La competencia internacional
La fuerte competencia internacional a la que están expuestas las empresas españolas ha producido una pérdida de cuota de mercado mundial para la economía española en estos últimos años. Entre el año 86 y el 96 nuestra cuota de mercado exterior creció notablemente, pero desde 1996 se produjo una inflexión y a partir de 2001 un claro decrecimiento. La incorporación a la UE en 1986, con lo que supuso de apertura a los mercados exteriores y de liberalización interna de la economía, exigió una mejora de competitividad en la empresa española que con el esfuerzo de todos se logró. Pero, más tarde, en pleno crecimiento, en el mejor momento de la economía española, cuando sus males endémicos: déficit público, inflación y desempleo se estaban corrigiendo, la competitividad de las empresas empezó a caer en términos relativos. El efecto de la ampliación de la UE a 25 países acentuó el fenómeno.
Insuficiente mejora de la competitividad española
La mejora de competitividad de la economía española, que la ha habido, apenas ha supuesto nada en términos relativos respecto a la de los países más desarrollados: Europa Occidental, EEUU y Japón, y ha sido claramente insuficiente para que las ventajas competitivas de nuestra economía afrontaran el reto de la mejora de competitividad de los países emergentes de Europa del Este y Asia. La productividad española mejora, pero débilmente: España fue en 2006 el tercer país de la Unión Europea en el que menos aumentó la productividad; las cifras de inversión en I+D son en España inferiores a las de la mayoría de los países de la zona euro; la educación y la formación siguen siendo asignaturas pendientes; el dominio de lenguas extranjeras alcanza a una franja ínfima de la población; y en España se da el mayor desfase entre la realidad del país – somos la séptima economía del planeta y el sexto país inversor en el exterior – y la imagen exterior del mismo.
Las causas
Entre las causas de esta falta de competitividad en el exterior se citan, por parte los analistas, de modo recurrente, entre otras, las siguientes: la insuficiente base de empresas exportadoras e inversoras; la excesiva concentración geográfica y sectorial de las exportaciones e inversiones; la escasa productividad; la insuficiente capacidad de gestión y la falta de habilidades directivas específicas para abordar mercados exteriores del empresariado; la falta de una adecuada orientación estratégica de las empresas hacia el exterior; la escasa inversión en I+D; la insuficiente inversión en TIC´s y la mala gestión de la información y del conocimiento; las deficiencias de diseño, de calidad o de servicio; la insuficiente formación de los RRHH; la deficiente imagen de marca; y la dificultad de acceso a recursos económicos o garantías necesarios para la internacionalización.
Los bajos costes de producción no son ya los factores clave de competitividad. Una estrategia bien planificada, la excelencia en la gestión, la adecuación de los recursos humanos, la innovación, la calidad de los productos, el buen diseño, la reputación, la imagen de marca, las redes de distribución, y el conocimiento de los mercados son los nuevos factores de competitividad, los que pueden llevar a mantener y acrecentar la participación de nuestras empresas en el mercado global.
Gustavo Mata Fernández-Balbuena
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