Encantadora Reina de las Fiestas, dignísimas autoridades, queridísimos polesos:
Quiero, en primer lugar, agradecer esta oportunidad que me habéis dado de estar hoy en La Pola, entre todos vosotros pregonando estas maravillosas fiestas, a la Sociedad de Festejos y, en particular, a su Presidente Jenaro Soto quien, a pesar de las dificultades y haciendo gala del más profundo polesismo, lucha a diario por La Pola y por sus cosas, uniendo su esfuerzo al de tantos que, robando tiempo a sus muchos quehaceres, han contribuido de forma decisiva a conservar nuestras tradiciones, a acrecentar nuestro acervo común y mantener así, cada vez más vivo y pujante, ese carácter único de nuestra querida villa; recuerdo aquí, sin pretender ser exhaustivo, a Dionisio Villa, Tino Quirós, César Díaz, el añorado Casimiro Argüelles, Juan Castañón, los célebres Claudio y Pastelillo, y tantos más.
Muchos de mis ilustres antecesores en la función de pregoneros, llevados sin duda por su modestia, han referido las condiciones en que fueron: unas veces convencidos, otras persuadidos, algunas casi extorsionados para ocupar esta tribuna, desde la que hoy tengo el honor de hablaros, calificando el resultado de “embarque”. No ha sido realmente mi caso. La verdad es que yo he sido un candidato facilón. Fue tal la ilusión que me hizo la invitación que lo último que por mi cabeza habría pasado hubiera sido decir que no. Aunque para mí, debo confesarlo, teneros entretenidos unos minutos resulta un reto bastante complicado. Todos sabéis que mi fuerte no son precisamente las letras, pienso, por ello, que mi único bagaje para estar hoy aquí es mi condición de poleso, de la que tan orgulloso me siento, y un solo calificativo que añadir: soy un poleso ausente. ¡Cuánto se siente La Pola desde lejos! ¡Cómo se disfruta de vuestra inigualable forma de ser, de vuestro cariño, de vuestra alegría de vivir, de vuestro sentido de la amistad cuando uno puede pasar unos días o unas horas con vosotros! Más de una vez, charlando frente a una “prubina” o “unes botelles” de sidra en Casa Fidel o Casa Nemesio, en La Petaca o en El Jardín, he oído eso de: «Gustavo, lo que pasa es que los que no estáis aquí no veis más que lo bueno; les coses son un poco de otra manera…» Mirad, es verdad que la añoranza de lo entrañable, a veces, puede cegar un poco la razón; pero también es cierto que la distancia añade objetividad a la visión que uno tiene de las cosas. Ved lo que ocurre con tantos forasteros que vienen a La Pola, muchos de los cuales nos acompañan hoy, a los que hemos enganchado para siempre; aquí no puede jugar la añoranza y el resultado es el mismo. Yo tengo el ejemplo en mi casa: mi padre era leonés, y mi madre madrileña. Como muchos sabéis, llegaron a La Pola en el año 1943, cuando mi padre ganó una plaza de inspector veterinario titular; yo creo que él vino a tomar posesión con una intención poco definida de asentarse aquí, y ya veis lo qué pasó: apenas volvió a salir de La Pola; y cuando lo hizo, nunca por más de una semana.
Entonces ¿qué es lo que tiene La Pola? ¿Por qué luce legítimamente ese título de Capital de Asturianía? ¡Hombre!, yo no me atrevo a decir que Asturias empieza en el “Cantu Cortijo” y termina en “La venta la Uña”; ni tampoco que de Ribadesella para allá es Santander, de Grado para allá Galicia y que Mieres ya es Castilla. Pero ese corazón de Asturias que es el Concejo de Siero, siempre girando desde su origen en torno a su mercado semanal, aunque participó en todos los grandes cambios históricos del Principado, consiguió que las graves convulsiones vividas no llegaran a alterar su esencia. Aquí hubo emigración; desde el principio de la revolución industrial se extrajo carbón en El Carbayín; Lugones fue pionero del desarrollo industrial de Asturias; pero nada de esto cambió nuestro modo de vida, como pudo ocurrir en Langreo, en Gijón o en Avilés. Nosotros somos más fieles a nuestros orígenes.
