Mientras los bancos americanos no afloren sus verdaderos problemas no vamos a salir de ésta. Claro que si los activos tóxicos que tienen no son vendibles, no hay nadie capaz de saber cuál es su valor ni, en consecuencia, cuál es la pérdida que el banco debe anotar en sus cuentas. Son dos problemas: tienen el dinero atrapado en esos activos que no son realizables y además no saben cuánto dinero deben destinar a provisiones. Están mal pero ¿cómo de mal?. Nadie lo sabe con certeza. Eso genera desconfianza de unos sobre otros.
El plan de Obama, es decir la tercera versión del plan original del actual y anterior secretario del Tesoro, Tim Geithner, ha entusiasmado, al parecer a las bolsas de todo el mundo –veremos lo que dura el efecto- y ha llenado de dudas a los expertos.
Al final, la, por algunos esperada nacionalización parcial o total de bancos en problemas, se ha quedado en un plan de compra en subasta de los activos de mala calidad -con lo que al menos, y de una santa vez, sabremos, si es que se logran colocar, cuál es le grado de afectación de los balances y de las cuentas de los bancos en cuyo poder están estos activos.
Para facilitar la colocación de unos activos que hasta ahora son invendibles, o sea, no tienen precio de mercado porque nadie los quiere, la administración americana ofrece un apalancamiento espectacular según el cual poniendo un 10 % del dinero, te prestan el 40 % y comparten contigo la inversión al 50 %. Es decir si al realizar luego esos activos hay ganancias te llevas el 50 % de las mismas, devuelves el crédito con sus modestos intereses, y el Estado se lleva el otro 50 % del beneficio. Claro que para él ese beneficio es la consecuencia de haber invertido realmente 90 y para el inversor el de haber invertido sólo 10. Pero si al realizar el activo se pierde, la pérdida que asume el inversor sería en todo caso el 10 % invertido, como máximo, mientras que el Estado corre con el resto de la pérdida.
¡Viva el mercado!
O sea que luchábamos contra el apalancamiento excesivo y lo proponemos como arreglo. Y por si fuera poco esta vez ni siquiera se corre el riesgo. El riesgo lo corre el contribuyente y el beneficio se lo lleva el inversor, en su mayor parte.
Igual es eso lo que hace falta. Pero se me antoja que no es exactamente eso lo que habría que hacer para sacar de la trampa en la que se ha metido la banca por no considerar bien los riesgos y por apalancarse sucesivamente en productos estructurados.
¿Y si, a pesar de todo, muchos activos tóxicos se quedan sin vender por falta de comprador?
¿Y si por estar tan ayudadas las inversiones se falseara al alza el precio real de esos activos?
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