George W. Bush es, a juicio de la mayor parte de los analistas, el peor presidente de Estados Unidos y eso que los ha habido paradigmáticos por su ineptitud como Gerald Ford, del que se dijo en su tiempo que no era capaz de hacer más de una cosa al tiempo; por ejemplo, se decía que era incapaz de andar y mascar chicle al tiempo; Ford se caía de sus pies cada dos por tres por problemas evidentes de coordinación motora.
Tampoco es que la serie de presidentes sea una acumulación de talento extraordinaria: hay de todo. Helen Thomas, una institución como cronista de la Casa Blanca, que estuvo durante más de cincuenta años en la primera fila de las ruedas de prensa del presidente, contestó a una persona que le preguntó el porqué de su expresión triste después de una rueda de prensa de Bush: «es que debo cubrir al peor presidente de la historia de Estados Unidos».
Un estudio reciente entre historiadores organizada por la Histoy News Network mostró que el 61% pensaba que Bush había sido el peor presidente de los cuarenta y tres que ha habido. Es un ser simple, por no llamarlo de otra manera, de una mediocridad intelectual patente, capaz de numeritos como el de la galleta con la que se atragantó en su rancho hasta desmayarse, o de estar un buen rato mirando atentamente a un cuento para niños que estaba del revés, mientras le grababan con una niña en brazos, a la que le estaba contando, presuntamente, el cuento. De estas anécdotas hay muchas.
Pues bien, nuestro ínclito e inefable ex Presidente Aznar dice de él, en un artículo publicado hoy por el diario francés Le Figaro , que «la historia hará justicia». Ahora, en la hora del adiós, le «parece honesto reconocer que George W. Bush ha trazado la vía que debemos seguir» en el futuro. «Nos ha transmitido su mejor herencia: la herencia de la libertad»; «su determinación y su visión han sido fundamentales» para combatir la «tiranía y la barbarie”.
En fin, como siempre, para cualquier tema hay opiniones diversas. A mí Bush me ha parecido un horror como presidente. Pero viva la libertad de opinión y de expresión; me encanta que Aznar piense lo contrario de lo que pienso yo.
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