Siempre ha llamado la atención de geógrafos e historiadores, desde la antigüedad clásica, la existencia de rasgos claramente matriarcales en nuestra forma de organización social. En la época de la romanización nos refiere Estrabón como la mujer astur, dotada de gran fortaleza física, trabajaba habitualmente en el campo; y que llegaba hasta a dar a luz en plena faena y sin dejar el trabajo, lavaba al niño en un arroyo cercano, lo fajaba, lo cargaba a sus espaldas y continuaba trabajando. También está demostrado que era el varón a quien en los matrimonios incumbía aportar una dote, de lo que puede deducirse que la verdadera propietaria de los bienes familiares era la mujer y no el marido. También era relevante el papel de las hermanas en el seno de la familia astur pues a ellas incumbía el papel de buscar esposa adecuada para sus hermanos. Los hombres se dedicaban a la guerra y a la caza, mientras ellas atendían la agricultura, la ganadería y la manufactura doméstica de tejidos y de objetos de cerámica. Ya hablaba Juán Ovín, en su pregón, de este carácter matriarcal refiriéndose a la costumbre, tan arraigada aún hoy entre nosotros, de conocer a los hombres por su nombre de pila seguido del nombre de sus madres, como el caso de “Pin de la Chita”, Gerardo “de la Chela”, “Pepín de Juana Marón” y tantos otros. Por otro lado, ¿queréis un ejemplo mejor del papel de las hermanas en la familia asturiana que el de las hermanas de Raimundo “el Chato”?
Yo recuerdo una canción que aprendí de muy pequeño y que me hacían cantar de niño en casa para regocijo de las visitas – imaginaos la escena – cuya letra es ilustrativa hasta la caricatura de ese matriarcado al que me refiero:
De una fartura cereces púsose Ramón muy malu
y la muyer, con gran pena, puso al fiu pa cuidalu.
Cuida fiu de tu padre y dai estes medecines,
mientras yo voy a la huerta a plantar unes colines.
Al pocu ratu salió el fiu llamando a madre:
¿Qué pasa fíu, qué pasa? Nada, ¡qué morrió mi padre!
¡Joaús, qué sustu me diste, grandísimu mentecatu!
¡Yo bien creí que estaría la vaca mamando al xatu!
Púsime a enterralu n´él cajón de la cocina,
Púsime a llorar por él: ¡Dubi reventar de risa!
La verdad es que mientras las mujeres polesas tienen atendida la casa y la hacienda, los hombres, que antes se dedicaban a la caza y a la guerra, tienen, ahora, toda su energía concentrada en trabajar y hacer negocios, sabedores de que pueden arriesgar, pues si tiene algún problema de tesorería, o como se dice ahora: alguna tensión de liquidez, en cuanto los vean preocupados, la mujer les dirá: “¿Cuánto ye lo que te haz falta?” Bien sabéis que es así como se han asentado los éxitos de muchos de nuestros grandes empresarios polesos, con una mujer detrás tapando todos los posibles agujeros trabajando incansablemente.
