El blog de Gustavo Mata

Estrategia: Las reglas del juego en los negocios

LA AMBICIÓN Y LA CODICIA NO SON LAS CAUSAS DE ESTA CRISIS

Dicen algunos – como por ejemplo el Comisario Joaquín Almunia, aunque no es el único, también lo dice, entre otros muchos, Isidre Fainé presidente de La Caixa – que la causa última de la crisis en la que estamos empantanados es la ambición; la razón por la que nos pasa lo que nos está pasando, dicen, es la codicia humana.

Hagamos la preceptiva vista al diccionario de la RAE para aclarar significados: ambición: deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama; codicia: afán excesivo de riquezas; deseo vehemente de algunas cosas buenas.

Todo lo que pasa, el desarrollo y la crisis, tienen esas causas últimas: la ambición y codicia. Sin afán por mejorar, sin ambición, sin codicia no hay progreso ni tampoco habría crisis; estaríamos en la crisis permanente de la inacción.

Sinceramente no veo nada intrínsecamente malo en la ambición ni en la codicia. ¿No habíamos quedado en que la búsqueda del beneficio individual llevaba a todos a las mayores cotas de bienestar colectivo? ¿No era esa la mano invisible de Adam Smith, que gobernaba más sabiamente que ningún dirigente el mundo y la economía?

Lo que ha ocurrido es que los partidarios de la libertad sin límites han pensado que el ejercicio de la libertad era posible sin un marco regulatorio que obligase a todos a respetar unas reglas comunes. No han sido unos ingenuos bienintencionados los que lo promovieron; sabían bien lo que hacían; trataban de moverse en la frontera de la legalidad, del lado de fuera, aprovechándose de la llamada auto regulación.

Ha habido demasiado neoliberalismo dogmático y demasiada intoxicación programada con el eslogan: el estado es el problema y no la solución. Estos neoliberales dogmáticos les han hecho el caldo gordo a los cínicos de siempre, a los que la única libertad que les interesa es la propia. Éstos, más que libres, prefieren sentirse impunes para poder abusar de los demás sin riesgo, mientras encargan a algún ideólogo barato que tenga entretenida a la multitud con su discurso sobre la bondad de la libertad sin trabas.

La asunción de riesgos excesivos, la gestión inadecuada de los bancos proponiendo nuevos instrumentos – que más que de ingeniería financiera eran de juzgado de guardia, o sea auténticas estafas -, la falta de control público en los mercados financieros, la ingenuidad o la desvergüenza de pensar que la auto regulación era suficiente, cuando era evidente que se estaba consintiendo que los desaprensivos se apropiaran de la riqueza de los demás, explotando su deseo de ganar más que el resto, etc.; esas son las causas.

La verdadera causa de cómo estamos no es la ambición ni la codicia, sino la insensatez de muchos, la golfería de algunos y la candidez de la mayoría.

Ahora toca arreglar el desaguisado cósmico echando mano del denostado estado y de su intervención.

Sí, el mercado libre asigna bien los recursos, pero para que ese mercado pueda funcionar hace falta un marco regulatorio claro con un poder coercitivo que garantice que todos respetan las reglas. Eso pensamos los liberales; los verdaderos liberales; los que amamos la libertad de otros, para discrepar de lo que pensamos nosotros, más aun que nuestra propia libertad, para discrepar de lo que dicen ellos.

El mercado asigna bien los recursos, mejor que ningún otro mecanismo, pero no soluciona todos los problemas; disminuye la pobreza, pero incrementa la desigualdad hasta la obscenidad; explota eficientemente los recursos, pero sin pensar en los efectos perversos a largo plazo, que ya están degradando irreversiblemente el planeta; y mantiene fuera del sistema a miles de millones de seres humanos en el límite entre la pobreza extrema y la supervivencia.

Esperemos que este fin de semana los líderes europeos hayan convencido al imperio, y a los demás países, de sus tesis a favor de una mayor regulación y control de los mercados financieros, de su posición a favor del comercio internacional sin cortapisas proteccionistas, y que de verdad para atajar la crisis se haga un gran plan de inversión pública mundial que anime a la deprimida economía de libre mercado.

10 Comentarios

  1. No soy un experto en economía pero vengo siguiendo las noticias de la crisis y informándome lo más que puedo con el fin de aprender.

