararán para no hacerlo o escatimaros algo de lo que os correspondería legítimamente – a algunos os van a subir el sueldo en estas fechas, u os van a liquidar la parte variable de vuestra retribución.

¡No deis las gracias! ¡Aunque sea mucho! Eso es vuestro, y además, con toda probabilidad será menos de lo que debería ser.

Yo, cuando me los hacían, nunca daba las gracias por los aumentos de sueldo. Ahora ya no me pasa, porque como no necesito tanto, si quiero ganar más me basta con trabajar más. Soy autónomo. Pero cuando era joven y trabajaba por cuenta ajena, para ganar más, dependía de la voluntad de mis jefes; aunque también, os lo confieso, al final dependía más de mi capacidad para buscarme otro trabajo mejor pagado.

Al principio sí daba las gracias por los aumentos, pero a partir de un cierto momento me prometí a mí mismo no volver a hacerlo. Os cuento lo que me pasó.

Yo comencé ganando 200.000 pesetas brutas anuales, en el año 71. Apenas me daba para pagar mi manutención, pero era feliz. A los seis meses estaba pactado que me subirían a 250.000. Y lo hicieron, pero a los cuatro meses. Os podéis imaginar que di las gracias profusamente a mi jefe cuando me lo comunicó. Era lo que él esperaba. Al año siguiente me subieron a 300.000, no era gran cosa con la inflación que había, y volví a dar las gracias. Al siguiente la subida fue muy grande, me subieron a 450.000 pesetas brutas anuales, un 50 %, y no sólo di las gracias, me faltó sólo hacer cabriolas de agradecimiento como un perillo cuando su amo le da una golosina de su gusto. Un mes más tarde me enteré que la política de la compañía, revisada ese año, era pagar de entrada 400.000 pesetas anuales a los ingenieros de primera contratación, durante el período de prueba, y a los seis meses, al firmar el contrato fijo, subirles a 450.000. ¡Me habían tomado el pelo! No me quejé, no dije nada, pero me juré a mí mismo que nuca más daría las gracias por un aumento de sueldo. Hasta hoy.

A veces, sobre todo cuando empecé a dirigir empresas grandes, mis patrones me pagaban incentivos realmente grandes y se me quedaban mirando para ver mi reacción. Se quedaban perplejos ante mi silencio. Pero yo me acordaba de aquello que me había ocurrido y no daba las gracias jamás. A veces me preguntaban ¿Te parece bien? Y yo decía sí o no y matizaba el porqué, pero de dar las gracias nada de nada. Me mordía la lengua si era preciso.

Aunque este año pinten bastos, deseo que os suban el sueldo a todos mucho y que nadie os escatime vuestros incentivos. Y ya sabéis mi recomendación: No deis las gracias. Aunque, finalmente, lo que os aconsejo en serio es que hagáis lo que os plazca.

GANAR DINERO

Tengo una casa de verano en la costa de Murcia, en Cabo de Palos, y muchos amigos allí. No voy mucho pese a que me viene de miedo ir para descansar, pero estoy siempre liado. Mis amigos de allí piensan que me retiene aquí el afán de ganar dinero. Me dicen: “¡Vente para acá Gustavo!, ¿Qué haces en Madrid siempre liado? ¿Para qué trabajas tanto? No ves que no hay ningún ataúd que tenga bolsillos. El día menos pensado tenemos que llevarte para Poniente. Sí, es lo que pensábais: hacia Poniente es hacia donde queda el Cementerio.

Mis amigos de Cabo de Palos tal vez no saben que yo disfruto con todo, con mi trabajo y con mis aficiones, y concretamente que soy muy feliz trabajando en lo que me gusta. No pienso en jubilarme en ningún momento. Eso sí, nunca hago nada que no me divierta hacer. Ese es el lujo que siempre me he consentido y me han consentido. Yo no trabajo más pensando en ganar más. Me gusta ganar dinero. Pero soy de los que piensan que el dinero sólo sirve para no tener que preocuparse por él. Para cada persona el nivel de dinero necesario para no tener que preocuparse por el dinero es diferente. Unos necesitan más y otros menos para llegar a ese umbral. Es cierto que no alcanzar ese nivel genera mucha frustración y una gran incomodidad vital. El dinero no da la felicidad, pero la carencia del mínimo necesario para ese confort vital tampoco. Y la pobreza es la mayor de las obscenidades. Los seres humanos no deberían ser jamás pobres. Pero si se tiene mucho más dinero del necesario para no preocuparse por él resulta que uno vuelve a tener que preocuparse. Hay mucha gente muy rica obsesionada todo el día por el dinero. Temerosa de perderlo. Sufriendo por culpa de ser tan ricos. Es lamentable. ¿Merece la pena tratar de tener más y más? ¿Para qué? ¿No será mejor centrarse en saber más, en disfrutar de la vida sencilla más y más, etc.?

