Los pobres en América Latina y el Caribe, en 2008 son un 33,2 % de la población, 182.000.000 de personas. De ellos un tercio, o sea el 12,6 %, más de 60.000.000 en pobreza extrema.
Los países más pobres de Latinoamérica son Haití, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Paraguay y los menos pobres son México, Brasil y Chile. Pero estos datos son algo engañosos. El 40% de la población latinoamericana que es extremadamente pobre vive en Brasil y en México. En Brasil viven casi 15 millones de personas con menos de un dólar al día y en México más de 5 millones viven en igual condición.
En estos últimos cinco años la cantidad de pobres en la región disminuyó 9,9 %, 37 millones de pobres menos, y la pobreza extrema lo hizo un 6,8 % 29 millones de indigentes menos. Pero la desigualdad sigue siendo lacerante: el 10 % de los hogares más ricos ingresa por persona más de 17 veces lo que se ingresa por persona en el 40 % de los hogares promedio más pobres.
Y todo empeorará en 2009 por la crisis económica mundial. El comercio, los servicios financieros, la industria manufacturera, el turismo y el empleo doméstico, actividades que desempeñan sobre todo mujeres están ya muy afectados. No hay crédito para las pequeñas y medianas empresas. Las remesas que envían los emigrantes han caído y la Ayuda Oficial al Desarrollo descenderá.
La Cepal espera que en 2009 se estanquen el empleo y las remuneraciones, se deteriore el ingreso de los hogares y aumente la pobreza en Latinoamérica. Sin especificar las consecuencias que habrá para cada país en particular, advirtieron que “los más afectados por la disminución de las remesas o por su conexión más directa con el mercado de Estados Unidos, se verán más complicados. También aquellos con estructuras de exportaciones menos diversificadas y concentradas en bienes cuyos mercados fueron los más sensibles a la crisis, o que tienen sistemas financieros más débiles”.
diciembre 17, 2008 at 2:43 am
Parece un panorama cada vez más desesperante, la desigualdad ha aumentado, la pobreza más extrema está incrustada en las naciones que son más desarrolladas, las cifras y los datos son claramente el reflejo de estas condiciones.
Voy a reflejar también con otro texto de Carlos Fuentes algunas cifras millonarias de lo que cuesta luchar contra la pobreza y por un nivel básico de educación:
“Están a la vista los efectos nocivos de una globalización que escapa a todo control político, nacional o internacional, para favorecer a un sistema especulativo que en palabras de uno de sus más sagaces protagonistas, George Soros, ha llegado a sus límites. Si continúa sin frenos, advierte Soros, el mundo será arrastrado a una catástrofe. Las crisis de globalización -Filipinas, Malasia, Brasil, Rusia, Argentina- tienen un origen perverso: sobrevalúan el capital financiero pero subvalúan el capital social.
La misión del conjunto social dentro de lo que, a falta de mejor denominación, seguiremos llamando “la nación”, consiste en reanimar los valores del trabajo, la salud, la educación y el ahorro: devolverle su centralidad al capital humano.
¿Es tolerable un mundo en el que las necesidades de la educación básica en las naciones en desarrollo son de nueve mil millones de dólares, y el consumo de cosméticos en los Estados Unidos también es de nueve mil millones de dólares?
¿Un mundo en que las necesidades de agua, salud y alimentación en los países pobres podrían resolverse con una inversión inicial de trece mil millones de dólares -y donde el consumo de helados en Europa es de trece mil millones de dólares?
“Es inaceptable -nos dicen, entre otros, el ex director general de la Unesco, Federico Mayor, y el director del Banco Mundial, James Wolfenson- que un mundo que gasta aproximadamente ochocientos mil millones al año en armamento no pueda encontrar el dinero -estimado en seis mil millones por año- para dar escuela a todos los niños del mundo”
Tan sólo una rebaja del uno por ciento en gastos militares en el mundo sería suficiente para sentar frente a un pizarrón a todos los niños del mundo.
Todos estos datos deberían impulsar a la comunidad internacional a darle un rostro humano a la era global.
Y sin embargo, al fin y al cabo, nos hallamos de vuelta en nuestros pagos, los problemas no pueden esperar una nueva ilustración internacional que tarda en llegar y acaso nunca llegue.
La caridad empieza por casa y lo primero que los latinoamericanos debemos preguntarnos es ¿con qué recursos contamos para sentar las bases de un desarrollo que, a partir de la aldea local, nos permita, al cabo, ser factores activos y no víctimas pasivas del veloz movimiento global en el siglo XXI?
La globalización en sí no es panacea para la América Latina.
No seremos excepción a la verdad que se perfila con claridad cada vez mayor.
No hay globalidad que valga sin localidad que sirva.
En otras palabras: No hay participación global sana que no parta de gobernanza local sana.”
Carlos Fuentes, “En esto creo” (2002)
Habría que blandir un arco por la aldea local también!!
Saludos esperanzadores!
diciembre 9, 2010 at 2:35 am
Refiriendome a las remesas en mi pais, Honduras, y debido a las restricciones a la inmigración en EEUU, se avisora un cambio dramatico, escuche a un analista nuestro el Dr. Omar Andres García Calderon, mencionar que las remesas son generacionales, es decir, solo la primera generación de inmigrantes se siente moralmente obligada a enviar ayuda a sus familiares, las segundas generaciones no lo haran y con leyes antiinmigrantes más severas, nuestra principal fuente de divisas se tambalea para la próxima decada, por eso continua diciendo el Dr. García, ni los estados, ni los entornos empresariales deben apostar por incrementos sustanciales en las remesas, a inicio de este siglo se rompe la visión del envio de remesas de los EEUU hacia Latinoamerica.