Mariano Rajoy, mientras su padre vivió en León, cuando él era apenas un niño, estudió en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús de los Jesuitas, en donde yo me eduqué, o mejor dicho dónde los Jesuitas me educaron. Él es mucho más joven que yo, pero era el mismo Colegio; ¿o ya no era lo mismo?: no lo sé, pero alguien que hubiera sido educado como me educaron a mí y a mis compañeros no podría actuar como Mariano porque no sobreviviría a su propio análisis crítico: se le caería la cara de vergüenza. Y eso por dos tipos de razones: éticas y estéticas. Éticas porque no se pueden decir mentiras, es obvio; y estéticas, porque decir mentiras tan mal, poniendo tanta cara de que estás diciendolas, está «feo».
¡Ay Marianín! ¡Cómo dices esas cosas que dices! ¿No te das cuenta de que todos se dan cuenta de que estás haciendo el ridículo además de mintiendo más de lo que hablas? Eso le diría el P. Redondo, y yo añado: Ya sé que tú piensas que, de aquí a que vote la gente, igual no se acuerdan despues de todo esto, pero, menos mal que tienes enfrente a Zapatero, que efectivamente no vale para nada, pero le estás haciendo bueno, porque tú eres peor. ¡Qué tristeza! Para hacer una rueda de prensa como la que has hecho ¿no hubiera sido mejor seguir callado?: seguro que sí.
Y en Valencia…, a pesar de Camps, de Costa y de Fabra, y… del resto, resulta que seguimos sin saber quién es el líder del PSOE; ¿cómo se llama?: no lo sabe nadie. ¿Será posible que en la izquierda en Valencia no haya nadie para ser alternativa?: ¡Qué panorama!
¡Qué paren el mundo que me bajo! Pero, ¡no! Me voy a quedar otro ratito a ver si por casualidad algo cambia: mañana saldrá otra vez el sol; y en España ¡el sol sale por Valencia! ¿O es por donde se pone? A ver…
octubre 18, 2009 at 6:26 pm
Al comienzo de la democracia española se dio demasiada importancia a los partidos políticos, porque no existían, y por eso se crearon a partir del sistema D’hondt un sistema de listas cerradas, que creaban unos partidos fuertes y que tuvieran un poder fuerte en la sociedad, pero hoy día ese poder ya es demasiado el que tienen y el que han creado a través de ese sistema cerrado. Debiera pensarse en otro sistema de votación, el de listas abiertas, y en el parlamento deberían existir más parlamentarios, porque es mejor que haya más control y que venga desde una democracia desde fuera, desde la calle y con instituciones al respecto; los partidos hoy día están desacreditados, sólo van a engordar su propia capacidad.
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La corrupción se produce cuando aquellos que participan en las actividades profesionales no las aprecian en sí mismas porque no valoran el “bien interno” que con ellas se persigue y las realizan exclusivamente por los “bienes externos” que por medio de ellas pueden conseguirse. Con lo cual esa actividad y quienes en ellos cooperan acaba perdiendo su legitimidad social y con ella toda credibilidad.
La corrupción de las actividades, la raíz última reside en la pérdida de vocación, en la renuncia a la excelencia.
Estos son los «humanimales» de la retórica ética convencional.
Todo esto lo dijimos ya aquí:
Es preciso distinguir entre la legalidad y la ética, entre el ethos burocrático y el ethos profesional.
Las leyes exigen un mínimo indispensable para no incurrir en negligencia, un mínimo que, en el caso de las profesiones, resulta insuficiente para ejercerlas como exige el servicio que han de prestar a la sociedad.
El castigo se ha quedado en puro corporativismo y la sanción no es ejemplar ni es nada.
Del corporativismo mal entendido se debiera rescatar un verdadero concepto de “cultura corporativa”, algo que rescatase aquella parte del servicio y de aspiración a la excelencia. El profesional debe aspirar tanto a la excelencia física como a la excelencia moral, ya que una profesión no es un oficio sino una ocupación.
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Los conservadores sostienen que el liberalismo no acaba de entender que la vida sólo puede resultar satisfactoria cuando echa raíces en normas y tradiciones definidoras de la comunidad. Todos están de acuerdo en que el liberalismo lixivia la poesía de nuestra vida.
En esta retórica cabe distinguir una imputación latente. La que declara que una genuina vida buena sería imposible en una sociedad liberal. Si esta objeción no se supera resulta mortal. Si la vida en una sociedad liberal lleva por fuerza a la mezquindad -lleva a todo el mundo por fuerza al fracaso más desesperante, a una vida atrofiada- entonces el liberalismo es una concepción política perversa, apta sólo para masoquistas y para personas ciegas éticamente.
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Realmente no sé si esta retórica es buena pero a ello nos está conduciendo, el liberalismo es una concepción política perversa que nos lleva al fracaso más desesperante.
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¡Un saludo cariñoso!
octubre 18, 2009 at 9:11 pm
Los partidos mayoritarios en España -PP y PSOE- protegidos por un sistema que nos obliga a tener que optar entre esas dos opciones, que además cuando gobiernan se ven casi siempre condicionadas por las minorías nacionalistas para gobernar y que cuando no lo están y tiene mayorías absolutas propenden al abuso, se han convertido en unas maquinarias perversas cuyo único fin es ganar las próximas elecciones a costa de lo que sea.
Los líderes políticos son muy malos, de muy poco valor personal, malos oradores, pésimos gestores, sin preparación adecuada; ¿qué son entonces? hábiles manipuladores capaces de alzarse con el apoyo del partido en un momento dado y de conservarlo. Los demás del partido se alinean detrás de esos líderes penosos con fidelidad perruna, sin la menor capacidad crítica y sólo pensando en que si el líder tropieza estar bien situado para el próximo reparto de prebendas, privilegios y poder.
¡Un asquito!
Luchemos para cambiar esta democracia tan poco representativa pero desde la democracia; la alternativa es siempre mucho peor. Te lo digo yo que la he disfrutado muchos años.
Gracias por estar por aquí Virginia dejándonos tus doctos comentarios.
Un saludo cordial.