Yo, como “fíu de vetrinario”, tengo, necesariamente, que referirme a esas mujeres extraordinarias que fui conociendo de pequeño: en el matadero municipal y en el mercado de La Pola. Recuerdo ir, de muy niño, con mi padre al matadero por la “caleyina” que salía frente a la Plaza Cubierta y que rodeando el antiguo cauce del arroyo “Teresona” – donde tenía la huerta Celestino “el Carboneru”, el “güelu” de mi amigo Tino “el Carbo”, que tan orgullosamente conserva el mote – pasaba al lado del matadero de Basilio, subía por la linde de la finca de Nachón y desembocaba a la altura de la casa de Valentín “el Gocheru”, frente al mismo matadero. Allí, junto a hombres que recuerdo, como Pepe “el Mancu”, Marcelo, Mario, “Jandro”, “Mela”, “Falo”, Gabino, Marcos, Olay, “Vene”, Nacho, Avelino, “Pele”, “Pepé”, José “el Chichu”, “el Changa”… se podían ver unas cuantas mujeres que les dejaban atrás en capacidad de trabajo, como María “del Pitu”, sus hijas Aurelia y Rosario, Carmina la del Chorro y su hermana Pili; Ana, también Conchita, Emilia, Pilarina “la Garbosa”, Neli, Domitila y Delfina, las hermanas del Chato…
También recuerdo ir los martes a la compra, de la mano de mi madre, atravesando despacio la Plaza Cubierta viendo allí la enorme labor de las mujeres polesas. Luego, pasábamos por delante de “El Cero”, de “El Chico”, de “Casa Belarma” – al lado de un paisano que vendía garabatos -, y llegábamos a la plaza de “Les Cebolles”, en donde te recibía la Chucha, que siempre tenía una palabra cariñosa para todos los niños que por allí apareciamos y alguna pieza de fruta especialmente seleccionada que te obsequiaba ¡Cómo la echo de menos hoy! Mucho me hubiera “prestao” tenerla aquí escuchando este pregón. La verdad es que Mary Carmen sigue allí, manteniendo la tradición, en el mismo sitio, que ya es suyo. El otro día aparqué el coche allí, delante del puesto, y le pregunte si no estorbaría y ella me dijo: “Desde la pared, hasta la carretera, salvo los Martes, esto ye todo nuestro”. Y digo que sigue con la tradición porque si aparezco por allí con mis hijos siempre se van con el botín del mejor “piescu”, la mejor naranja, o la fruta que toque, según la estación, como había su madre cuando iba yo por allí de la mano de mi madre. Siguiendo un poco más al fondo, era parada obligada el puesto de Candela, la del Rebollal, la madre de Conchita, la mujer de Juacu Río, madre de mi amiga Toni y suegra de mi amigo José Pablo Presa, si querías conseguir alguna verdura de las que los asturianos no éramos muy consumidores y que mi madre, madrileña, solía utilizar: escarolas, rabanitos o remolacha, entre otras. También de allí solía salir con alguna pieza de fruta de regalo.
Buscando documentación para este pregón encontré un escrito corto del genial Rufino Campal II, que me ha servido de inspiración y que, sin haberle pedido permiso, y abusando también de todos vosotros he ampliado y puesto en verso, bueno en “ripios” más que versos, con mis recuerdos de infancia sobre un martes en La Pola:
Si vas a La Pola un martes están tós los del Conceyu,
vuélveste llocu de ver tanta xente por el pueblu.
Paseeme un pocoñín por donde está´l mercau vieyu
Y atopeme con La Guaxa, la más popular del pueblu;
voceaba: ¡La Región. Un hombre atropella un tren!
Trai un p´acá Pacitina que quiero entérame bien.
Pude ver a un charlatán que vendía con graceju
Mientras unos paisaninos escuchaben muy atentos
Y un poco más p´allá vi a Agustín “el Paragueru”
arrodiau por mucha xente, trabayando con esmeru.
Vendía trapos Hortensia y también Delfina, y Luisa;
¡hay que ver qué bien atienden, non paez que tengan prisa!
Y también taba “La Chucha” con su gran puestu fruteru
¡Qué arte tien esa muyer: eso sí que ye salero!
La Churrina, Adela y Luci también lo vendíen bueno
¡Non se quedaben atrás dentro del gremiu frutero!
Y Candela…: ye especial…, si lo que quies ye escarola
non lo tienes que dudar tien la mejor en´a Pola.
Y en la placina de al lao, onde facen les comedies
taben un al lau del otru, to´s los puestos de madreñes.
Fui p´a la Plaza Cubierta, y unes cuántes paisanines
taben, bajo la visera, vendiendo to´es gallines.
Acerquéme a una y dixei: ¿a cómo tién el coneju?
ella dixome: ¡baratú!, ¡ye el mejor de to´l Conceyu!
Aprovéchate ahora neñu, que enseguida va a subir
que la semana que vien son les fiestes del Carmín.
Entré p´a dentro y oí: ¡compráimelo que ye fresco!
era Adela la Barrila que gritaba desde el puestu
y Elvira la pescadera también gritaba sin cuentu:
¡muyeres qué tengo hombres!: ¡son los hombrinos más frescos!
Un poquitín más p´allá, metiéndote más p´á dientro,
notabes aquél olor… y quedabes sin alientu:
¡eso sí que ye Cabrales, auténtico, del mejor!;
tienlo Gina la de Cueva y véndelo al por mayor.
