«En el momento actual, la gente está excepcionalmente deseosa de un diagnóstico más fundamental; más particularmente dispuesta a recibirlo; ávida de ensayarlo, con tal de que fuera por lo menos verosimil. Pero fuera de este talante contemporáneo, las ideas de los economistas y los filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando están equivocadas, son más poderosas de lo que comunmente se cree. En realidad el mundo está gobernado por poco más que esto. Los hombres prácticos, los que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual, son generalmente esclavos de un economista difunto. Los maniáticos de la autoridad, que oyen voces en el aire, destilan su frenesí inspirados en algún mal escritor académico de algunos años atrás. Estoy seguro de que el poder de los intereses creados se exagera mucho comparado con la intrusión gradual de las ideas. No, por cierto, en forma inmediata, sino después de un intervalo; porque en el campo de la filosofía económica y política no hay muchos que estén influidos por las nuevas teorías cuando pasan de los veinticinco o treinta años de edad, de manera que las ideas que los funcionarios públicos y políticos, y aún los agitadores, aplican a los acontecimientos actuales no serán probablemente los más novedosos. Pero, tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados las que presentan peligros, tanto para mal como para bien.»
Así termina John Maynard Keynes su libro más emblemático y de mayor influencia: «Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero».
Este texto escrito en el año 1935, publicado en Febrero de 1936, me ha parecido tan actual que es como si lo hubiera escrito ayer.
Las ideas son lo que mueve el mundo. Lo malo es que poca gente piensa y mucha gente está dispuesta a creerse lo que el último «pensador» les cuente. Así sigue siendo y parece que así seguirá siendo. Suelo decir en mis clases que lo que quiero es promover que mis alumnos piensen, ese es mi trabajo: enseñarles a pensar; y añado que me importa poco lo que piensen, ese tema es suyo, no mío, lo mío termina cuando logro que piensen.
Las ideas mueven el mundo, inexorablemente, aunque tarden un tiempo en imponerse, las ideas de hoy moverán al mundo mañana. Necesitamos pensadores que nos ayuden a reencontrar el camino, no cínicos que nos azoten con las ideas de otros, manejadas de forma artera para satisfacer sus inconfesables intereses.
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