    Y creo que concuerdo casi completamente contigo e incluso aveces pienso en ir más allá, ¿no se puede catalogar esta crisis como una gran estafa? Esta pregunta me ronda la cabeza específicamente por hecho de haber «camuflado» el riesgo de los fondos hipotecarios.

    Y si es así y es una estafa, ¿no deberían buscar a los responsables y tomar las medidas para que no se vuelva a repetir?

    Si me puedes dar tu opinión sobre estos puntos te lo agradecería, ya que como mecioné, quiero aprender 🙂

    Saludos,
    Victor

  2. Pues yo creo que si, la ambición y la codicia son responsables en gran parte de esta crisis, o acaso si los bancos hipotecarios no hubiesen codiciado más y más a toda costa ¿Habrían creado unas hipotecas para gente que no ofrece garantía alguna de pago?¿Habrían incentivado a sus ejecutivos por vender a toda costa estás hipotecas a pesar de su gran riesgo?¿Habrían «camuflado» esas hipotecas en paquetes para venderlas a otros bancos inversores rozando así la más pura estafa? Por otro lado me cuesta creer que las agencias de rating dieran calificaciones de AAA a estos paquetes, y que los confiados compradores no comprobaran su validez, despiste o codicia de nuevo? Yo no soy economista ni entiendo muy bien todo el tinglao economico que sustenta el mundo, pero por lo poco que me he enterado creo que esto debe ser castigado y controlado de ahora en adelante.
    Como bien dices la ambición es necesaria para el desarrollo, estoy de acuerdo, pero un exceso de codicia te lleva a cruzar muchas lineas que quizás no se deberían cruzar nunca.

  3. Buenos días mi querido amigo:

    Encuentro este artículo particularmente interesante porque apunta a uno de los mayores problemas de fondo del comportamiento económico: El incentivo personal.

    la teoría económica liberal ha otorgado la máxima atención a conservar e incluso potenciar el incentivo personal, la recompensa dineraria y social, que obtiene el empresario por su labor de generar riqueza.

    Otras teorías económicas han desdeñado el incentivo individual y han encontrado en sus implantaciones reales (el socialismo real) una enorme carga de inacción y falta de iniciativa que se traslada de lo individual a lo social.

    El incentivo personal, la promesa de la riqueza, sin contar con la premisa de la generación de riqueza para la sociedad no significa más que usurpar de riqueza a la sociedad para beneficio personal.

    Hasta este punto de justicia las teorías de economía-política (cuyos suspiros agonizantes aún escuchamos) del siglo XIX llegaron por ambos lados. En ese punto se puede acordar un significado para el enriquecido de codicioso (puesto que pretende lo que no es suyo).

    Pensar, como uno escucha, que la codicia es consubstancial al genero humano es un error trágico que solo arrojará una turba de malas personas sin esperanza en la educación ni el respeto. No es así y por eso hay excepciones, y numerosas.

    Quizás nos enredamos en los significantes, compartiendo en cierto grado el compromiso en los significados. Que sea el señor Almunia o San Pedro quien hable de codicia puede favorecer el significante o desfavorecerlo, esa no es la cuestión.

    El problema en el fondo es la compensación social, y la legitimidad del enriquecimiento. Sí, puedes gozar de una mejor posición de acuerdo a la riqueza que hayas generado y lo que socialmente has repercutido, en ese sentido hay una ecuanimidad y un quid pro quo.

    No, pero te has beneficiado y te has enriquecido y ocupas un lugar de privilegio de aquello que has arrancado de la sociedad sin devolver nada. Entonces tu nombre es usurpador y como tal debes ser tratado por la sociedad.

    Y tus bienes no son legítimos y deberás devolverlos.

    Y tu posición no es más que una trinchera y por tanto eres peligroso y nefasto.

    Y finalmente tu vida da la espalda a la de tus semejantes y por ello, aún cuando seas rico y poderoso, te repudiaremos.

    Lord Daven, socialiste

  4. Añado, no vaya a ser que de mi seso se escape humo

    El problema del incentivo también se da en el orden científico y artístico, pero tradicionalmente de una manera «intrínseca» como gustas denominar.

    El artista y el científico obran por motivaciones más reflexivas, en cuanto a que dueños de su arte o ciencia, en sus resultados encuentran legitimidad «per sé», hallasen o no reconocimiento en lo social. Curiosamente ambas actividades son de una naturaleza social, los primeros en la expresión y los segundos en los fundamentos de la naturaleza.