Muchas veces me he reprochado no tener más interés por el dinero del que tengo. Esa característica mía no me parecía la mayor parte de las veces una virtud, pensaba que más bien era una carencia. Pero ahora, a la vejez, tengo dudas. Puede que mi desinterés por el dinero me haya ayudado a ser más feliz, y desde luego más libre. He trabajado mucho, he sido ordenado en el gasto sin privarme de nada razonable y tengo lo suficiente. No me preocupa excesivamente administrar mis ahorros. Tampoco hay tanto que perder como para sufrir por la duda.

El dinero que uno ha ganado en su vida es, en esta sociedad nuestra, una medida del éxito conseguido en el periplo vital. Pero no es la única medida. Creo que para muchos -profesionales y empresarios- es una sensación fantástica la que tienen cuando ganan dinero. Es el reconocimiento a su éxito. Estoy seguro que es mucho más grato para casi todos ganar dinero que tenerlo.

En una ocasión, Manuel Calvo, el gran empresario fallecido no hace mucho tiempo que fue líder de Conservas Calvo durante muchos años, me dijo hablando de estos temas: “Gustavo, nadie me lo cree, pero a mí el dinero no es lo que me gusta, lo que me gusta de verdad es esa sensación que tengo cuando lo gano”. D. Manuel dejó en manos de la generación siguiente la dirección de empresa en vida. La prensa se hizo eco del hecho. Y a mí me extrañó mucho. No me encajaba con el personaje. A los pocos meses falleció. Ya estaba gravemente enfermo cuando se retiró del timón. Entonces lo entendí. Son muchos los empresarios que son así. Tratan de ganar y ganar, más que de tener y tener dinero. Por eso triunfan. Porque apuestan una y otra vez su fortuna emprendiendo.

Pero los ricos deberían ser filántropos. La mayor felicidad es compartir lo que se tiene. Mayor felicidad que la que se puede lograr acumulando una fortuna inmensa. En nuestro país no abunda tanto la filantropía, pero en Estados Unidos es muy común que quien se ha enriquecido mucho ceda luego la mayor parte de su fortuna a diferentes actividades filantrópicas. La mayor parte de los filántropos son muy dichosos compartiendo su fortuna.

Los que no tenemos fortuna que compartir, nos queda compartir con los demás lo que somos. Eso también da mucha paz.

LA INTELIGENCIA Y EL LIDERAZGO

Como recuerda Pablo, uno de los mandamientos, el noveno, de mi decálogo para tener éxito como jefe es: “selecciona y contrata para trabajar contigo a gente que valga más que tú”. También recuerda Pablo que frecuentemente cito un estudio realizado sobre una amplia muestra representativa de Directivos españoles, en el que se muestra una correlación entre nivel de inteligencia, medido como C.I.G., y el nivel de dirección en el que estaban, para ilustrar mi tesis de que una de las razones del éxito es la inteligencia.

Un jefe para tener éxito debe ser inteligente y una muestra de su inteligencia es contratar a gente que valga más que él. Pablo deduce que hay contradicción entre ambas ideas, contradicción que yo no encuentro. En un caso, el de la primera idea se trata de una recomendación mía – contrata a gente más valiosa que tú – y en el otro se trata de una cita un estudio estadístico que muestra una evidencia -a mayor nivel directivo, mayor inteligencia-. En un caso hablo de personas valiosas, en el otro se habla de C.I.G. y nivel de dirección alcanzado en un momento dado. El hecho de que yo recomiende a los jefes que se atrevan a contratar gente más valiosa que ellos no significa que todos los jefes sigan mi recomendación. Además la gente más valiosa suele ser más inteligente, pero hay más cosas que hacen a la gente valiosa que la pura inteligencia.  Por otra parte la gente valiosa, que como digo suele ser inteligente, suele acabar llegando más arriba que los que son sus jefes en un momento dado. No hay contradicción.

Bueno, aclarada la forma, vamos con el fondo: creo sinceramente que para tener éxito hay que ser inteligente. Para tener inteligencia emocional, la que es condición necesaria para la competencia, la primera condición -no la única – es la inteligencia sin calificación, inteligencia sin más. Pero eso no basta. Una visión global, un buen control emocional, un modo de sentir dilatado, el interés por la psicología de los demás y la propia psicología, el conocimiento de las dinámicas de los grupos, un amplio abanico de intereses, impacto personal, conocimiento de las normas de comportamiento social y cultura general, son imprescindibles para triunfar.

De todas maneras para ser líder, además de todo lo anterior, hay que tener el rol de líder entre los roles del catálogo personal de roles a desempeñar en la vida que se fijan en el subconsciente en los primeros años de vida. El líder necesita esa condición, más que biológica psicológica, más que de nacimiento de personalidad; sin ella no hay líder posible. Claro que sobre esa base se puede construir una persona con liderazgo o no, pero sin ella no es posible.

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