Y en medio de to´a la Plaza, debaxo de la farola,
taba María del Pitu, con el pan en´a macona;
paré por allí y me dixo: esti bollín ye p´a ti,
¡a ver si engordes un poco, qué estás delgau Gustavín!
Metiéndote más p´allá taben vendiendo la carne,
los chorizos, les morcielles, el tocino, les moscancies…
Taba todo limpio y fresco, la carne paez coral,
¡cómo brillen les morcielles!, los mandiles paecen cal;
Pero si faes un concursu entre tantu delantal,
seguro que hay un empate: ¡llévenlu toes igual!
Taba allí Pilar la Pinta, y también les de Nicieza,
taba Emilia la del Roxu y Lucinda la Torera,
Amparo, Concha y Felisa, les fies de Pepe Cueva,
Conchita la de Cartucho y también les de Cantera.
Y saliendo de la Plaza, diendo p´a Casa Fidel :
¡unes sardines salones que n´l mundo no les ves!
Carmina Moños y Elvira, les Chinites, la de Ortea
Y p´a completar la cosa: Concha, Manola y la Ferma.
Y casi en el mismu sitiu ta Esperanza la Negrita
Vendiendo unos pastelinos: ¡de los neños la delicia!
Amigos, ya podéis ver quen´l mercau de La Pola
Cualquier cosa que queráis, encuéntrase sin demora.
He oído muchas veces que la única condición que necesitan los hijos para dar de sí lo que llevan dentro es que se sientan seguros, que se sientan queridos. Como decía Oscar Rayón, un buen asturiano y mejor amigo: “a los hijos no hay que educarlos, a los hijos hay que quererlos”. Pues bien, yo quiero aquí, ahora, resaltar la labor colectiva de La Pola como madre de todos los polesos. ¿Por qué hay aquí tanto ingenio? ¿Por qué tanta gente polesa consigue desarrollar sus capacidades, las que sean, hasta límites tan altos? Porque en La Pola te sientes querido, porque si sirves para algo todo el mundo te jalea; aquí puedes notar el aliento de todos dándote ánimos y… claro, cuando subes un peldaño en tu carrera siempre piensas en el alegrón que les vas a dar a tu gente de La Pola. Estuve charlando sobre esto y sobre otras cosas que quería decir en este pregón con nuestro insigne polígrafo poleso, el querido y siempre joven Pepe Domínguez que tanto me ha ayudado a escribir este pregón, y a los pocos días me obsequió con estos versos que recogen las ideas que manejamos en nuestra conversación, que tengo el honor de leeros como estreno mundial:
OFRENDA A GUSTAVO MATA:
un polesu niversal que tien a su madre fata.
¿Qué voy a decir de la Pola que no se haya dicho ya?
¿Qué voy a contar de La Pola y que suene a novedá?
Sin embargo, por querela, ya no puedo callar más,
porque querer a La Pola ye cosa muy natural
que´ i diga, como a una madre, algo que quiera escuchar:
Ye La Pola muy moderna y al tiempu tradicional
No hay más que vela: ¡miráila!: ¡qué guapa y qué bien plantá!
En el corazón de Asturias; corazón ella a la par;
con siete siglos a cuestes. ¿Siete siglos? ¡Total ná!
La Pola como les madres non ye vieya, tien edá.
La Pola pa los polesos ye la madre natural
con los brazos siempre abiertos, y abiertos de par en par,
desde la Venta la Uña hasta allá: la Soledá
y al que hasta ellos se llegue ya no lu vuelve a soltar.
¡Qué madraza ye La Pola! Y cómo mira embobá
a los sus fíos: ¡tan guapos! ¡¡y tan listos!!…la verdá:
ye que no hay polesu fatu; faltosín, todo lo más;
pero ya se encarga ella de facelu espabilar.
¿Y les fíes? Por ser suyes son guapes, ye natural,
y simpátiques y limpies y emprendedores al par.
¡¡Con una voz cuando canten!!: el escuchales ye igual
que si en la gloria estuvieres ¡o puede que un poco más!