    Por ejemplo de la incentivos «extrínsecos» del empresario los orfebres del arte y la ciencia se están volviendo más receptivos a la recompensa dineraria incluso coartando la exposición social de su trabajo. Sin embargo no es general, tradicionalmente el hombre de ciencia, los más brillantes entre ellos, prefieren una vida modesta y ordenada a la opulencia. Saben perfectamente que su «independencia» tanto en arte como en ciencia, se debe a que se comprometen en el juego de la recompensa dineraria.

    ¿Qué sino arrojó a Mozart a dejar de componer misas y ofrendas para su príncipe-cardenal de Salzburgo y lo llevó a componer su propia obra musical? Su única independencia.

    Lamentablemente, en el mundo de los negocios, no es tradicional esta mirada «intrínseca» a los valores del propio actuar y la premura por el beneficio dinerario y la escala social «superficial» actúa miméticamente convirtiendo todo el tejido en un hervidero a la busca «de la mejor» oportunidad. Ahí se siembre la semilla de la siguiente crisis bajo otro nombre: la sobre-inversión.

    Un fuerte abrazo

    Lord Daven

  5. En la naturaleza, sistema liberal por excelencia, cuando un depredador consume los recursos más rápido de lo que se reproducen (por ejemplo, un lobo comiendo conejos más rápido de lo que crian) tanto la especie devorada como la depredadora mueren.
    Sólo para que conste.

  6. Bueno Fermín,

    en un ecosistema como el que mencionas, Los depredadores y las presas están en una relación de órbita cíclica alternando la abundancia de unos con el descenso de otros. El vomumen máximo de unos y otros, así como el período orbital es proporcional a la razón del número de presas/ número de depredadores.

    Si en el ecosistema se realiza una perturbación suficientemente fuerte (la relación entre depredadores y presas sufre una perturbación no armónica) se produce algo que va más allá del cambio de órbita cíclica y se produce la extinción de ambos.

    Creo que todo ésto tiene que ver con un teorema de mecánica teórica que se llama KAM (y la K es de Kolmogorov)

    Un abrazo, mate

    Lord Daven

  7. Además del teorema KAM, cuyo alcance es inmenso, el problema de las relaciones depredador/presa tiene que ver con las ecuaciones de Lotka-Volterra.

    Saludos

  8. Pensemos en una cosa. No queremos asumir la codicia como parte del legado biológico humano, pero aceptamos que si no existe un marco regulatorio, esta se dispara. Implicitamente es una aceptación de una condición inherente al ser humano, probablemente anclada en nuestros instintos primarios de superviviencia y competencia por unos recursos tradicionalmente escasos.

    Obviamente, la educación es una herramienta correctora de esta tendencia, y como tal pieza clave para un desarrollo mucho más cívico y social del individuo. Pero no olvidemos tampoco, que al otro lado de la cuerda está nuestro modelo de impulso del consumo desaforado, de la acumulación material y del acopio de poder. Es decir; necesitamos educar para evitar lo que la propia sociedad impulsa como sustento de su propia viabilidad. Pura incoherencia ¿no?

    Por otro lado, de acuerdo en que el Estado tiene una función reguladora fundamental, pero es que esta a brillado por su ausencia. Ahora tratan de vendernos que toda la culpa es del mercado, y justificar así el desarrollo de amenazantes políticas intervencionistas que nadie sabe donde pueden llevarnos. Seguimos instalados en un mundo maniqueo, y me da la sensación que nadie sabe como establecer la consigna que regule y amortigüe las crecientes oscilaciones del Sistema.

    Por cierto, Gustavo. No se si a ti te pasa, pero como Ingeniero, detesto que a éste bochornoso sistema de especulación financiera que han creado entre unos cuantos, se le ponga la etiqueta de «Ingeniería». Creo que nuestra honesta vocación y profesión no merece semejante afrenta.

    Saludos
    Fuerza y valor
    Fran

  9. Fran,
    Somos contradictorios y necesitamos la dialéctica para superar las contradicciones. Lo veo así. Pero soy un optimista antropológico y creo que cada vez estaremos mejor; está en el ADN de esta especie y lo mueve, entre otras cosas la ambición, aunque no sólo ésta.
    Odio, como tú, que lo llamen ingeniería financiera, ¿por qué no contabilidad creativa o fraude consentido o marketing cosmético de las finanzas?
    Un abrazo y gracias por el comentario.

  10. Los puritanos, el calvinismo, una cierta forma de jansenismo y el Opus dei ven en el «éxito» la preferencia y la elección de dios, por una causa muy simple: el dinero se ha divinizado, basta acordarse del becerro de oro, que adoraron a los pies del Sinaí los judíos, y contra el que rompió Moisés las tablas de la ley. Hoy no se adora el becerro de oro, lo que se adora es el oro del becerro, lo que es mucho peor.

    Kant en la «Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres» dice que «en el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad». El reino de los fines es el de los seres humanos, razón por la cual éstos tienen o precio o dignidad.

    Y Kant escribe también: «El hombre y en general todo ser racional existe como fin en sí mismo no sólo como medio». Por supuesto los seres humanos tenemos también «precio» precisamente en tanto que medios. En cuanto que fines tenemos dignidad, que por ello mismo es lo que no tiene precio.

    «Aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino valor interno, esto es, dignidad», dirá Kant.

    Una nación no podría crear indefinidamente. Está llamada a dar expresión y sentido a un conjunto de valores que se agotan con el alma que les engendró. El ciudadano se despierta de una hipnosis productiva y el reino de la lucidez comienza. Las masas se manejan por categorías vacías y los mitos vuelven a convertirse otra vez en conceptos, es la decadencia.

    Y las consecuencias se dejan sentir: el individuo quiere vivir, convierte la vida en finalidad.

    Y una civilización comienza a decaer a partir del momento en que la Vida se convierte en su única obsesión. Las épocas de apogeo cultivan los valores por sí mismos: la vida no es más que un medio para realizarlos.

    El individuo no sabe que vive, la afectividad le domina y le llena. No hay creación alguna sin los recursos del sentimiento, que son limitados.

    Lo que ha pasado es que para quien experimenta su riqueza parecen inagotables: esta ilusión produce la historia.

    Esta es una de las causas de la crisis: la ilusión inagotable de riqueza.

    Y es por la afectividad por lo que uno se entrega al mundo de los valores. Y lo que ha pasado es que ya no se proyecta vitalidad en las categorías y en las normas y que estas se han quedado vacías. A la par que el sentimiento se agota en el hombre se produce el resecamiento afectivo, que sólo permite dos modalidades de sentir y de comprender: la sensación y la idea.

    Esta es la otra causa de la crisis: el resecamiento afectivo. La conciencia de lucidez es lo que produce este resecamiento o agotamiento.

    Es decir, no estamos sólo ante la ambición, la codicia y la avaricia de unos pocos banqueros, empresarios y políticos. No sólo se han agotado los recursos del dinero, se han agotado los recursos del sentimiento, lo que es peor.

    Tendríamos que volver a cultivar los valores por sí mismos.

    Y no sólo esta es la causa, hay otra más. El hecho de que todo en esta nueva sociedad postindustrial está sometido a la ley del «éxito».

    Da igual que se tenga un incentivo o una ambición, lo que cotiza en todo caso es el éxito, es decir, las consecuencias exitosas de la ambición, por lo que uno no parará hasta alcanzarlo, y aquí es cuando todo empieza a tener una espiral perversa.

    No hay que pensar que las ciencias o las artes se han comportado de forma diferente a las demás, como ha apuntado Lord Daven, ellos también han estado sometido al éxito. De ahí que proliferen cierto tipo de industrias, las farmacéuticas, las armamentísticas, entre otras. Y en cuanto al arte pasa un tanto igual.

    Antes a la gente bien se la consideraba obligada a saber algo de lo que no está sometido a ese fin que se cuenta: algo de literatura, de pintura, de música. Hoy hasta esas artes están sometidas al éxito y saber el autor de una música o de un cuadro o de un libro o de una flor como la de la achicoria y su color ambiguo al no ser fuente de dinero, ni de nada que pueda traducirse en él, no tiene ningún mérito.

    Los chamarileros han entrado en el templo. El templo está perdido.

    *
    Estoy escribiendo desde Santiago de Compostela en un día lluvioso, desde su biblioteca pública pero ya esta tarde vuelvo para casa.

    Perdona toda esta extensión.

    Os deseo una feliz entrada de semana!!!

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