Cómo sabe disculpar si algún polesu fracasa: ¡Non van todos a triunfar!
Y ye con el que se vuelca, ¡pues no faltaría más!
¡¡Ay qué madre ye La Pola!! ¡¡Ay qué madre sin igual!!
¡¡Ay, La Pola!! ¡¡Madre Pola!! Ya no puedo decir más
(Ya no haz falta decir más).
Quiero recordar ahora y aquí a mis amigos de la infancia, a la generación que creció conmigo y que, sin duda, se sienten apoyados en sus afanes como hijos de La Pola. A José Pablo, Patricio, Chefermo; a los Peña y a los de Riaño; a Monchu Somonte, Manolito Chantada y a todos los hijos de Leandro y Angelita. A Tino “el Carbo”, a “Mimí” y “al Chichu”; a los de Villa, los de Riestra, Antuña, “el Cholla”, Ardines, Alberto Polado y “el Changa”. También a Fredy “el Peñeru”, y César, su hermano, a Pepín Noval y su primo Manolo, y a Cesarín el de Trabanco. Y todos los demás que están en mi recuerdo. Así como algunas niñas, hoy mujeres, como Maita, mi vecinina, María Dolores Vallina, Ana María Mori, Lina, María Dolores “la de Carlones”, la Nena de Uría, Conchitina Somonte, Amalina – su prima, la de la Villa, tía de nuestra bellísima y encantadora Reina de las Fiestas – que me gustaba un montón… y a la que todo lo que le decía resultaba contraproducente: decía ella que yo era un poco «empalagosu». De Ana Rosa, y sus primas: Alicina y Alicia, y Mary y Merche las de Pepe Vigil Escalera -a algunas de ellas me tocó «yendar» en las verbenas del Carmín por encargo de su tía Mary Lola, por tener yo cierta fama de formal. Y de todas las demás que llevo en mi corazón.
También quiero daros las gracias por el cariño y las atenciones con las que siempre tenéis rodada a mi madre y por lo mucho que recordáis a mi padre.
Y un especial recuerdo a Felipe Domínguez, al que tanto echo de menos Hoy, como decíamos, era mi hermano de sangre, de resultas de un choque de cabezas del que los dos salimos sangrando como “coríos”, en una merienda de cumpleaños.
Pero… a todo esto, estoy olvidando lo principal. Yo vine hoy aquí a pregonar una fiesta maravillosa: la fiesta del Carmín. Permitidme que para eso vuelva a usar del arte de Pepín Domínguez. Él, en una de sus estampas asturianas, pone en boca de dos sus personajes, Flora y Pin, ésta emocionada descripción del Carmín de La Pola. Cuando Flora habla de irse ya del prau de la romería, el hombre, Pin, lógicamente no está de acuerdo, entonces ella le dice irónica:
“-Home, si te paez. Quedámonos atrocando el sitiu p´al añu que vien.
-Pues mira, no está mal pensao, porque va a llegar el día que pa entrar en el prau de la Romería va a necesitase invitación. Arrepara Flora, media Asturias ta aquí y no ves una riña, ni una mala cara. Vienen a divertirse, a bailar y cantar, a matar les penes (bueno, algunos afuéguenles con sidra). Y ye que al entrar aquí la gente vuélvese tan buena, tan buena, que pa que esto se paeciese del to a la Gloria, no i falta más a la gente que un par de aliquines. De aquí no salimos hasta ver la danza prima, la danza más guapa y señorosa. ¡Que vengan a La Pola esos que se yos llena la boca de coses rares, pa que vean danzando juntos hombres y muyeres, jóvenes y viejos, ricos y probes, guapos y feos. Toda Asturias ta cogía de la mano, Cantando mientras dancen.
-Chacho, dejásteme plasmada. Nunca supe que teníes tanta labia. ¿De dónde salió tó eso, Pin?
-¿De dónde va a salime, Florina? ¡De dónde va a salime! De dónde salen les coses que lleguen más adientro?.. Escucha?.. ¡Ya se oyen cantar!.. ¿Óyeslos?
¡Hay un galán de esta villa! ¡¡VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN!!”
Gustavo Mata Fernández- Balbuena
Pola de Siero, 15 de Julio de 1985
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